En
un reciente programa de televisión, un animador, que actuaba más bien como un
agitador, extranjero, desde la comodidad de su estudio, sin entender nuestra
realidad, presionaba a un opositor, como buscando sangre para animar un reality
show, preguntándole repetidamente
"¿Es o no es dictador"?
El
muerto, aun cuando democráticamente elegido, por lo menos según su concejo
electoral, a cuenta de cómo usaba la chequera petrolera, la cual es el
instrumento de poder dictatorial por excelencia en Venezuela, ése sí actuaba
como un dictador. El actual, el ocupador, el ilegítimo, a quien todo el qué
decir y el qué hacer se le dicta, y sólo se le permite elegir qué tejido
tricolor ponerse cuando viaja al exterior, como para echárselas de místico, ése
podrá ser un títere de dictador, pero no un dictador.
Ahora
bien, eso de que le hayamos entregado nuestras resultas petroleras al Estado,
para que quienes no les ha costado ningún esfuerzo extraerlas las administren,
un absoluto sinsentido, eso sí nos garantiza vivir en una dictadura económica.
La
pregunta que nos debemos es: las elecciones, hasta suponiéndolas perfectamente
pulcras... ¿son más importantes como el instrumento de todos nosotros para
elegir a quienes nos habrán de gobernar, o son más importantes como el instrumento,
de unos pocos, para acceder a los poderes que van con el gobernarnos? Y lo pregunto, por cuanto me parece que de
una manera u otra, y por cierto no solo en Venezuela, puede haber algo en el
proceso democrático que no conduce a que los mejores nos gobiernen. ¿Será que
los mejores no están tan dispuestos a negociar sus gobiernos?
Adicionalmente,
en condiciones normales, cuando el Estado opera en base a las contribuciones
fiscales de sus electores, los elegidos, el día después de las elecciones, siguen
debiéndose por lo menos en algo a los ciudadanos; mientras que, en Venezuela,
el día después de las elecciones, cuando los elegidos toman posesión de la
chequera petrolera, somos los ciudadanos quienes terminamos debiéndonos más a
quienes nos gobiernan.
Y
esta realidad nuestra significa que los cambios de quienes nos gobiernan, no
pasan de ser simplemente unos cambios de protagonistas, de la misma película,
con guiones parecidos. Y eso ciertamente le resta fuerza al ímpetu nacional de
solicitar cambios por vía de una protesta social. En otras palabras para que
una sociedad reclame cambios por vías que puedan ser peligrosas, probablemente necesita sentir que del otro
lado del río espera, o un botín, o algo inmensamente mejor que merece
arriesgarse.
Por
ejemplo si a mí me dijeran que al otro lado del río se encuentra la repartición
de las resultas petroleras a los ciudadanos, con lo cual los venezolanos se
librarían de la dependencia del Estado, ahí de repente podría justificarse una
guerra, ya que ahí sí estaríamos hablando de una verdadera Guerra de
Independencia.
De
nuevo me enviarán mensajes del tipo "Sólo se gastarían sus resultas
petroleras en aguardiente". De nuevo les aseguraré que no. La mayoría
sabrá mejor qué hacer con su cuota parte de las resultas, de lo que el Gobierno
sabe hacer con todas estas. Y además, aun cuando así fuese, quizás es mejor un
país de borrachos libres, que uno con domesticados y subyugados abstemios.
PS.
Si te dan un regalo y lo extraes de su envoltura ¿has producido un regalo? Pues
no. De la misma manera, cuando extraemos un barril de petróleo, no hemos
producido un barril de petróleo.
perkurowski@gmail.com
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