lunes, 29 de julio de 2013

MILAGROS SOCORRO, MUCHOS MÁS, PROMESAS EN EL ZULIA

Cada vez que va al Zulia promete que su gobierno acabará con el contrabando de extracción. Desde luego, el saqueo de Venezuela por todas las orillas sigue a todo vapor; y no sólo el que perpetra Cuba con el auspicio de la revolución y el Alto Mando Militar, también el que sigue la ruta de Colombia. Nadie le hace caso. Los “bachacos” persisten alegremente en su negocio de adquirir productos a precios regulados y venderlos al otro lado de la frontera con ganancias exorbitantes.
La flagrancia del desacato le recuerda que no es Presidente. Debe parecerlo. Y su escuela de simulación lo enseñó a salir del compromiso con una declaración a un tiempo vacía y altisonante. Es así como Nicolás Maduro fue hace unos días a Maracaibo y, entre el fragoroso ir y venir del bachaqueo, amenazó con que habrá cien años de chavismo en Venezuela (por cierto, una rebaja de la pena, puesto que Chávez hablaba de un cuarto Reich de mil años).
Pero qué es el chavismo. El propio Chávez no contribuyó a arrojar luz sobre este problema, puesto que se definió de muchas maneras, incluso contradictorias entre sí: bolivariano, aliado de Saddam Hussein y Muamar Gadafi, maoísta, pro iraní, allendista, segundo Fidel Castro pero a la vez “antidictador”, marxista “sin haber leído El capital”, zamorano, “peronista profundo”, demócrata lo mismo que defensor del tirano de Zimbabue, Robert Mugabe; y al principio aseguró que compartía las tesis de Carlos Matus, de quien dijo, en entrevista con Mempo Giardinelli y Carlos Monsiváis, sostenida en 1999, haber “leído bien”. 

Carlos Matus fue un economista chileno, ministro de Economía de Chile en el gobierno de Allende, quien murió en Caracas en 1998. Recibido en Venezuela con la generosidad que el país brindaba a los perseguidos por las dictaduras militares de esos años, Matus ingresó como investigador del Cendes nada más llegar a este país, en 1975; fue asesor del entonces ministro de Hacienda, Héctor Hurtado, y desempeñó altas responsabilidades en ese despacho, a lo largo de varios años. La precisión viene al caso, puesto que Chávez se declaró partícipe del pensamiento de Matus, quien fuera consultor de Cordiplan y asesor del VII Plan de la Nación.

Semejante picadillo podría conducir a la certeza de que el chavismo es todo y es nada. En realidad, es el cruce de dos tragedias: la secular imantación de las masas venezolanas por el despotismo y el proyecto castrista de echarle garra a Venezuela. Fecundado en esa encrucijada, el chavismo tiene más de cien años. Muchos más. Es tan viejo como la paradoja venezolana: un país siempre en busca de la modernidad y siempre anclado en el atraso militarista.

Hace 110 años, Delfín Aurelio Aguilera escribió, durante su presidio en La Rotunda, esta instantánea del país de su época: 

“Los ladrones más visibles suelen ser los más gritones, a los que hacen coro esos rateritos de minucias, siempre prontos a gritar viva quien vence, descubridores de genios y propagadores de virtudes inéditas en cada desconocido llegado no se sabe cómo, de la noche a la mañana, a una posición política elevada. El sujeto que ve holgarse una situación monetaria que no tenía y se oye ensalzado por individuos que él tiene el instinto de que valen más que él (por más que él no valga nada), llega a creer que es un genio que tiene esas facultades que le encomian; y ya entonces, para revelarse mejor, lo menos que hace es pedir un policía que le sirva de portero”. 

Como se ve, ya en 1903 había quedado retratado el chavismo y el propio Chávez, así como sus secuelas, tipos como el emir del Furrial y el gris Maduro.

Ortega y Gasset escribió que: “La moneda falsa circula sostenida por la moneda sana”. Es trocha que nos lleva a augurar que el chavismo, ese atavismo con incrustaciones de la tiranía cubana, esa antigualla que, como hemos intentado demostrar, tiene mucho más de un siglo de andadura y destrucción, ha circulado en los hombros de un sólido anhelo de legalidad, institucionalidad y liberalismo, que terminarán por imponerse en Venezuela cuando se haya disipado esta última recurrencia primitiva.

No olvidar que hace apenas un año, el difunto ahora “galáctico”, dijo, en un acto militar: “Quien no es chavista no es venezolano”. No es el primero que intenta dejar sin bandera a quienes, como Delfín Aguilera en tiempos del Cabito, aceptamos al tirano “de verdugo, pero no de protector”.

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