Acostumbrados al pensamiento racional -como buena parte de los venezolanos-, nos cuesta aun, luego de casi tres lustros, resignarnos ante las estupideces en que insisten voceros encumbrados del régimen. Nuestra primera reacción tiende a ser: “no puede ser que hayan dicho eso, ¡hasta cuándo van a seguir con semejante barbaridad!” Queda uno esperando una aclaratoria o un desmentido que nunca aparece. Pero no, los que ocupan el poder insisten en tratar al pueblo de imbécil, repitiendo ad-nauseam explicaciones necias, inverosímiles, para eludir sus responsabilidades en el desastre que han desatado.
En días recientes vimos a Iris Varela echarle la culpa a la llamada “cuarta república” y al capitalismo por las tragedias que se suscitan, con demasiada frecuencia, en las cárceles venezolanas bajo su gestión. ¡Luego de catorce años de chavismo! Por esa fecha aparece Nicolás Maduro denunciando, sin aportar prueba alguna –como es ya su costumbre-, una nueva amenaza de “magnicidio” en su contra. De regreso de su viaje a China esgrime razones de “seguridad” y de resguardo de su integridad física, como excusa para no asistir a las Naciones Unidas. El hecho de que por ahí pasaran sin sufrir siquiera un rasguño el Che Guevara, Yassir Arafat, Muamar el Ghadaffi, Mahmoud Amadinejad y otros tantos que tendrían mucho más razón para temer por sus vidas en suelo estadounidense, y que la sede de las Naciones Unidas en Nueva York tiene que ser, por razones obvias, una de las áreas más protegidas y mejor resguardas del mundo actual, no es óbice para inventar embustes: Maduro carece totalmente de vergüenza, ni él ni los suyos les importa hacer el ridículo.
Pero hay que reconocer que es consistente en sus dislates. Expulsa del país a tres diplomáticos de la embajada gringa, incluida la encargada de negocios, Kelly Keiderling, argumentando una supuesta complicidad con la “ultra-derecha” para sabotear el sistema eléctrico y “desestabilizar” el país (¡!) La ministra de Información, Delcy Rodríguez, sin rubor alguno, repite como lorito amaestrado que Keiderling estuvo involucrada en actos de conspiración al reunirse con “factores de la derecha” en el estado Bolívar, cuando lo que hizo fue dar una conferencia en la sede que ahí tiene la UCAB. Poco antes había denunciado que los medios de comunicación impresos sustituyen la realidad del “hecho maravilloso” que vive el país, lo cual “vulnera el derecho ciudadano a la información veraz y oportuna". Hay que ser caradura.
Para evadir sus responsabilidades en el criminal descuido de las labores de mantenimiento de la refinería de Amuay, que ocasionó la tragedia de hace un año, como en el mega apagón de hace un mes, la excusa que ofrecen los jerarcas Ramírez y Chacón es la presencia de “sabotaje”.
Pero donde el gobierno bota la bola en materia de sandeces es en denunciar una “guerra económica de la derecha” para explicar las penurias que, de manera creciente, toca vivir a los venezolanos. Ante la escalada sin freno del dólar en el mercado paralelo, le concomitante inflación que ha reducido a casi la mitad los salarios reales en lo que va del año, y la escasez reiterativa de productos de la cesta básica –sin mencionar repuestos automotrices y de electrodomésticos-, la explicación no es la irresponsable conducción económica del chavismo, sino, de nuevo, el “sabotaje” (¡!) La imbecilidad llega al punto de abrir un proceso administrativo sancionatorio contra Globovisión, por parte de Conatel, por considerar que “se podría estar difundiendo … elementos que podrían generar zozobra en la ciudadanía (…) (con) una serie de elementos vinculados con la supuesta (¡!) escasez o acaparamiento tanto de vehículos como de algunos productos alimenticios en todo el país". En absoluto se hace referencia a la grosera dilapidación del mayor ingreso petrolero que el país haya visto en toda su historia, la destrucción de la capacidad productiva doméstica, la inflación desatada por la pésima gestión económica y la existencia desde hace diez años de un control de cambio que ha logrado el “milagro” de aventar del país ¡14 veces lo que salió en los cuarenta años que van desde 1959 a 1998 por la cuenta financiera de la balanza de pagos![1]
Lamentablemente para los venezolanos, no es sólo torpeza o brutalidad –que, por su puesto, si las hay y en cantidades- lo que lleva a los enchufados a suscribir tales “explicaciones”. Deliberadamente evaden todo propósito de enmienda, de corregir los errores en aras de favorecer el bienestar social, porque nada debe interponerse al ruinoso saqueo en que han convertido su “obra de gobierno” (¿?). La indisposición a la enderezar los entuertos de su gestión está en la genética de sus pretensiones totalitarias. No les interesa ofrecer versiones creíbles de lo que hacen porque su intención no es convencer a nadie. Su discurso está orientado a una minoría fanática, alimentada a punta de las mismas estupideces y barbaridades que chocan a la mayoría de los venezolanos, para transformarla en una especie de secta religiosa que asume como verdad revelada el mundo artificial construido por la repetición incesante de códigos, medias verdades y embustes descarados. Discípulos aventajados del ministro de Propaganda Nacionalsocialista, Joseph Goebbels. Oponerse a esta “revolución” redentora tiene que ser para ella obra de mentes desalmadas que deben ser barridas por las fuerzas del “bien”. De ahí el regreso al oscurantismo, guardián de la visión esclarecida del Líder Eterno que ahora nos vigila desde el cielo. De ahí lo vital de destruir las universidades críticas y de reducir la educación a un proceso de adoctrinamiento maniqueo basado en la tergiversación de la historia.
Pero la estulticia tan deliberadamente trabajada desde el poder representa sólo el penúltimo refugio de Maduro: el último es la represión pura y dura. A eso conduce, irremediablemente, su empeño en proyectar un imaginario de “fortaleza sitiada” ante la conspiración contra la Patria de la derecha y el imperio. Se descubre que el verdadero propósito de la Ley Habilitante perseguida tan afanosamente por quien ocupa la silla presidencial no es acabar con la corrupción, sino “derrotar de raíz todo el mal de la perversidad del sabotaje contra la vida económica del país” (El Nacional, Pág. 2, 05/10/2013). Así nos hundamos todos, no hay marcha atrás. Esta terquedad obtusa devela con toda claridad la esencia fascista de Maduro y su combo. Apuestan a la conflagración final que permitirá “limpiar” a la sociedad de los sujetos impuros, indignos de ser venezolanos. Por ahí pasó la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la Cambodia de Pol Pot y la Ruanda de los ‘90.
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