jueves, 18 de julio de 2013

LEANDRO AREA, COLOMBIA, TIERRA QUERIDA

Colombia ha dejado de ser un país vecino para convertirse en territorio y razón de intrigas y cuentos, en un affaire más y mercenario, propicio a nuestra volátil realidad y  proclive a los intereses del gobierno venezolano. 
Tiene tiempo en eso, es verdad, pero en los últimos años es cuando más se le mira. Hay en Colombia una irrefrenable necesidad de reconocimiento, de lavarse la cara ante el mundo. Quiere dejar de ser, de cargar con su INRI, deslastrarse de su perfil cachaco, rural, ensimismado, cafetero y leguleyo; fumigar su imagen guerrillera, cruel y violenta, narcotraficante, esmeraldera e irrespetuosa de los derechos humanos. 
Para ello ha enarbolado no sé cuántas banderas por la paz  junto a los concursos de belleza  de la Señorita Colombia, la de sus exquisitas flores para la exportación, la de su premio Nóbel (recuerdo al Gabo diciendo “es que no quiero que me usen”), sus textiles, su capacidad para involucrarse, con razón o sin ella, en cuanto organismo internacional exista, incluso en la OTAN, en donde no podía. Pero con todo y ese esfuerzo, que no es poco, se le ve la costura al desencuentro que sostiene consigo misma como nación. A esa velocidad hiperquinética la paz se ha convertido en un mito estrambótico, en una mercancía figurada.
Los últimos representantes de su élite política, hablo sin pormenores ni diferencias de estilo de los presidentes Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos, estuvieron dispuestos a entregar lo que fuera a cambio de la Paz. En esas, como un pajarito, se les presentó Hugo Chávez, a quien debieron percibir desde las alturas de Santa Fe de Bogotá como un joker reilón, socialistoide, costeño, petrolero y manejable. De intruso pasó a ser comodín. De comodín a karma. A partir de entonces Colombia es otra y su relación con Venezuela se ha convertido en un menú de novelones fileteados por entrega con un rating que ni “Las Juanas”.
Y en estas de “mi nuevo mejor amigo”, el gobierno venezolano, minero contra agricultor, aprendió bajo la batuta del cubano, a perderle el respeto y a chantajearlo. 
Conocidas sus carencias y su ambición por la plata, la paz, la pólvora, las exportaciones y otros vallenatos, lo maneja a su antojo, gusto y medida; lo pone a pedir cacao a cambio de dólares, lo obliga a legitimarlo, y cuando invita soberano al líder de la oposición, lo extorsiona histérica con el cartapacio de presuntos planes magnicidas, que si Carmona, que si los 18 aviones de guerra para atacar a Venezuela y eliminar a Maduro. Se han inventado, truculencias, a todo un ejército enemigo en suelo de mi General Santander, el Hombre de las Leyes, cuando la verdad es que la guerrilla colombiana es la que opera y descansa aliviada en territorio bolivariano. 
Colombia anda desorientada en manos de la ambición del reeligiente, que se pasea ahora por Israel, muy glamoroso él, dándose bomba, mientras Garzón, el Vicepresidente, solicita muy comedido que intervenga la ONU por el bien de quién sabe.
leandro.area@gmail.com
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