martes, 8 de octubre de 2013

ALBERTO FRANCESCHI G. EL CESARISMO MILITAR O LOS CAMINOS VERDES

Aquí llegamos, abandonados a nuestra suerte por nosotros mismos y por quienes debieron hacer de este país una tierra de gracia y lo dejaron convertir en el de una ruma de infelices acosados por el hampa y la vida cara.
Aquí estamos, paralizados por el miedo, por la incertidumbre, saboreando algo salobre en nuestras gargantas secas, por un ataque de adrenalina que nos paraliza el habla, mientras sentimos el escalofrío de las certezas, sobre que estamos a punto de perder tanto como lo poco de paz que nos queda a lo que se agrega el pesar por la extinción de los pocos bienes, que se venden o que se consumen a velocidad de vértigo, tratando de sacar adelante los hijos que aquí, frente a nuestra mirada nerviosa se nos vuelven infelices también, o a los que pensamos en las madrugadas de insomnios, pobladas de los fantasmas que les acompañan en el bendito exilio de friegaplatos para sobrevivir, sabiendo que antes eran profesionales con porvenir en su patria, ahora marchita.
Aquí estamos por culpa de la oligarquía, decía Chávez, para quitárselos de en medio y poner en su lugar su propia cáfila de logreros, que nos han estafado aún más rápido y escarbado más a fondo, para arañarlo todo, para depredar todo, pero con la blasfemia por delante que ello resulta así por mandato y para beneficio del pueblo.
Los compatriotas más fríos y atrabiliarios en sus elucubraciones e intentos de explicación del porqué llegamos a este “llegadero”, resolvieron que es la auto culpa colectiva, la única fórmula de elucidación de nuestra desgracia, como si alguna combinación del genoma humano por estas tierras de mucho sol, hiciera de los venezolanos, sobre todo de los de la “elite educada” y arrimada a la prosperidad material, una gran pandilla de vivarachos, que se aprovecha de la mayoría de pendejos, que a su vez lo son por flojos, etc.
La más depurada de esas teorías señala que siendo la mayoría “el perraje” que creció impunemente en las barriadas africanizadas y deshumanizadas, terminaron por escoger un aventajado suyo, uniformado armado y dicharachero, que entre “corríos” y animaciones, aprendió el arte de manipular públicos, y que tributando o arriesgando el pellejo de otros en felonías, se hizo de la fama para ser electo y en lo sucesivo reelecto hasta morir, paradojalmente usando las armas del ventajismo electoral, aliñado con chantajes y marketing millonario, una vez saqueados los fondos públicos que pagan maquinarias clientelares gigantescas y cuñas millonarias, solo a quienes son “de la casa” y dándose el lujo de hasta escoger “para lucirse” el adversario frágil y de cerviz plegable conveniente.

Lo único que ya nos queda es aspirar a lo que los campesinos llaman una “cura de burro” queriendo, me imagino, recetar un poderoso purgante para un jumento a punto de malograrse, o en las ultimas, ya caído y entierrado, y con convulsiones.
La cura maestra ya dicen demasiados es el corte quirúrgico, que solo puede venir de una propuesta “cesarista” que evolucione posteriormente a un “cesarismo democrático” cuando se haya logrado una economía que refleje importantes equilibrios sociales e institucionales y una vez desplegado un nuevo tipo de relación geopolítica con vecinos y amigos tradicionales y nuevos que no impliquen ninguna sujeción neocolonial, si menos aun las de prostituidas presencias físicas de colonizadores.
La nueva etapa dentro de un proceso de edificación de un Nuevo Orden dicen que comenzará seguramente, por devolverles la plena seguridad a los venezolanos y extranjeros que vivan bajo nuestro cielo.
Esa sola conquista radical, obtenida al precio que sea, desde los primeros meses del nuevo régimen, porque de lo que se trata es del bienestar del 99%, significará por sí sola que en materia de propiedad, seguridad jurídica, de bienes, familias y personas, podremos ser un país de grandes inversiones y de trabajo, empleo y exportaciones productivas, de exportación e importación masiva de capitales con saldos de superávits nacionales netos, con una moneda sólida, estable y convertible, además de fuente de ahorro remunerativo a partir de convertirnos en una economía emergente.
Para generar esas nuevas condiciones de existencia colectiva, desde la construcción de ese nuevo régimen eficiente y sólido, se necesita reunir una nueva burguesía y una nueva elite que abandone el parasitismo de vivir de los privilegios de un Estado corrupto, clientelar y de la depredación de dineros públicos como fuente de acumulación inicial de toda fortuna.
Contra lo que creen los escépticos, en Venezuela SI HAY un gran material humano en todos los segmentos sociales, para lograr estos propósitos, a condición que funcione un Estado que nos haga iguales ante la ley y no victimas de chantajes de burócratas coimeros y depredadores de bienes públicos.
Y si se reúne esa nueva elite, que supere los vicios extremos de la actual y también la anterior clase política y sus vástagos herederos de sus mañas, podrá generarse entonces un estado de conciencia nacional y una educación colectiva, que ayude a superar voluntariamente o por coerción, las peores rémoras de la psiquis colectiva delincuencial, que ganó tanto terreno en estos años de desgobierno.
TODAS las naciones, desde siglos, han pasado o están pasando aun, por esos padecimientos de lacras de la especie, en particular la corrupción, que busca por todos los medios delinquir a expensas del todo social, para obtener privilegios en medio de la distribución desigual, sea en Cuba, China, Rusia, USA, España, Nigeria o cualquiera de los doscientos y pico de naciones.

Sean parásitos, especuladores de Wall Street u ostentosos aristócratas vagos, que rodean las monarquías de medio mundo, o los no menos vagos llamados combatientes revolucionarios del ejército narcotraficante de las FARC, o milicianos “rodilla en tierra” defensores de lo ya depredado, todos, todos quieren la parte del león de las riquezas de las naciones, puestas en valor por los trabajadores y empresarios, pero que todo gorrón y vividor tratará de birlar empleando cualquier discurso conveniente a sus fines de justificar su voracidad.
En España se llama Estado de las Autonomías, mas allá la lucha contra los infieles, Fidel la llamó socialismo, el bloqueo y el hombre nuevo, y aquí se llamó “el bolivarianismo socialista”, infamando por partida doble al pobre Bolívar, que sigue pagando no haber sido suficientemente claro, para evitar que déspotas, dos siglos más tarde, le chupen a sus huesos hablar en su nombre.
El régimen de los lúmpenes tiene ahora los días contados, hay articulistas que hablan hasta de fechas, todas inminentes…
Pienso en Chávez, lo recordarán como a Perón por sus apuestas populistas, no por sus disparates, pienso en Maduro a quien recordarán por su diálogo con el pajarito del alma transmigrada que aprendió de Sai Baba y el mandato efímero de la primera combatiente, y de su letrerito “Comandante en Jefe”, para indicar que lo era según él, pienso en Capriles y lo banal que resultó su liderazgo, entregado a los bomberos del Este y a sus financistas, que querían ganar pero no cobrar, porque es con eso que ganan. ¿Habrá creído, cavilando en su infinita candidez, que los facinerosos le entregarían alguna vez el poder? ¿No será ya hora de volverse a dibujar en su cabeza un letrero de pelos que diga perdí por.…?
Cuando la gente discute este tema del eje militar de un próximo gobierno, lo descartan hasta con denuestos y diciendo que no hay nada que esperar de las FFAA…
Deberían empezar a revaluar esas opiniones, no solo porque por definición, en todo cuerpo social hay miembros y segmentos de todo tipo, sino por el mero hecho que si las FFAA no intervienen, es la anarquía y la emigración en masa la que nos espera, menos mal que aquí sobra frontera terrestre para salir corriendo por los caminos verdes y los colombianos en particular tienen mucho que agradecernos como anfitriones que fuimos de millones de ellos y ahora les tocaría que seamos sus huéspedes.
No quisiera decir que aquí me quedo por resignación, ojalá pueda decir que el cesarismo militar fue nuestra gran solución a esta crisis histórica del Estado, que no entienden ni los lúmpenes del gobierno ni los sifrinos emparrandados con sus fetiches electoreros, porque que no pueden resolver sino agravar todo.

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