Vociferan
que Dios ha muerto, que si el ser y la nada, que si el fin de la historia y el
horóscopo Maya, que ya viene la desaparición de la especie y las predicciones
de Nostradamus son exactas. ¡Apocalipsis now, pues! Son lápidas colectivas,
tsunamis icónicos que la humanidad se ha inventado para enseñar rencores,
rabias y esperanzas. En el fondo imagino que por miedo a que lo anterior ocurra
o sea verdad. ¡Cancelado, vade retro! Considero que es útil pensar en esas
visiones dantescas sobre nuestro destino sean o no resultado de hechos
concretos y plenamente confirmados con y frente a nuestras propias narices. Uno
de ellos se refiere a la ruptura de una manera de entender y sentirse seguro en
el mundo, una concepción de la historia casi ya que mitológica en la que creen,
cada día menos a pié juntillas, los ciudadanos. Se trata en este caso de
sustentar que es verídico e insustituible el poder y el control que el Estado
ejerce sobre las instituciones, la sociedad, los individuos y ante sí mismo, en
un territorio específico. Y que estos elementos constitutivos ya señalados y
otros más como son el idioma compartido, valores y sentidos comunes, se
encontrarían fundidos en un continente que es el de la soberanía. Contenidos y
continente sintetizados y además que todo ello es por el bien de todos.
BRUJULA LOCA |
Pues
bien o pues mal resulta que en la práctica esa supuesta realidad estatal ha dejado
de ser a pesar de los esfuerzos que el Estado realiza para mantenerse a flote
frente a la deriva de sus puntos cardinales de orientación que dejaron de estar
donde antes eran.
Ha
sido una derrota histórica que le ha propinado no la lucha de clases sino la
realidad, no la violencia partera de la historia, sino el desencanto cotidiano
de la muchedumbre por su marcada incompetencia para resolver, que para eso en
buena parte existe, los problemas del común, que han ido multiplicándose
material, cultural y espiritualmente.
Y
en esas se ha enjaulado sobre sí mismo, como un caracol deprimido o asustado,
monopolizando, controlando, limitando, espiando, hasta a sí mismo.
Bajo
estas circunstancias es que han aparecido, no nos extrañemos pues de ello, esos
supuestos adalides de la libertad, cristos de la informática en tiempos de
globalización, Robin Hoods de la cibernética, Martín Valientes en clave Morse,
Julián Assange y Edward Snowden, que pretenden salvar al mundo de la extinción
de la vida privada e íntima que según ellos están siendo invadidas desde el
poder. Ellos son expresión de esas contradicciones que enseña el Estado más
rutilante del planeta, los Estados Unidos, aunque no el único, que por tratar
de controlarlo todo en razón de sus naturales miedos internos y externos,
producen estos engendros mediáticos. Y hay quienes pretenden crucificarlos en
vivo y directo en las hogueras de Silicon Valley acusándolos de traidores a la
patria, con lo cual se les estaría extendiendo alfombra roja para ser trasladados
directamente a la eternidad con un desproporcionado título de redentores de la
humanidad. A todo esto sucede que más bien por estas latitudes, Ecuador,
Nicaragua, Bolivia, Cuba y Venezuela, los queremos salvar arropándolos con la
frase cosmogónica de:”América Latina es territorio humanitario”.
Con
semejante papelón de comparsa, cómo va a sorprenderse uno de que aparezcan esos
fantasmas de anime. Que viva más bien James Bond, el agente 007, y “a
esconderse que viene la basura”
leandro.area@gmail.com
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