Vaya a usted a una
localidad, como Carora; aquello es que en todas las tiendas, donde hay un
aparato de sonido a todo volumen, lo que se oye es vallenato, y las
dependientes de la tienda, que suelen ser jovencitas, entre cliente y cliente,
lo que hacen es seguir las canciones con el cantante; como hacen las colombianas
en los show al aire libre, que esta gente presenta con los artistas del
vallenato, y que uno ve por la televisión por cable, o vaya usted al Llano del
hermano país, y allí se sentirá en San Fernando de Apure. Nosotros somos los
mismos; sobre todo, en esa parte de la frontera, y en su periferia, que en este
caso sería Carora y El Llano; pero, precisamente, separados desde un punto de
vista geográfico.
Obsérvese, además, que ya
la condición de doméstica; que en la década de los sesenta la ostentaban las
colombianas, y éstas vivían en los barrios marginales, ya es otro tipo de
inmigración la que la ha asumido; pues las colombianas han pasado a ocupar
otros niveles sociales, y esto porque la última inmigración, que nos ha
llegado, ha venido más preparada; tomando en cuenta que los procesos de
democratización; que ha vivido este país, a la par que el nuestro; han
terminado por elevar la educación del pueblo; para decirlo de un modo bien
abstracto; como hoy en día, la referencia que se tiene en el medio colombiano,
es que la inmigración, que ha procedido de Venezuela, últimamente, ha
coadyuvado a la reactivación de la economía colombiana; al repatriar sus
capitales hacia allá; pues no se olvide que aquí han cerrado más de cinco mil
industrias; de acuerdo a los datos suministrados por los gremios empresariales,
como consecuencia de la barbarie chavista, que nos ha gobernado estos quince
años, y así parte de esa iniciativa privada se ha desplazado hacia algunos
países del entorno, en especial, Colombia, donde se ha instalado con sus reales
y sus tiendas.
En eso no se equivocó el
Libertador: éramos un solo pueblo; Colombia el norte; Venezuela el sur. Allá
nacen todos nuestros grandes ríos; creo, además, que el Libertador llegó a
decir que, mientras le parecía Colombia un convento, Venezuela le parecía un
cuartel. A pesar de las rencillas locales, y que nos han obligado a marchar
cada quien en tienda aparte, con una legislación propia, y que es lo que le ha
venido a aguar la fiesta a Nicolasote. Yo no dudo de su nacionalidad y,
diríamos, de su idiosincrasia de venezolano. El problema es que hasta que él no
presente su partida de nacimiento; que lo acredita como tal, él sería un
perseguido por ese artículo expreso de nuestra Constitución; que establece que,
para ser presidente de la República se requiere ser venezolano por nacimiento,
y no poseer ninguna otra nacionalidad, y entonces lo que lo obliga a tratar de
demostrar también que la nacionalidad de su madre es venezolana; ya que, por
otra parte, por esta vía lo persigue un artículo de la Constitución de
Colombia, y el que expresa que toda persona que haya nacido de madre
colombiana, es colombiano, con independencia de su lugar de nacimiento; de modo
que lo neogranadino vendría a ser como una especie de estigma de su persona.
Mejor dicho, Nicolasote
es víctima de los formalismos constitucionales, y frente a los cuales yo me
mostraría flexible; como ser humano consciente de las vicisitudes, en las que
se ha desenvuelto una vida, como la de este señor, pues habría una cierta
mezquindad de la parte de un criollo obviar que este es un hombre forjado en la
cultura venezolana, y, en ese sentido, negarle carta de ciudadanía nuestra con
el legítimo derecho a ocupar la presidencia de la República; sólo que estamos
ante un hombre, precisamente, que no se ha acogido a tal patriotismo desde el
mismo momento en que viola la Constitución, al asumir la jefatura del Estado
sin respetar lo establecido allí, en especial, en aquella parte que dice que,
en caso de producirse una ausencia del primer magistrado; inmediatamente, el
presidente de la AN debe asumir la presidencia, y convocar a un mes a un
proceso electoral, que elija al sucesor. A partir de aquí comienza su atropello
hacia el pueblo venezolano, y lo que es más grave aún, que viene en función de
representar a esa especie de colonialismo hacia abajo, que se ejerce desde
Cuba, y el cual nos ha salido por unos 80 mil millones de dólares; aparte de la
situación tan precaria a que nos ha conducido, desde el punto de vista de la
felicidad, del bienestar y de la seguridad sociales esa guía cubiche tan
errática, como anacrónica.
Patriota nos hubiera demostrado que era, si hubiera admitido que Diosdado Cabello asumiera la presidencia, una vez anunciada la muerte de Hugo Chávez, y hubiera competido en igualdad de condiciones frente a Henrique Capriles, y no investido con la potestad de la jefatura del Estado. ¿No quedaba con todos los derechos del caso a participar en un nuevo proceso electoral, ahora, por la revancha, en caso de haber admitido los verdaderos resultados del pasado 14 de abril, y no los que anunció la Tiby, y donde perdía por más de un millón de votos?
Ese gesto de nobleza le daba carta de venezolanidad al
tercio; porque una cosa es la letra y otra la realidad, y a nadie, sobre todo
en su caso, que no hay duda que la cultura, que expresa, es la venezolana, se
le puede dejar si patria o impedirle, en estas condiciones, ejercer un mandato,
que le ha conferido la ciudadanía a través de un proceso electoral, y evocando
aquí la figura del liderazgo de un hombre, y su relación con el destino de su
pueblo; sólo que se trata de un sujeto que está muy lejos de esa conducta
honorable.
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