Comienzo estas líneas tomando café, por
tercer día consecutivo, sin azúcar en un país como Venezuela que se jacta de
tener las reservas energéticas más grandes del planeta. No hay manera de
conseguirla. Esa Venezuela que conocimos
en la Era democrática y que se ha desvanecido a lo largos de estos 15 años,
donde impera un régimen cuya denominación resulta incalificable ideológicamente
hablando, pero que encontraría asertivas denominaciones en el Código Penal de
cualquier país civilizado, fue superior en muchos sentidos -pese a sus
terribles defectos- al país que tenemos hoy.
Es verdad que las cosas andaban mal en el
período que antecedió el ascenso al poder de este grupete militar, que atrapó
inmisericordemente la desesperación de los más pobres, que no encontraban
interpretes capaces de darle voz fuerte, en un país donde solo dominaba la
corrupción y la decadencia política. Y fue así como la angustia e
injusticias sociales cometidas hasta ese
momento en contra de los más desprotegidos de la Nación, se convirtieron en
bastión y bastimento de una casta militar que viendo gobernar desde muy cerca
-desde el propio Palacio de Miraflores- a presidentes elegidos con el voto
popular, aprendieron los secretos del poder, desde la simple conquista hasta su
mantenimiento, aún siendo impopulares.
Desde una óptica fúnebre y en medio de la
grave crisis que vivía Venezuela en ese momento, se armó la coreografía un
movimiento que resucitó a Bolívar, expropiándolo y deformándolo a su
conveniencia, y que se auto asignó ser absolutos herederos del Padre de la Patria. Luego vino el Golpe de
Estado del 4 de febrero de 1992 que nos devolvió de un solo trancazo a la época
de los cuartelazos propios de Latinoamérica. Y para que no quedaran dudas de la
intención de hacerse con el poder a toda costa, lo repitieron el 27 de
noviembre de ese mismo año. La sangre y la muerte de inocentes fue el bautizo
de quienes más tarde, haciendo uso de la propia Democracia y sus métodos que
adversaban, erigieron lo que conocemos hoy con el rimbombante nombre de
República Bolivariana, que no es más que un adefesio dictatorial de nuevo cuño,
sin separación de poderes, donde se sigue la voluntad del que ordena en
Miraflores, o de quienes se hacen llamar sus herederos, como Nicolás Maduro.
Así nos llevaron estos felones militares a
las profundidades de la escala social, el retroceso en todos los ordenes de la
vida humana, convirtiendo a Venezuela en un país invivible e inviable, donde
las hondas carencias del pueblo contrastan con las riquezas de la nueva clase
social revolucionaria, denominada acertadamente
Boliburguesía, que para mantenerse en el poder otorga dadivas que son
más bien pellejos, denominadas inverosímilmente “Misiones”.
Son signos entonces de esta “Era” de
sargentos, capitanes y tenientes que dirigen la Nación, elecciones amañadas,
destrucción de empresas e industrias, producción agrícola devastada,
desabastecimiento, escasez alimentaria y de bienes, inflación, devaluación,
control desde Cuba de nuestro destino, involución y destrucción consuetudinaria
de los valores y dignidades venezolanas.
Sigo tomando café mientras lucho, a la espera
de poder endulzarlo en un país libre y democrático de verdad.
@jcajias
Jorge Cajias
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