El ministro, con eso de que tenemos el "salario más alto, voluminoso, abundante, extraordinario y significativo de la historia” me ha creado un problema con mi mujer, me acusa de pichirre.
Cuando uno oye y ve a altos funcionarios del
gobierno, incluido el que funge como presidente, y a dirigentes y miembros del
partido oficial hablando u opinando sobre las universidades queda un tanto
confundido sobre cuál será el concepto que ellos manejan sobre estas
instituciones.
Algunas veces pensamos que dado el hecho de que este es un
gobierno que su más acertada definición podría ser la de régimen
“militar-cívico”, no solo por la alta presencia de militares, activos y
retirados, en la administración pública y la herencia del denominado
“comandante supremo y eterno” sino por su manera de ejecutar o conducir las
cosas de Estado, ellos deben pensar, intuir, que todo conjunto de ciudadanos
agrupados en una institución cualquiera deben ser conducidos, tratados, idénticamente igual a como se hace en los
cuarteles. Una sola persona da las órdenes, el que se supone es el jefe, y el
resto debe cumplirlas sin chistar: Sí mi “tal cosa”; entendido mi “cual cosa”;
ordene mi “perencejo” y así sucesivamente, todo ello a pies juntillas, valga
decir firmes.
Eso lo veíamos con frecuencia, en vivo, cuando el teniente
coronel desparecido daba las órdenes a sus ministros y demás funcionarios y la
forma como estos respondían y acataban dichas órdenes. Igual sucede ahora con
el nuevo “comandante en jefe” que a punta de trinos de pajaritos lo trata de
emular.
Abriendo un paréntesis, podemos decir que en este último caso eso de
“acatar” no se está muy claro, porque ahora el gobierno anda por la libre. Cada
quien hace lo que le viene en ganas. Nadie la para al susodicho “comandante en
jefe”. Como decíamos en anterior paraninfo no hay gallo en el corral y por lo
tanto las gallinas andan alebrestadas.
Por todo lo anterior, se nos antoja necesario
y oportuno, transcribir el artículo 1 de la Ley de Universidades, a ver si
algunos de los altos jerarcas del régimen, los uniformados y en especial el
propio presidente y el ministro del ramo, lo leen y lo asimilan:
“La Universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”.
Esta hermosa y sabia definición, que de paso es universal, no tiene
nada que ver con la de un cuartel (edificio destinado a dar residencia a los
soldados. Soldado, individuo que se ha alistado, voluntariamente o en
cumplimiento de un servicio militar obligatorio, en las fuerzas armadas de un
país).
En el primer caso el grupo de ciudadanos se reúne dentro de un claustro
para obtener conocimientos, buscarlos, investigar, discutir, discernir,
criticar, poner en dudas, de forma libre
y democráticamente, sobre todo lo creado por el ser humano y tratar de generar
nuevos. Allí no existe, no cabe, eso de
“si mi rector”; “si mi decano”; “si mi profesor”.
En el otro, y de allí la
confusión de estos señores, todos son órdenes; uno manda y el resto obedece. En
el primer caso la jerarquía se gana estudiando, investigando, escribiendo. En
el segundo prevalece la antigüedad y según algunos mal hablados, en nuestro
caso, el jalamecatismo.
En todo caso ambas instituciones y guardando las
distancias, son importantes para un país, pero no son iguales ni pueden
manejarse ni dárseles el mismo trato. Eso de universidad militar suena
contradictorio, como sonaría incompatible un cuartel universitario. En la
universidad se enseña a pensar; en los cuarteles se ensaña a matar.
No sé si sería mucho pedir que estos señores
del gobierno puedan entender que un país puede existir sin fuerza armada, sin
cuarteles, pero no puede existir sin universidades.
Yo sé que para una gente
que todavía cree que el comunismo, en especial el castro-comunismo, pueda tener
vigencia, pueda ser una vía de resolverle problemas a un pueblo, es difícil que
entienda esto, pero los universitarios,
aprovechando esta coyuntura de la actual crisis, debemos intentarlo por todos
los medios posibles. Usando un viejo aforismo, sin que se me mal interprete,
“las letras con sangre entran”.
Iolaizola@hotmail.com
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