sábado, 31 de agosto de 2013

CARLOS ARMANDO FIGUEREDO, SOBRE LOS CAMBIOS DE NOMBRE

Me llegó un artículo de Juan B. Poquelin, que ignoro si se publicó, y que parciamente dice:

¿Qué hay en un nombre?
Por: Juan B. Poquelin

What's in a name? That what we call a rose
By any other name would smell as sweet;
So Romeo would, were he not Romeo call'd
Retain that dear perfection which he owes
Without that title…
William Shakespeare, Romeo and Juliet,
Act II, Scene II.

Lo profundo de los pensamientos expresados por William Shakespeare en sus obras, ya se trate de tragedias, comedias o poemas, es lo que ha contribuido más, sin lugar duda a la vigencia que esas obras tienen.  En los sistemas de educación media y superior de los países de la Mancomunidad Británica y en los Estados Unidos se le da una importancia fundamental al estudio del idioma inglés. No se concibe en ellos que un abogado, un médico, un ingeniero, un economista, un profesional de cualquier rama no tenga un conocimiento y dominio profundo del idioma inglés. Es por ello que, en toda carrera, si no se aprueban satisfactoriamente los cursos de idioma y literatura inglesa, resulta difícil graduarse.

En los cursos de literatura inglesa, el análisis de la obra integral de William Shakespeare es imprescindible.  Recuerdo que en mis años de juventud, cuando me preparaba para los exámenes del "baccalauréat" francés, tenía que aprobar el curso de inglés y literatura inglesa.  Tuve la suerte de contar con un profesor, de origen irlandés, cuyos conocimientos del idioma británico hacían que yo lo viera algo así como un hijo de Bernard Shaw quien, por lo demás había sido profesor suyo en Dublín.  Thomas Hughes —así se llamaba mi maestro— me hizo conocer la obra de Shakespeare y, en estos días, me volvieron a la mente sus enseñanzas.  Al trabajar la tragedia de Romeo y Julieta, analizamos muy a fondo la escena del segundo acto, en el vergel de Julieta. Tengo claro el pasaje relativo a la importancia de un nombre que se cita en el acápite y que en español dice así:

¿Qué hay en un nombre? Aquello que llamamos rosa
Igual dulce fragancia tendría con otro nombre;
Así, Romeo, aún sin llamarse Romeo
Retendría la cara perfección que es suya
Sin ese título…

Las anteriores disquisiciones literarias —por más que luzcan pedantes— tienen por objeto llamar la atención sobre la excesiva tendencia hacia los cambios de nombre en estos tiempos de asamblea constituyente.  Al leer el proyecto de Constitución presentado por el comandante Presidente de la República y los discursos de sus revolucionarios émulos —supuestos clones de Desmoulins, Brissot, Marat— uno observa esa clara voluntad de cambiar los nombres de las instituciones porque sólo así —según piensan las cabezas revolucionarias— el cambio es mejoría.

Los cambios de nombre del artículo de Poquelin se referían a los propuestos por Chávez con motivo de la asamblea constituyente pero ocurre que, en los casi 15 años de desgobierno tanto de Chávez como de Maduro los cambios de nombre son una constante. 

Ocurren cada vez que el líder totalitario se da cuenta de que una institución no funciona o cuando quiere que se olvide lo hecho por las instituciones de la democracia. 

Es así como los ministerios ahora se llaman “del Poder Popular”; los mismos ministerios del poder popular cambian también de nombre y, por ejemplo, el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia ahora se llama Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia y Paz, pero sigue siendo incapaz de manejar las relaciones interiores, sigue acabando con la justicia y nada hace para promover la paz; lo que era antes Instituto Nacional de Capacitación Educativa (INCE) ahora se llama Instituto Nacional de Capacitación Educativa Socialista (INCES) —durante la democracia, el INCE formaba técnicos competentes en diversos sectores, muy necesitados por el país pero ahora, el INCES está destinado a las comunas y sirve para el adoctrinamiento comunista.

Ahora a todo se le agrega el nombre “bolivariano” o “bolivariana” pero eso no trae ninguna mejoría porque no tiene nada que ver con las ideas democráticas del Libertador.

Ponernos a enumerar los cambios de nombre que han ocurrido y siguen ocurriendo en el socialismo del siglo veintiuno llevaría páginas; basta con decir que con otro nombre el PSUV pretende que lo que estaba mal va a ser mejor o hacer que se olvide lo bueno del pasado. ¡Qué equivocado está!

figueredo.carlosar@gmail.com

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