viernes, 23 de agosto de 2013

ADOLFO R. TAYLHARDAT, CORRUPCIÓN

A la supuesta “campaña” contra la corrupción emprendida por el ilegítimo hay que aplicarle el refrán criollo que dice “cachicamo diciéndole a morrocoy conchudo”. ¿Con qué autoridad el gobierno puede pretender abolir la corrupción en el país cuando la principal fuente de corrupción está, precisamente dentro del régimen?

Son innumerables las denuncias sobre casos de corrupción en los cuales aparecen involucrados funcionarios, parientes de funcionario, militares de alto  y mediano rango, amigotes  y protegidos.

Compra de inmuebles de lujo en el Este de la capital y en zonas privilegiadas de ciudades del interior  y en el exterior, particularmente Miami; compra de vehículo lujosos, generalmente blindados; cuentas multimillonarias en bancos del exterior; cobro de comisiones en operaciones de adquisición de bienes para el Estado o empresas públicas; manipulación de las instituciones públicas, chanchullo en los procesos comiciales. Estas son, someramente, algunas de las formas de corrupción que se practica en los diversos niveles y diferentes ámbitos dentro de los que se mueven el alto, medio y bajo gobiernos.

Nunca, en la historia de este sufrido país nuestro había habido tanta corrupción. Se dice que en los gobiernos de la mal llamada “cuarta república” hubo corrupción. Si la hubo, aquello, comparado con lo que sucede hoy día, fue nimiedad, una insignificancia. La generalidad entonces era que el funcionariado público compuesto de personas provenientes de toda la gama de la sociedad, era gente honesta, respetuosa de la propiedad del Estado. Hoy día prevalece el malandrismo en la administración pública. En su mayoría personas que nunca tuvieron nada y que, de pronto se encuentran ocupando cargos y prestando servicios a un régimen que les permite robar impunemente.

La corrupción es un medio para comprar lealtades y un recurso para adquirir autoridad y poder. Pero el régimen lo utiliza principalmente como un instrumento de persecución política. Todo dirigente de la oposición que tenga una  proyección nacional es susceptible de ser acusado de corrupto sin que la acusación llegue a ser sustanciada con evidencias.    Por lo general, los encargados de dirigir las instituciones responsables de proteger el erario y la integridad del tesoro público, están, ellos mismos, implicados en actos de corrupción y resulta ilusorio pensar que puedan actuar para perseguir a los corruptos.

El ilegítimo anunció la conformación de un “equipo secreto anticorrupción caiga quien caiga’. ‘Ahí vamos, estamos preparando un mapa integral de lucha contra ese flagelo”. Después habló de la creación de una comisión que actuará con mano férrea contra los corruptos. Después anunció que se promulgará una nueva ley anticorrupción en la cual se contemplarán nuevas formas de corrupción y se estipularán penas más drásticas para los corruptos y para ello solicita a la Asamblea Nacional que lo habilite con poderes especiales para luchar contra la corrupción.

Por supuesto que esas iniciativas fueron bien recibidas (con fuertes reservas)  por la sociedad. Pero, como era  de esperarse, es pura habladuría hipocresía, teatro, farsa.

Algunos chivos expiatorios han sido sacrificados.  Funcionarios y ex-funcionarios de cuarto o quinto nivel han sido destituidos, inculpados o detenidos por actos de corrupción. Pero eso no ha sido sino una cortina de humo para hacer creer que efectivamente se está actuando con severidad.

El principal uso que se hace de la campaña anticorrupción es emplearlo para lanzar al voleo acusaciones y denuncias infundadas contra figuras de la oposición, fabricar expedientes espurios  para abrir averiguaciones, realizar allanamientos o/y dictar privaciones de libertad sin que se cumplan los extremos legales.

Esto es la más patente demostración  del pánico que reina dentro del oficialismo ante el firme avance y la consolidación del bloque opositor. El ilegítimo pretende debilitar a la  disidencia imprimiendo en la población ingenua la imagen de que donde  radica la corrupción es en las filas de la oposición. “El jefe de la oposición venezolana es el más corrupto de la historia”. “La hipocresía y falsedad de la burguesía amarilla es proporcional a su corrupción, son una caricatura trágica-cómica”.

Mientras tanto, los verdaderos peces gordos de la corrupción – enchufados, como los llama Henrique Capriles –, los altos funcionarios civiles y militares permanecen indemnes en sus posiciones, donde continúan impunemente usufructuando lo que han robado y siguen robando al Estado bajo la mirada complaciente y cómplice del ilegítimo sin que sea posible hacer nada contra esa rapacería, porque entre los principales corruptos figuran precisamente miembros del poder judicial que deberían proteger al Estado de la expoliación a que se encuentra sometido.

@taylhardat

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