Cuando Henrique Capriles preguntó qué pasaba
con el avión presidencial (puesto que la república estaba haciendo altas
erogaciones al alquilar un avión cubano para el traslado de Nicolás Maduro y su
inmensa comitiva), Diosdado Cabello lo cubrió de insultos y terminó diciéndole
que el paradero del avión presidencial no era problema de él (de Capriles,
líder de una oposición que en el último conteo electoral, aún plagado de
irregularidades, demostró tener el apoyo de la mitad de la población). Como si
el llamado “avión presidencial” hubiera sido comprado por Maduro con las
prestaciones sociales del Metro de Caracas.
La verdad es que tanto Capriles como la
sociedad en su conjunto están en el deber de preguntar por ese avión y por
todos los haberes del país, así como de inquirir las razones por las que Maduro
prefiere rentar una nave extranjera antes de usar el de Conviasa, por ejemplo,
que forma parte de una flota nacional, propiedad del Estado. El uso de los
recursos y bienes públicos es problema de todos los venezolanos y quien
pretenda secuestrar ese derecho no solo incumple varias normas consagradas en
la Constitución sino que emite graves señales de pretender mantener en la
opacidad lo que debe ser transparente. Dicho en otros términos, cuando el
presidente de la Asamblea Nacional hace intentos de oscurecer lo que debe estar
a la luz del día, refuerza la idea que se tiene de él, en el sentido de que
dispone de las riquezas de la nación como si le pertenecieran y, encima, repele
con violencia cualquier iniciativa de escrutinio.
Este lunes, el conocido millonario del
Furrial viajó a Rusia en visita oficial para “estrechar las relaciones
políticas con el gobierno de Vladimir Putin”. Francamente, no se entiende
cuánto más se puede estrechar relaciones con Putin y con Rusia; piénsese que el
convenio de cooperación técnico militar de Venezuela con Rusia empezó en 2005
(con la compra de 100 fusiles AK 103 Kalasnikov) y ocho años después, la
mayoría de los equipos adquiridos por la FAN son rusos, y no se conoce cuáles
son las compras reales, el monto exacto de las negociaciones ni operatividad de
los equipos adquiridos. Todo se hace en el secreto y en esa atmósfera de
intimidad que han desarrollado los bolivarianos con Putin.
Lo que sí se sabe es que Cabello es portador
de una carta firmada por Nicolás Maduro. Muy bueno que el emisario sea el
agresivo magnate pesuvista. Eso nos da una oportunidad, por ínfima que sea, de
que saque esa garra que exhibe frente a los demócratas venezolanos, también
frente al mandatario ruso. Ya es hora de que alguien le pregunte qué van a
hacer con los diez helicópteros MI-35 que el gobierno de Venezuela compró para
la Aviación del Ejército, y que está parados, sin uso, aherrojándose en el
aeropuerto de La Carlota (si no los han remolcado para que no estén a la vista
de quien pase por allí).
Adquiridos, como todo lo que viene de Rusia,
sin ningún tipo de estudio del Estado Mayor de la Fuerza Armada, ni controles
de la Asamblea Nacional, estos helicópteros de combate son una especie de
prototipo remendado puesto que, siendo el modelo MI-35, tienen el rotor de cola
del MI-28 y, según puede leerse en la página web www.americamilitar.com, “eso
ha traído problemas tanto en la pala del rotor como en el botalón de cola, el
cual presenta fisuras”. El punto es que la decena de helicópteros MI-35 ha
salido defectuosa; y si no ha habido accidentes graves o pérdidas humanas que
lamentar con este modelo (como sí ocurrió con los MI-17 y MI-26, que entre 2006
y 2010 se siniestraron en seguidilla causando muertos y heridos, como los
registrados en Rubio, Táchira, el 3 de mayo de 2009, donde fallecieron
militares y un civil, al accidentarse un MI-17 con las siglas EV-08114; y en
Apure, en agosto de 2010, donde diez militares encontraron la muerte al
precipitarse otro M-17), si no ha ocurrido una desgracia con los MI-35 es
porque están varados y apenas si han movido alguno para un desfile cuya brevedad,
han apostado, no daría ocasión a que se manifestara el mal funcionamiento, que,
al parecer, surge tras un determinado tiempo de vuelo.
Venezuela fue el primer cliente para los
MI-35. En lo absoluto exigente. Ahí están, varados, “sin rotores armados y con
fracturas y fisuras”. No pedimos que el potentado Cabello avergüence otra vez
al país espetándole las groserías que destina a Capriles, por cierto, su
némesis en Miranda. No es necesario que lo llame pazguato. Pero sí quisiéramos
que demostrara que tampoco Venezuela lo es y que esperamos que hagan algo con
los MI-35 de injerto, que ya el pueblo venezolano pagó hasta el último centavo.
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