La
iglesia católica tiene en Venezuela una reconocida autoridad moral que le
permite intervenir en los procesos sociales y políticos. Siempre lo ha hecho
con gran acierto y prudencia. Un buen ejemplo de esta realidad fueron las posiciones firmes y valientes que
tuvieron ilustres pastores como Salvador Montes De Oca y Rafael Arias Blanco al
enfrentar con decisión y valentía las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos
Pérez Jiménez. Esa autoridad moral es la razón por la cual los venezolanos han
visto con optimismo el inicio de un diálogo entre la Conferencia Episcopal y
Nicolás Maduro. Dolorosamente, debo también decir que la audiencia que le fue
concedida por el papa Francisco no ha sido bien percibida por los venezolanos
al considerarse que no era el momento oportuno para esa conversación.
Hace algunas semanas publiqué un artículo que
titulé “el riesgo de negociar”. Allí expresé que “dialogar con el chavismo es
un inmenso riesgo… Lo demostró el importante fracaso que tuvo la Coordinadora
Democrática, después del 11 de abril de 2002. Hugo Chávez regresó de La
Orchila, dándose golpes de pecho para demostrar que pensaba rectificar. La
dirigencia de la oposición cayó en la celada…Utilizó a los ex presidentes
Carter y Gaviria, para que sirvieran de intermediarios, ofreciéndoles todas las
garantías que ellos exigieron para después violarlas descaradamente”. Nuestro
pueblo piensa que ahora se puede tratar de utilizar la figura querida y respetada
del papa Francisco para tratar de legitimar un régimen que cada día
se encuentra más cuestionado en su origen electoral.
La
única manera que existe para hacer desaparecer tan inconveniente percepción es
lograr alcanzar algunos éxitos indiscutibles que demuestren la voluntad de
Nicolás Maduro de producir un verdadero cambio en la actual situación política.
Un primer paso, que está a la vista, es la promulgación de una ley de amnistía
que permita la libertad inmediata de los
presos políticos y el regreso al país de todos los exiliados. Esta medida es
muy importante, pero no es suficiente. Se requiere además designar al nuevo
Consejo Nacional Electoral, guardando un perfecto equilibrio entre gobierno y
oposición, designar previo acuerdo en la Asamblea Nacional al contralor general
de la República y revisar de inmediato la Ley de Responsabilidad Social en
Radio y Televisión para evitar el abuso de
la propaganda del Estado.
Después
de alcanzar con éxito estos primeros pasos, se debe iniciar una amplia
negociación entre gobierno y oposición que tenga como garante al propio papa
Francisco. Esta negociación debe hacerse directamente entre representantes del
gobierno y la oposición con presencia de los directivos de la Conferencia
Episcopal, exigiéndole al chavismo que reconozca públicamente la imposibilidad
de establecer en Venezuela una hegemonía política. Un país dividido en dos
partes iguales, con ideas totalmente contrapuestas, lo limita totalmente. Al
contrario, están dadas las condiciones para crear y establecer un sistema
político pluralista que permita la convivencia de los venezolanos. La primera y
más importante exigencia de ese sistema político es la alternancia republicana
a través de elecciones transparentes y equitativas.
Esas conversaciones requieren de un punto
inicial. Estoy convencido que ese punto debería ser retrotraer a Venezuela a la
constitución de 1999, dejando sin efecto, a través de los medios legales que
corresponda, las leyes habilitantes y la
enmienda constitucional que estableció la reelección indefinida. Un punto
fundamental es revisar la actual politización de la Fuerza Armada, haciendo
respetar cabalmente el artículo 328 que establece que “la Fuerza Armada está al
servicio de la Nación y en ningún caso
al de persona o parcialidad política”, transformando a la Milicia Bolivariana,
en reservas dependientes de cada Fuerza y rechazando cualquier presencia
extranjera en sus cuadros de mando. Otro aspecto a resolver es la escogencia de
idóneos magistrados para constituir el Tribunal Supremo de Justicia.
En un sistema político pueden convivir dos
maneras de pensar totalmente contrarias si se fortalecen los valores
democráticos y si se establecen procedimientos electorales aceptables para
todas las fuerzas políticas. También es posible lograr un programa de gobierno
en que las dos maneras de pensar alcancen acuerdos en aspectos fundamentales que beneficien al
país. La crisis que vive Venezuela es muy grave. Requiere del esfuerzo de todos
para encontrarle una verdadera solución que permita enfrentar los grandes
problemas nacionales. La Conferencia Episcopal ha aceptado el reto de buscar
una alternativa pacífica a la crisis nacional. No estoy seguro que Maduro lo
haya hecho. Ojala que no esté buscando ganar tiempo. Su gobierno es demasiado
débil para arriesgar su estabilidad. Es el momento del diálogo y no de la
confrontación…
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich
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