A la
supuesta “campaña” contra la corrupción emprendida por el ilegítimo hay que
aplicarle el refrán criollo que dice “cachicamo diciéndole a morrocoy
conchudo”. ¿Con qué autoridad el gobierno puede pretender abolir la corrupción
en el país cuando la principal fuente de corrupción está, precisamente dentro
del régimen?
Son
innumerables las denuncias sobre casos de corrupción en los cuales aparecen
involucrados funcionarios, parientes de funcionario, militares de alto y mediano rango, amigotes y protegidos.
Compra de
inmuebles de lujo en el Este de la capital y en zonas privilegiadas de ciudades
del interior y en el exterior,
particularmente Miami; compra de vehículo lujosos, generalmente blindados;
cuentas multimillonarias en bancos del exterior; cobro de comisiones en
operaciones de adquisición de bienes para el Estado o empresas públicas;
manipulación de las instituciones públicas, chanchullo en los procesos
comiciales. Estas son, someramente, algunas de las formas de corrupción que se
practica en los diversos niveles y diferentes ámbitos dentro de los que se
mueven el alto, medio y bajo gobiernos.
Nunca, en
la historia de este sufrido país nuestro había habido tanta corrupción. Se dice
que en los gobiernos de la mal llamada “cuarta república” hubo corrupción. Si
la hubo, aquello, comparado con lo que sucede hoy día, fue nimiedad, una
insignificancia. La generalidad entonces era que el funcionariado público
compuesto de personas provenientes de toda la gama de la sociedad, era gente
honesta, respetuosa de la propiedad del Estado. Hoy día prevalece el
malandrismo en la administración pública. En su mayoría personas que nunca
tuvieron nada y que, de pronto se encuentran ocupando cargos y prestando
servicios a un régimen que les permite robar impunemente.
La
corrupción es un medio para comprar lealtades y un recurso para adquirir
autoridad y poder. Pero el régimen lo utiliza principalmente como un
instrumento de persecución política. Todo dirigente de la oposición que tenga
una proyección nacional es susceptible
de ser acusado de corrupto sin que la acusación llegue a ser sustanciada con
evidencias. Por lo general, los
encargados de dirigir las instituciones responsables de proteger el erario y la
integridad del tesoro público, están, ellos mismos, implicados en actos de
corrupción y resulta ilusorio pensar que puedan actuar para perseguir a los
corruptos.
El
ilegítimo anunció la conformación de un “equipo secreto anticorrupción caiga
quien caiga’. ‘Ahí vamos, estamos preparando un mapa integral de lucha contra
ese flagelo”. Después habló de la creación de una comisión que actuará con mano
férrea contra los corruptos. Después anunció que se promulgará una nueva ley
anticorrupción en la cual se contemplarán nuevas formas de corrupción y se
estipularán penas más drásticas para los corruptos y para ello solicita a la
Asamblea Nacional que lo habilite con poderes especiales para luchar contra la
corrupción.
Por
supuesto que esas iniciativas fueron bien recibidas (con fuertes reservas) por la sociedad. Pero, como era de esperarse, es pura habladuría hipocresía,
teatro, farsa.
Algunos
chivos expiatorios han sido sacrificados.
Funcionarios y ex-funcionarios de cuarto o quinto nivel han sido
destituidos, inculpados o detenidos por actos de corrupción. Pero eso no ha
sido sino una cortina de humo para hacer creer que efectivamente se está
actuando con severidad.
El
principal uso que se hace de la campaña anticorrupción es emplearlo para lanzar
al voleo acusaciones y denuncias infundadas contra figuras de la oposición,
fabricar expedientes espurios para abrir
averiguaciones, realizar allanamientos o/y dictar privaciones de libertad sin
que se cumplan los extremos legales.
Esto es
la más patente demostración del pánico
que reina dentro del oficialismo ante el firme avance y la consolidación del
bloque opositor. El ilegítimo pretende debilitar a la disidencia imprimiendo en la población
ingenua la imagen de que donde radica la
corrupción es en las filas de la oposición. “El jefe de la oposición venezolana
es el más corrupto de la historia”. “La hipocresía y falsedad de la burguesía
amarilla es proporcional a su corrupción, son una caricatura trágica-cómica”.
Mientras
tanto, los verdaderos peces gordos de la corrupción – enchufados, como los
llama Henrique Capriles –, los altos funcionarios civiles y militares
permanecen indemnes en sus posiciones, donde continúan impunemente
usufructuando lo que han robado y siguen robando al Estado bajo la mirada
complaciente y cómplice del ilegítimo sin que sea posible hacer nada contra esa
rapacería, porque entre los principales corruptos figuran precisamente miembros
del poder judicial que deberían proteger al Estado de la expoliación a que se
encuentra sometido.
@taylhardat
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