jueves, 12 de septiembre de 2013

NELSON CASTELLANO-HRENANDEZ, A COMO DE LUGAR

Lo que los tiene fuera de lugar es que existe una oposición decidida, coherente, que no se rinde, que está dispuesta, cueste lo que cueste, a seguir adelante el tiempo necesario para recatar a Venezuela y su gente.

Enfrentamos una lucha sin cuartel, unos abusando con las estructuras y los recursos del estado para mantenerse en el poder y otros arriesgando su integridad por salvar lo que queda de un sistema, basado en las libertades democráticas.


Ambos saben que el triunfo de unos significa el final de los otros. Los que están armados, cuentan además con dinero, producto de los ingresos petroleros más altos que ha tenido este país. A pesar de sentirse poderosos, se encuentran en una situación delicada, porque son múltiples los delitos que han cometido.

El gobierno sometió a todos los organismos del estado, colocando a su cabeza fichas incondicionales de su partido. En este país se eliminó la independencia de poderes, con ello desapareció un principio básico de la democracia.

Han violado la Constitución Nacional, cada vez que han necesitado forzar la ley para asumir el control de algo, que no lograron por la vía democrática. Ante los ojos del mundo, que presencia impávido la arbitrariedad cometida, por aquellos que controlan todo, con la ayuda del gobierno de la Habana.

Las Fuerzas Armadas que en principio deberían hacer respetar la soberanía nacional, debilitadas en sus principios por la corrupción imperante, se ha sometido a la tutela extranjera y a servir de amanuenses de los despropósitos gubernamentales.

Frente a ellos una sociedad civil, que desde hace largos años viene resistiendo al autoritarismo oficial, luchando por no perder los pocos espacios democráticos que subsisten en Venezuela.

Múltiple y heterogénea, no ha tenido fácil el camino para constituirse en una fuerza capaz de resistir: las balas, las chequeras, las presiones, las golpizas, el exilio, las expropiaciones, las listas “Tascon” y la muerte. Sin embargo sigue allí, de frente, desarmada, arriesgando todo y creciendo sin lugar a dudas.

Conformada por políticos, parlamentarios, trabajadores, miembros del clero, profesionales, estudiantes, cultivadores, periodistas, amas de casa y hasta militares, que lamentablemente solo se atrevieron a pronunciarse, una vez liberados de la disciplina que les imponía su condición de militares activos.

Saben que esta batalla hay que ganarla a como dé lugar, se exponen con consignas, marchas pacíficas, dando su opinión, pronunciándose en el parlamento, manifestando con su pitos, sus pancartas y con su cuerpo. En ello se juega el porvenir de la Nación.

Se trata de la batalla decisiva para escoger entre la libertad y el sometimiento, entre democracia y dictadura. Es el momento de tomar partido por la decencia, el humanismo, el respeto y la justicia o por la corrupción, la vulgaridad, el abuso y el autoritarismo.

Es una lucha entre David y Goliat, entre la inteligencia y la fuerza bruta. Destinada a la victoria de los valores, la civilidad, la ética, la cultura y la preparación.

El venezolano tiene que estar consciente, que en esta situación, cualquier cosa puede suceder, todos corremos riesgos, nadie garantiza que por permanecer neutrales no sufriremos las consecuencias de un gobierno que ha destruido nuestro futuro y ha dividido a la Nación Venezolana. Que estableció un sistema pérfido destinado a sumirnos en la pobreza total a la cubana , afín de someternos por siempre y seguir disfrutando tal nomenclatura comunista, de los beneficios que le brindan solo a los miembros del partido.

No tomar posición, ¡es una posición! Ser indiferente, neutral o hacerse el desentendido, es prestarse al juego de un gobierno que no lo es. Una mafia de corruptos que cada día, da un paso destinado a su pretendida permanencia eterna.

Todos quisiéramos que este país marchara bien. El mundo hubiera sido mejor sin los nazis, sin los Pinochets, sin los Stalins, Maos o los Castros, se hubieran ahorrado muchas vidas.
El horror del pasado no ha impedido que apareciera un Saddam, un Gadafi, un Kim Jong y tantos otros egocéntricos autoritarios que han aspirado al poder eterno, por encima de cualquier ciudadano.

En cada una de esas situaciones, el único camino ha sido enfrentarlos con coraje, con sufrimiento, con dolor, pero al final ha valido la pena, aportándole al mundo una condición menos miserable, una forma más humana de existir.

Si en Venezuela no queda una sola institución que respalde la democracia, me confiaba un gran amigo, solo nos resta que el pueblo se levante, que recupere su dignidad histórica.

Aunque quedan pocos caminos para salvar la democracia, tomarlos no es una cuestión de opción sino de supervivencia. La lucha no va de lunes a viernes, no es solo yendo a votar, es algo de todo tiempo y lugar. Tenemos que cerrarle el paso a los corruptos todos los días, hay que denunciar a “los vende patria”, señalarlos, despreciarlos, desenmascararlos.

El peligro no es el pueblo, ni siquiera el confundido. El peligro está reunido entre la Habana y Miraflores, se encuentra sentado en la Asamblea, en las instituciones que han traicionado el sentir democrático del venezolano, está en las mafias, en los que hacen negocios con nuestra miseria, en los traficantes, los corruptos y las bandas de encapuchados.

El traidor entra a tu casa por la pantalla de televisión, en forma de propaganda, repitiendo hasta el cansancio los slogans y las promesas que nunca cumplirán. Tan solo necesita someterte.

Si les permites continuaran robando el país, regalando los ingresos, manteniendo el régimen castrista, financiando campañas publicitarias millonarias. Seguirán comprando quintas, yates, aviones, relojes de lujo, armas y whisky escoces, mientras tanto tu estarás ocupado resolviendo tus problemas cotidianos, recorriendo abastos, buscando harina Pan o papel higiénico.

Venezuela se encamina hacia el caos social, existen fallas de seguridad y mantenimiento en nuestras industrias básicas, se evidencia una incapacidad gerencial en la economía, la vialidad, la energía y la salud. Escasean los productos de primera necesidad, los trabajadores se encuentran desasistidos de protección laboral y sindical, los estudiantes y profesores amenazados de intervención.

Las ciudades más allá de Caracas están ahogadas con el centralismo galopante, todo se desborona y el panorama es desolador.

La respuesta oficial es incoherente, responsabiliza a iguanas de la CIA, a mercenarios colombianos, a la oposición, al imperio. Sus mentes apenas han sido capaces de montar estos teatros infantiles, falta que digan que entrenamos un pajarito para hacerlo pasar por loco.

Lo que los tiene fuera de lugar es que existe una oposición decidida, coherente, que no se rinde, que está dispuesta, cueste lo que cueste, a seguir adelante el tiempo necesario para recatar a Venezuela y su gente.


nelson castellano-hernandez 

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