El
título de este artículo podría ser el retrato del pesimismo que sentimos, pero
siempre lo hemos dicho y es conveniente que lo reiteremos: ningún hijo de Dios
puede ser pesimista, ni Job que tanto sufrió sin saber por qué el demonio se
interesó en él y le pidió a Dios que lo pusiera a prueba.
Al mismo tiempo,
debemos entender que la realidad no mata al optimismo, porque mientras más
encontremos la verdad, menos ingenuos seremos. La verdad verdadera es que
cuando la noche se pone más oscura es porque se acerca el amanecer.
La
realidad en nuestro país es que estamos viviendo una profunda crisis a todos
los niveles. Nadie puede ocultar esa verdad y menos asegurar que la solución es
fácil. La inflación es descomunal, la escasez tocó los límites de nuestra
seguridad, autonomía y autosuficiencia alimentaria. Nuestro aparato productivo
se volvió añicos y nos convertimos en unos apenados importadores como aquellos
que viven del bocado ajeno. Nuestra moneda se devaluó y nos avergüenza no tanto
porque se desvalorizan nuestros bienes, nuestro poder adquisitivo y el valor de
nuestra fuerza de trabajo, sino porque nos lastima el inmenso orgullo de ser
hijos de Bolívar. La justicia perdió la balanza, el delincuente se siente libre
y el ciudadano se siente encarcelado en su propia casa. La noche está oscura,
bien oscura.
El
ambiente político es tenso, impredecible, preocupante para los que deseamos el
bien. Justo en este momento el Presidente de la República decide solicitar
permiso por 12 días para ausentarse del país. Va a conversar con el gobierno
chino sobre los viejos y nuevos acuerdos, pero el Presidente de la Asamblea
Nacional, se adelanta en señalar que cuando el jefe del Estado regrese,
“encontrará al país sin golpe de Estado”. Es un alerta, pero al mismo tiempo un
anuncio alentador, porque precisamente él tiene ascendencia entre quienes
fueron sus compañeros de armas, es el segundo en la línea de mando del partido
de gobierno y dirige la mayoría del principal foro político nacional. Que su
palabra vaya por delante, porque los golpes de estado son golpes en el corazón
de un pueblo que se aferra a la democracia.
El
pesimismo no es un arma, es un escudo donde escondemos el coraje. Lo utilizamos
cuando no podemos usar el arma de la defensa, pero sí vemos una luz, un espacio
en la avanzada, allí aparece el optimismo, la esperanza, el arma y la
posibilidad para continuar en la lucha. Si la noche está oscura hay peligro,
pero será mayor si nos atrapa el pesimismo. Es verdad que caminar a oscuras no
es fácil y viajar de noche es riesgoso. Amanecerá y veremos, pero mientras
tanto, el camino nuestro es el de siempre, el de la democracia, el de la
libertad. Un lucero es un reflector en estos momentos, por eso tenemos que
seguir luchando por los pocos o mínimos espacios de luz que tenemos.
Las
elecciones del 8 de diciembre es la oportunidad para asumir el poder local,
podríamos calificarlo de poco, o poder parcial, pero es el poder más cercano a
nosotros. Esa es una luz en el camino, esa es una esperanza para los
demócratas, es el comienzo del nuevo amanecer, sino es que en la oscuridad de
la noche se nos interponen los asaltantes de camino que por lo oscuro no
sabríamos de que color visten. Aceptemos como real el optimismo de Cabello,
pero confiemos más en el optimismo de nuestro espirito y en la unidad lograda
en el camino que hemos recorrido.
Lenin
Valero @leninvalero2
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.