lunes, 23 de septiembre de 2013

PEDRO CORZO, CUBA Y VENEZUELA JUNTAS CONTRA EL DESPOTISMO

Venezolanos y cubanos siempre han sido aliados en la lucha por la libertad, así que saludamos las palabras de solidaridad  del presidente electo de los demócratas venezolanos, Henrique Capriles Radonski, quien manifestó su voluntad de ayudar a los isleños a  recuperar los derechos que les ha conculcado el castrismo.

No obstante no se pueden obviar  partes de sus declaraciones, en particular cuando dijo que Venezuela no era Cuba, lo que permite decir, a quienes buscan pescar en ríos revueltos que  Capriles no valora como corresponde, la lucha de más de cinco décadas por la libertad  de un sector del pueblo cubano, por lo que es prudente, hacer un poco de historia.

Cierto que Venezuela no es Cuba, pero no porque ambos  pueblos se hayan comportado de manera diferente en la lucha por sus derechos.

Los que asumieron el compromiso de batallar por sus convicciones tanto en un país como en el otro, hacen lo que se ajusta a sus valores y principios, aunque lamentablemente,  las consecuencias de un empeño no siempre se corresponden con los esfuerzos y sacrificios de los involucrados. 

Muchos son los factores que determinan un resultado y no por eso tienen menos importancia los bríos de quienes combaten por sus convicciones.

El escenario socio cultural y político en el que se implantó el castrismo en Cuba, 1959,  difería  completamente del que le correspondió a Hugo Chávez, 1998, cuando empezó a implementar una autocracia fundamentada en una dictadura institucional.

En Cuba se estableció un régimen totalitario que eliminó los partidos políticos. La prensa fue intervenida y expropiada. Se confiscaron los bienes masivamente, desde una fábrica de azúcar a una barbería.  La economía pasó al control absoluto del estado.

La sociedad cubana perdió su independencia.  Desaparecieron los colegios profesionales y sindicatos. Hasta hace unos meses viajar y pronunciarse contra el régimen sin consecuencias era imposible. Dar un acto político en el exterior y después regresar al país,  era un sueño inalcanzable.

A los diez años de la dictadura de los hermanos Castro, habían perecido en combate o ante el paredón de fusilamientos cerca de 5, 000 hombres y las cárceles estaban abarrotadas, al extremo que a finales de la década del 60 y principios de los 70, se calcula que había aproximadamente 75,000 prisioneros políticos.

Aun así, a pesar de más de cinco décadas,  en Cuba no ha desaparecido la  resistencia y en las cárceles nunca han faltado presos políticos.

Por otra parte los años de exilio no ha apagado el patriotismo de muchos cubanos. Si miramos la historia, es difícil encontrar otro núcleo de exiliados  en el   mundo, que haya mantenido el compromiso de seguir defendiendo sus valores y nacionalidad por más de cincuenta años.

Los demócratas de Venezuela encontraron refugio en la isla cuando la dictadura de Marcos Perez Jiménez,  y Don Rómulo Betancourt, insigne venezolano,  fue el aliado más firme de los cubanos en la lucha contra el castrismo.

A finales de los 70 y los 80 miles de cubanos encontramos  en Venezuela refugio. Fuimos acogidos solidariamente. Trabajamos e hicimos una vida nueva, sin imaginar que años más tarde miles y miles de venezolanos tendrían que salir de su tierra porque un régimen que tenía como objetivo el “mar de la felicidad de Cuba”, los obligó a abandonar el país.

De catorce años a la fecha la alianza se ha reforzado, como consecuencia de que el despotismo chavista se asoció con el totalitarismo castrista. Cuba ha facilitado  a la autocracia venezolana  su conocimiento sobre actividades  represivas y control social, mientras Venezuela subsidia al gobierno de los Castro.

El reencuentro en tierras estadounidense de cubanos y venezolanos es fructífero. Exiliados de ambas nacionalidades llevan trabajando juntos muchos años para llevar a sus respectivos países la democracia, algo que todos, incluidos los más encumbrados líderes  de cual quiera de las partes, deberían tener presente.

Un dirigente político de la talla de Henrique Capriles es consciente de los peligros de la manipulación y que en realidad lo que hace la diferencia es como los déspotas usan los recursos del poder, porque venezolanos y cubanos nunca dejaran de luchar por sus derechos.

Henrique Capriles es un experimentado político y conoce que el populismo no se vence con más populismo. Que son necesarias propuestas firmes y claras, que no  se puede prometer el paraíso porque no está a  nuestro alcance, y que el discurso del contrario no debe determinar el propio.

Ojala la democracia llegue pronto a Cuba y Venezuela y que jamás en ninguno de los dos países se  vuelvan a violar los derechos de sus ciudadanos, y para eso es preciso conservar la memoria y no elegir,  nunca más, a déspotas como Hugo Chávez o canonizar a verdugos como Fidel Castro.

Pedro Corzo

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