Frente a la grave situación que vive el país,
amplios sectores de la mayoritaria oposición venezolana han planteado la
convocatoria a una Asamblea Constituyente por iniciativa popular, de acuerdo
con el artículo 347 de la Constitución. En carta enviada recientemente se le
formuló esta propuesta a la Mesa de la Unidad Democrática. El rumbo que han
tomado los acontecimientos políticos sociales, y económicos en los últimos
meses, evidencian y ratifican los sólidos fundamentos sustentados en aquella
proposición.
A las puertas de las elecciones municipales
del 8D, se acentúan los efectos de una crónica y caótica ingobernabilidad, y la
llamada revolución afronta su más difícil momento. El deterioro es de tal
magnitud que Nicolás Maduro al presentar el Proyecto de Ley Habilitante acepta
el fracaso que constituye la herencia dejada por el Comandante Supremo.
Reconoce que nos azota una crisis económica y una grave crisis ética y exige
poderes extraordinarios para combatir la corrupción sembrada por ellos mismos.
Después de 13 años admite la mengua de la producción nacional. Triste realidad
que nos condujo a lo que, en su discurso, ha bautizado como “cadivismo”. Este
fenómeno tiene su origen en la confiscación
y quiebra de empresas; en la invasión de
prósperas tierras que constituían núcleos de producción de alimentos y
de empleo estable; y en un absurdo control de cambio decretado en la época de
mayor ingreso petrolero, sólo con el fin de controlar políticamente la
actividad productiva y la vida económica del país. Maduro también ha confesado
que el ritmo de consumo aumentó considerablemente sin que aumentara la
producción interna capaz de satisfacer la demanda de los bienes requeridos por
la población. De esta forma nos convertimos en la república de la inflación y
las importaciones, dependiente únicamente del ingreso petrolero destinado a
comprar lo que dejamos de producir. Esta parálisis de la
producción, así como las importaciones masivas, y el control cambiario en manos
del gobierno, constituyen un trinomio nefasto que ha contribuido a corromper y
distorsionar la actividad económica y la gestión gubernamental. En Cadivi, tal
y como lo reconoce el señor Maduro se enquistaron grandes negociados a través
de un sistema mafioso que condiciona a la actividad del comercio y de las
industrias que aun subsisten en medio de la crisis. Y Obviamente, quien fue
Presidente de la Asamblea Nacional, Canciller y Vicepresidente no puede
presentarse ante los venezolanos como ajeno a tal desastre.
Como ocurre en todo régimen de prácticas
totalitarias se acude a la denuncia de los “enemigos de la patria”, a los que
en este caso se señala como responsables de una supuesta guerra económica; y en
la Asamblea Nacional Maduro intenta involucrar a la perseguida oposición
venezolana en el terrible flagelo de la corrupción. Mientras tanto, a su lado,
ese día destacaron las presencias de connotados personajes denunciados ante la
opinión pública, la contraloría, la fiscalía y los tribunales por actos de
peculado y enriquecimiento ilícito. Si fuese sincero Maduro, sólo tendría que
haber activado al CICPC o al SEBIN para durante esa sesión detener a
conmilitones suyos allí presentes, responsables del saqueo a la Nación.
El deterioro del gobierno le lleva a
radicalizar posiciones y a estrechar aún más la vía democrática, persiguiendo a
líderes de oposición, a los medios de comunicación y a cualquier manifestación
de disidencia. Por este motivo, al solicitar poderes habilitantes Maduro
rechaza lo que llama “el fetichismo jurídico” y anuncia que seguirá pasando por
encima de las “formalidades burguesas” que afecten los intereses de la
revolución. Afirma que la revolución entra en una nueva etapa y que será
implacable en la persecución de los enemigos del proceso. Traduciéndolo, leemos
claramente la amenaza al cada vez más raquítico Estado de Derecho, y la
decisión de continuar violando los principios democráticos para impedir el
derrumbe del régimen. En esa línea de conducta se tomó la decisión de lograr
los poderes habilitantes “contra la corrupción”, a través de la compra del
“diputado 99”, constituyendo este proceder oficialista una muestra más de la
contradictoria moral del régimen.
Todos los dichos y actos del gobierno
presagian para Venezuela la instauración de un régimen dictatorial que
finalmente se despoja de las apariencias democráticas. Para ello, calcando el
tradicional modelo socialista totalitario, se anuncia la monopolización en
manos del Estado de las importaciones, y la distribución de la producción. La
iniciativa privada a sido sustituida por las ya fracasadas empresas
socialistas, es decir por los “socialistas parasitarios” que acrecentarán aun
más la escasez, la inflación y la corrupción.
Unida a esas decisiones se implementan otras
en el plano político-represivo. La creación del Centro Estratégico de Seguridad
y Defensa de la Patria (CESPPA), mediante el Decreto 458 del 7-10, invocando
“la voluntad de lograr la mayor eficacia revolucionaria, en la construcción del
socialismo, y la refundación de la nación venezolana”, consagra un modelo
sustentado en la represión militar. En manos de dóciles oficiales de la Fuerza
Armada, se constituye un organismo que sistematizará la sanción a quienes
informen y opinen en términos que a juicio del régimen, constituyan mentiras
subversivas destinadas a desestabilizar. La cárcel es el lugar en el que el
gobierno quiere encerrar la verdad. Salvo en Cuba, en ningún otro país,
incluyendo a los del ALBA, se ha militarizado el delito de opinión. Esto es
parte del “gran salto” que desde hace algún tiempo viene anunciando Nicolás
Maduro.
Ante estas realidades, la oposición
venezolana tiene que asumir una decisión muy importante: propiciar mediante la
convocatoria popular el cambio del régimen que impera en Venezuela.
Consideramos que el liderazgo democrático no
puede aceptar un sistema ilegítimo. Y
frente a la propuesta de algunos sectores que han planteado “pasar la página”,
estimamos que la continuidad del gobierno de Maduro, consolidará un proceso
totalitario del cual no podremos salir.
Pasar la página implica, cuando menos, una
ingenua complicidad. Reafirmamos que es el pueblo soberano, en ejercicio de su
legítimo derecho constitucional, el llamado a relegitimar los poderes públicos
y decidir su destino, a través de una Asamblea Constituyente. Y en la actual
situación venezolana no es posible esperar un Referéndum Revocatorio en mitad
del período. En ese momento el totalitarismo se habrá consolidado, o la
dimensión del caos podría llevarnos a situaciones de trágicas consecuencias para la existencia de
la república.
Ratificamos la petición que han formulado
numerosos sectores democráticos a la dirección política de la Unidad, para que
junto a la lucha por las victorias municipales, guie el proceso Constituyente
que permite la reunificación de la república y el rescate de las libertades.
Si no se logra una salida legal,
constitucional y democrática que canalice la crisis, Venezuela sucumbirá en
manos de la dictadura y la violencia.
cian la situación del país.
Creemos que ignorar los hechos que están a la
vista, y reducirnos a una mentalidad restringida a lo electoral, sería
otorgarle de manera imperdonable una ventaja muy importante a quienes, a pesar
de sus errores, han tenido éxito en el logro de sus perversos objetivos.
Frente al desastre nacional no podemos
quedarnos sin producir respuestas claramente definidas, en el camino a la
recuperación democrática. Tenemos que definir ante el país cual será el plan
del mayoritario sector democrático para detener la destrucción de Venezuela y
reconstruir la armonía y la unidad nacional.
Los resultados de las elecciones municipales
son decisivos para la lucha libertaria venezolana. Las semanas que quedan hasta
el 8 de diciembre deben ser utilizadas no sólo para la consolidación de la
maquinaria organizativa y del eficaz proceso
proselitista. El triunfo en las municipales debe alimentarse con la idea
del cambio nacional. Es decir el cambio del gobierno, el cambio de quienes
manejan las instituciones, y por sobre todo el cambio de este régimen por uno
verdaderamente democrático, descentralizado y participativo.
Con
estos principios nos suscribimos ante el país
Oswaldo
Álvarez Paz, Abdón Vivas Terán, Juan José Monsant A., Julio Sosa Pietri, Gehard Cartay, Luis Barragán,Jorge Villegas, Ezequiel
Zamora, Andreína Martínez, Carlos Diez, José Rafael García, Luis Farías, Julio
César Moreno León.
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