No cabe la menor duda que Chávez cambió la
mentalidad de los pobres en Venezuela, les fomentó el amor propio, el orgullo,
el sentido de pertenencia y los puso a valer. Y lo hizo, no sólo en el plano
teórico sino en el práctico, dándole poder a través de las comunas y muchísimo dinero,
utilizando para ello las innumerables misiones y otros planes sociales como la
pensión de vejez, la gratuidad de los medicamentos de alto costo y muchas otras
dádivas. La famosa frase: no le regales un pez sino enséñelo a pescar.
Todo muy loable, pero le cambió la mentalidad
al desposeído haciéndole creer que su condición era por culpa de los ricos. Se
refería a la clase media y trabajadora progresista, porque los ricos no
representan ni el uno por ciento de la población. Lo peor del caso fue que lo
hizo creando odio entre hermanos y dividiendo al país en dos secciones: los que
han trabajado y progresado y los que por razones ancestrales no les interesa
cambiar porque en su condición están bien.
Tampoco cabe la menor duda que este amor por
los pobres tiene una finalidad eminentemente política, y es la implantación del
comunismo, tal como lo detalló Giordani cuando dijo que era necesario mantener la
pobreza en el país, porque allí estaban los votos de la revolución. La regaladera
populista no saca de abajo a los pobres, los hace parte de una legión inmensa
de limosneros vividores y sumisos. Porque, pobre que salga de su estado
(proletario) para entrar en la clase media (supuesta burguesía) se convierte en
enemigo de la revolución.
Lo de las invasiones y expropiaciones de haciendas, industrias y
comercio, tiene como finalidad darle protagonismo a la supuesta clase sufrida
para que sean ellos los que en apariencia arruinen al país con su incapacidad
innata para la gerencia empresarial,
estudios de mercadeo, flujo de caja, ahorro y previsión para el futuro.
El toque final lo realiza el Gobierno con la ruina
sistemática y premeditada de las industrias básicas del país para así imitar a
Cuba cuyos habitantes son pobres y sumisos, pero ampliamente felices. Que oiga
quien tiene oídos...
garciamacgregor@gmail.com
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