La
censura ha saltado la alambrada. El régimen extiende sus tentáculos para
asfixiar también a sus propios hijos.
Maduro -cuya condición de
"civil" fue exaltada por ingenuos y oportunistas como la posibilidad
de un "saludable giro político"- ha actuado nuevamente sin complejos.
En escasos cinco meses, el país ha experimentado un peligroso desmejoramiento
de la libertad de expresión.
Nunca estuvimos tan lejos del "debate de las
ideas", del cual se ha alardeado siempre con el cinismo de las grandilocuencias
entonadas en clave de fingida sobriedad.
El gobierno de "la sucesión"
reprime sin establecer distinciones: estrangula por igual a quienes les
adversan desde el campo de la alternativa democrática y a quienes,
candorosamente, intentan practicar la autocrítica revolucionaria. "El
heredero" no le saca el cuerpo al trabajo sucio y, a juro, ha decidido
convertirse en otro inapelable "hegemón".
El
escandaloso "caso Globovisión" -desde donde viejos políticos de
oficio diestros en "ires y venires" presumen de catedráticos de un
periodismo inmaculado y libre de "intereses particulares"- está
minimizando la dimensión del fenómeno. Lo que está ocurriendo trasciende por
mucho al infortunio de los colegas y televidentes del canal, a quienes el
gobierno ha sacrificado con la colaboración de una variada gama de vanidades
festejadas, prestas para transgredir el verdadero significado del "bien
común" y para matizar el drama del autoritarismo que ahoga a Venezuela. En
esa escala conviven esos vivísimos activistas devenidos en bobalicones
ejecutantes de una tal "neutralidad despolarizante", junto a sofistas
de mal empaque, empeñados en inventar teorías sobrevenidas acerca del rol de la
prensa en democracia.
También coinciden allí los solícitos auxiliares de la
movida financiera bolivariana, cuyos exponentes se han labrado un rico mundo de
relaciones, útiles en el lavado de sus reputaciones, además de otros tantos
figurines hábiles en el arte de las relaciones públicas... La reveladora
situación ha sido tan impúdica que ha apagado el eco de las graves censuras que
tienen lugar en los territorios endógenos del "proceso".
La
proliferación de denuncias sobre el silenciamiento de las voces bolivarianas
que cuestionan la gestión de Maduro describe la avanzada. No se les perdona que
exijan la identificación de las empresas de maletín beneficiadas por el Sitme
con el indebido otorgamiento de $20.000 millones, ni mucho menos las sospechas
deslizadas con inquietud sobre el avance de los modos -precisamente
"fascistas"- con los cuales el "heredero" intenta ocupar
los sagrarios del "proyecto". Algo malo está pasando cuando la misma
revolución desenchufa a sus más perseverantes y leales defensores.
Argelia
Ríos @Argeliarios
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