Los venezolanos decentes no comparten, no
desean este modelo de ejercicio del poder ni para éstas, ni para las futuras
generaciones.
Cada día es más evidente que el Socialismo
del S XXI ha sido la entrega de lo que fue la República de Venezuela, su gente
y sus recursos, al régimen cubano a cambio de poder por siempre para la
nomenclatura criolla, mientras no caiga en desgracia como los que han
desertado.
A pesar del poder ejercido en la fortuna mal
habida, la hegemonía comunicacional y de los silenciados en el camino, la
verdad prevalecerá y la nomenclatura jamás logrará algo que ni el poder ni el
dinero pueden comprar: el respeto de la gente decente. Ella repudia la
inmoralidad y valora a quienes luchan por la libertad, que en su momento serán
reivindicados por la historia.
Las personas trascienden cuando se preocupan
y ayudan al otro, cuando le dan sentido a su vida a través de la búsqueda del
bien común, personajes como Lorens de Arabia, Martin Luther King, Nelson
Mandela, la Madre Teresa de Calcuta, El Papa Juan Pablo II, el Papa Benedicto
XVI, Albert Einstein y tantos otros son recordados con admiración y
agradecimiento por sus aportes a la humanidad. De los que han ejercido el poder
como fin no queda ningún recuerdo ni reconocimiento.
No existe humanismo en quien usa el poder
para dañar y destruir en vez de usarlo para beneficiar y construir. No existe
humanismo en quien por desconocer su propia dignidad desprecia la dignidad de
la persona humana a quien considera cosa desechable. La soberbia le impide
dialogar, negociar, entender, respetar al otro, al enfrentarse con la razón
impone su sin razón con la fuerza de la cual depende para mantenerse en el
poder.
Una persona justa no se enriquece con la
pobreza del otro, no se divierte sobre el dolor del otro, y cuando detenta el
poder político lo usa como un medio para promover la libertad, la justicia, la
igualdad, la paz y garantizar las oportunidades para el desarrollo sostenido de
su nación.
La acumulación de cosas no da felicidad,
feliz es quien ha experimentado el gozo de amar a Dios, amarse a sí mismo y
amar al prójimo.
Los venezolanos decentes no comparten, no
aceptan, ni desean el modelo de ejercicio del poder que desde hace 14 años rige
en Cubazuela, ni para éstas ni para las futuras generaciones, por ello hay una
mayoría aferrada a su fe en Dios y a sus valores morales dispuesta a perseverar
en su empeño de preservarse digna y de rescatar la democracia –libertad,
justicia, igualdad y paz- en nuestra patria amada.
Tengamos fe en Dios todopoderoso, que la
fuerza de la oración nos ayude a continuar por el camino de la verdad y el
amor. Pidamos sabiduría y fortaleza.
@elinormontes
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