martes, 3 de septiembre de 2013

ENRIQUE MELÉNDEZ OROPEZA, EL VACILÓN DEL MAGNICIDIO

         Yo estoy por creer que esta gente que nos gobierna es un vacilón. Es decir, hay truculencias que ellos inventan, que saben que la opinión pública se las va a batear; pero que a falta de imaginación, ellos las repiten, de vez en cuando, de acuerdo a ciertas circunstancias; como es el caso del magnicidio; que es el tópico que nos ocupa en estos momentos; como decir, al que no le gusta sopa, le dan doble ración.
         Constituye una ladilla; porque uno tiene que referirse a ellos no queriendo; es decir, con plena conciencia de que es lo que persigue el gobierno; que uno se esté refiriendo a un asunto que no es sino paja; que uno caiga en este terreno sin querer, queriendo, digamos mejor, puesto que uno termina víctima también de esa paradoja, habida cuenta de que la incitación es muy grande.
         Claro, aquí quienes participan de la risa, como buenos vaciladores son los Castro; de cuya marca es esta estrategia, o sea, del presidente condenado a morir a balazos (“el pobre”, hace suspirar a algunos la especie); que es como pretender asesinar al pueblo, y es por esto que recalcan lo del magnicidio, ya que él es el pueblo; como decir: después de este señor, el diluvio, y que es lo que ha estado en boca de Nicolasote en estos días: “Si yo muero, enseguida, se desatará la guerra en Venezuela”.
         Se pudiera decir que entre los anuncios, que le han puesto los Castro a Nicolasote en su decálogo, para ser procónsul de ellos aquí en Venezuela, es el relativo la debelación de un atentado contra él por parte de la burguesía apátrida.
         Que es el plato que nos han servido en estos días; pero de una manera muy burda, y es por eso que se ha tomado más a broma que a otra cosa. Enseguida la suspicacia del venezolano levantó vuelo, e hizo humor con aquello que dijo Diosdado de que le aconsejaron cambiarse la camisa roja, por otra de otro color, ya que las señas de su persona, que tenían los sicarios, destinados a quitarle la vida, era que se trataba de un sujeto de  camisa roja, puesto que también él iba a ser el blanco de esos balazos; destinados en primer lugar contra Nicolasote, y luego contra él.
         Pero lo más risible aún es ese elemento de indicio o de sospecha, como son las fotografías que, supuestamente, portaban ambos sicarios, que iban a participar del atentado, al momento de ser detenidos, de Nicolasote y de “Ojitos Lindos”; lo que le faltó a Nicolasote fue agregar que ya, para la fecha, aquellas fotografías, por el demasiado trajín de los tipejos, se habían vuelto muy ajadas en esos bolsillos de sus respectivos pantalones; lo que hubiera quedado más patético aún como prueba de eso que en derecho se conoce como la comisión de un delito.
         Yo me imagino a los Castro oyendo a Maduro, sonrisa de dulce de lechosa (parodiando a Chávez), ambos ancianos, mientras el novel procónsul, a la manera de un adolescente, les relata el arrebatón que tuvo fulano y perencejo de la MUD, cuando el gobierno informó sobre la detención de los dos sicarios, y hasta se picarán el ojo uno y otro hermano, cuando Nicolasote les cuenta que Borges, y que terminó por burlarse de ese indicio de la fotografía.
         Claro, se trata de una obra de teatro la que esta gente representa, y con plena conciencia de que lo están haciendo, y, repito, con plena conciencia de que también la opinión pública termina haciendo burla de todas las payasadas, que ellos dicen y hacen; porque nadie les cree, y todo el mundo les espeta que esos no son sino efectos para distraer la atención; conocen perfectamente que lo que están representando es una mala comedia, y que a uno como público lo ignoran, sólo que tienen que ceñirse a ese plan, porque ese es el guión que le han puesto; desde el mismo momento en el que Chávez denunció a un señor en Guayana, al comienzo de su gobierno, y a quien se le había incautado un arma, y cuyo propósito era acribillarlo con la misma; un señor que nunca apareció, como tampoco el arma, y la que Chávez, a propósito de su condición de militar, dijo de qué se trataba en términos de potencialidad; que es el teatro que le faltó a Maduro, al instante de referirse a las famosas fotografías de sus frustrados sicarios. Pero decía que desde aquella primera vez que Chávez gritó:
         -Mamá, me quieren matar aquí en Guayana.
         Desde ese entonces vinieron una y otra las debelaciones acerca de planes magnicidas, hasta llegar a esta de Maduro, es decir, trasmitida por ósmosis, digamos, esta sospecha mortuoria. ¿Armas? No es que no saben sembrar; es que lo hacen de una manera, que no le rinden honor a la mentira. Recordemos el atentado que se debeló que le iban a hacer a Chávez al momento en que iba a aterrizar en un determinado avión, que lo traía de viaje. Se sabe del plan porque en cierto lugar, cercano al aeropuerto encontraron una bazuca abandonada, y un croquis con las características del paisaje, por donde iba a pasar el avión presidencial. Un colega mío escribió por la prensa, por cierto, sobre esa bazuca, e hizo ver que era la misma arma que le habían sembrado a los esposos López-Acosta (Antonio y Haydee), una vez que les mataron a su hijo; cosa que ameritó un allanamiento a su casa de habitación; como fue la misma que le sembraron al doctor Enrique Tejera; acusado también de conspirar contra el gobierno, en un episodio, igualmente, de estos de forjamiento de situaciones, que conllevan a medidas extremas, como un allanamiento.
         La opinión pública pasa a jugar en esta obra teatral el papel, que jugaba el coro en el teatro griego, y el que se permitía juzgar a los personajes, sólo que sin ninguna autoridad. La opinión pública es ignorada o atropellada, porque detrás de todo esto no se esconde sino un preparativo de manipulación para alguna estocada que nos tiene preparada el gobierno. 
melendezo.enrique@yahoo.com

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