Con
esa orden Reneduar Jiménez, operador de suministros, fue al encuentro con la
muerte, el primero de 47 que según registros oficiales fallecieron el 25-8-12
en la explosión de la refinería de Amuay, la más importante del país.
A
pesar de las alarmas vecinales por el olor ambiental a gas, nada hicieron las
autoridades. Resultado: 47 fallecidos, 150 heridos, 1.330 víctimas, 1.700
viviendas afectadas, 800 de ellas derribadas, 17 escuelas y 135 comercios
perjudicados, dos industrias destruidas, la refinería dañada, más de US$ 600
millones pendientes en indemnizaciones y US$ 1.200 por pérdidas en producción,
como reporta el Centro de Orientación en Energía en el único informe disponible
sobre una de las mayores tragedias de la industria petrolera mundial.
Con
su displicencia habitual, el régimen elude la consignación de un informe
oficial, a pesar de que era su obligación legal presentarlo a los 60 días de la
catástrofe. ¿Cómo redactarlo sin evidenciar el abandono de Pdvsa en asuntos de
mantenimiento y seguridad, en estos años de pseudo-revolución? ¿Cómo hacerlo si
la Memoria y Cuenta de PDVSA en 2012 no da cuenta de la tragedia, en ánimo de
convertirla en fantasmal espejismo?
En
2011 las compañías aseguradoras reportaron 222 incidentes en el Complejo Refinador
de Paraguaná,100 de ellos incendios, una inaceptable siniestralidad que
contrasta con la reducción drástica, hasta 20 veces menor a los de PDVSA, que
PEMEX y ECOPETROL han logrado en estos años. ¡Imposible reducir los riesgos
laborales si la antigua cultura de intenso adiestramiento en seguridad
industrial de PDVSA ha sido sustituida por una de adoctrinamiento político que
nada aporta al trabajador en términos vitales!
A
un año del siniestro, el régimen se cobija bajo el manto de un supuesto sabotaje.
De ser cierto, habría que preguntar qué hacen allí el SEBIN, la DIM y la FANB,
que al decir de Iván Freites, resguardan las instalaciones de Amuay.
Freites,
secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de Falcón e
insospechable de "imperialismo burgués" (dirigente de la C-Cura,
afiliada a la FUTPV, que en elecciones sindicales arrasó con 17 de los 19
cargos en contienda con el PSUV), insiste en que el terrorismo laboral se ha
instalado en la refinería, para acallar los accidentes que allí siguen
sucediendo.
Amuay,
"región de los vientos y las aguas encontradas" en lenguaje caquetío,
trae vientos y aguas de la ira a sus amables pobladores, que no hallan
respuesta a sus pesares por la pérdida de sus seres queridos ni reparación
integral por los daños causados a sí mismos, sus familias y sus pocos bienes
materiales.
Es la soberbia de quienes desde las alturas del poder tratan de cubrir su negligencia hacia los sobrevivientes, pensando que un imposible olvido y la palabra vacua harán superflua cualquier acción efectiva de gobierno.
gioconda.sanblas@gmail.com
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