El afán populista del vigente régimen espurio, intenta convencer al país político con argumentos falaces, de que “hoy más que nunca tenemos patria”. Antonio José Monagas
¿DÓNDE
ESTÁ ESA “PATRIA QUERIDA”?
¿Cómo
puede decirse que alguien tiene patria cuando ni siquiera tiene la menor
posibilidad de vivir en libertad, con justicia y dignidad?
¿Qué puede pensarse
del concepto de patria cuando se tienen los derechos conculcados a consecuencia
de una gestión de gobierno que sólo pretende despojar a la democracia de su
razón de ser?
El problema luce complicado en términos del análisis
epistemológico. Más no es así, si acaso tan craso dilema ser revisa desde la
óptica politológica. O mejor aún, si dicha observación se hace partiendo de la
premisa según la cual el concepto de patria ofrece un contenido sentimental que
exalta condiciones asociadas a valores morales capaces de incitar un desarrollo
cultural acorde con las necesidades de una sociedad consciente de sus capacidades
y potencialidades.
Bajo
esta consideración, el concepto de patria deja de ser un mero colectivismo,
como lo ha convertido el proselitismo característico del actual régimen, para
ser la elocuencia de esperanza. Para sentirse como una invitación a la
espiritualidad toda vez que estructura sentimientos con olor a tierra del
terruño donde cada quien construye su futuro. Por eso, cuando se piensa en
“Patria”, se invoca libertad, respeto, solidaridad, paz y responsabilidad. Pero
también, se exhorta pluralismo político tanto como el cumplimiento de los
principios, deberes y derechos consagrados por la Constitución Nacional. Porque
el concepto de “Patria” induce a pensar con la democracia por delante. Es la
ecuación cuyas variables a resolver son identidad y ciudadanía.
La
Patria no es el suelo. Tampoco es la ideología de que alguien, aprovechándose
de alguna coyuntura, puede llegar a
forjar con el auxilio de dádivas repartidas como gajos de miseria. Pero el afán
populista del vigente régimen espurio, intenta convencer al país político con
argumentos falaces, de que “hoy más que nunca tenemos patria”. Tanto así, que
las imposiciones del régimen, apoyado por la Ley Resorte, obliga a los medios a
divulgar mensajes cuyo contenido es demostrativo de la inmoralidad que signa
cada momento que pretende exaltarse la idea de Patria.
En
consecuencia, luce absurdo y hasta ridículo agradecer al poder enclavado en el
Ejecutivo Nacional la presunción de que “tenemos patria”. Sobre todo, cuando el
país se ha venido a menos. No sólo al advertir el grado de retroceso que ha
venido experimentando el país en todas las comparaciones que tocan el
desarrollo humano. Igualmente, cuando debe reconocerse el caos político
incitado por símbolos falsos exhibidos en nombre de la justicia social a manera
de disfrazar la aplicación de un modelo político precedido por la demagogia y
presidido por resentimiento que respiran altos funcionarios engreídos y
resentidos.
Asentir
que “tenemos patria verdadera porque tenemos un país con hombres cultos, fieles
y una democracia independiente que no se arrodilla ante nadie”, es la
consideración más chapucera de cara a la crisis política y de valores que
afecta el país. Ante una situación así, toda revuelta desde donde se observe,
el concepto de patria desencaja de toda esperanza de libertad y democracia que
su horizonte contenga. Patria es el lugar donde el hombre puede ser libre de
toda atadura que constriña su pensamiento, opinión y expresión. De lo
contrario, habrá que cantar con Charly García su canción “Botas locas” de los
años 70, en tiempos de la dictadura argentina: “Si ellos son la patria, yo soy
extranjero”. Incluso antes, Santiago Carrillo, político comunista español,
sostuvo: “Yo no soy patriota. Este vocablo que hace más de un siglo significaba
la revolución y libertad, ha venido a corromperse y hoy manoseado por la peor
gente incluye la acepción, más relajada de los intereses políticos y expresa la
intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental”. Y esto sigue ocurriendo.
Por eso que ante tanto desbarro ocasionado por el actual régimen, además
ilegítimo, habrá ahora que preguntarse: ¿dónde está esa “patria querida”?
VENTANA
DE PAPEL
PATRIOTERISMO
RAMPLÓN
Además
de poner al descubierto el engaño gubernamental cuando exalta de forma
desproporcionada el concepto de patria con la retorcida intención de hacer
proselitismo de ocasión, la reflexión anterior también busca dar cuenta de la
aberración a la que se llega toda vez que del concepto de patriotismo se cae
inmediatamente en el de patrioterismo. A este estado de hechos es al que se
arriba luego de dejarse atrapar por el maniqueo del régimen al pretender
seducir al venezolano (incauto) con el grotesco cuento de que ahora “tenemos
patria”. Cuando por lo contrario, menos que nunca, “tenemos patria”. Y no puede
ser distinto en un país como Venezuela, donde casi todo está descompuesto,
desarreglado, acabado, inexistente, derrumbado, obstruido, cerrado, entrampado
y derruido. O muy próximo a alcanzar cualquiera de las categorías o calificaciones
anteriormente descritas. Si no hay patria, tampoco hay patriotismo. Pero lo que
si existe, y en exceso, es patrioterismo. O sea, el degeneración del sentido de
pertenencia que caracteriza a quien vive desubicado del sentido de la
responsabilidad compartida que debe tener toda persona consciente de los
desafíos que plantea el futuro en democracia. El patrioterismo es encerrarse
entre los límites del fanatismo con la excusa de defender lo propio cuando sólo
está justificando el miedo a enfrentar ideas diferentes a las propias. Entonces
bien puede asegurarse que el patrioterismo es la virtud del furibundo cuando
cree que sólo su pensamiento está por encima del resto de las ideas. Es el
escondite donde el pusilánime pretende edificar su guarida pensando que es su
palacio de gobierno. Es justo lo que repite el régimen cuando plantea que su
proyecto ideológico es capaz de estimular el desarrollo y bienestar del
venezolano. Cuando eso son sólo patrañas. O sea, patrioterismo ramplón.
CONSPIRACIÓN
ANTI-UNIVERSITARIA
La
preocupación por la crisis universitaria, sacude a cualquier venezolano con un
mínimo de solidaridad y también de sensibilidad. A decir de Jorge Armand,
profesor jubilado de la Universidad de Los Andes, “basta señalar que hace una
década el sueldo de un profesor universitario de máximo escalafón equivalía a
más o menos 6 salarios mínimo de aquel tiempo y hoy apenas llega a poco más de
dos”. Lo demás puede el lector
imaginárselo. Sin embargo, Armando se pregunta: ¿Cómo explicar que hayamos descendido
a este abismo, siendo que Venezuela ha recibido durante los últimos 12 años los
más altos ingresos de su historia? Para él, la respuesta es obvia y simple. “El
progresivo deterioro de los sueldos de los profesores y del presupuesto de las
universidades autónomas, responde a una conspiración para
asfixiarlas económicamente, la cual lleva más de 10 años, con miras
a sustituirlas por un sistema
universitario de corte totalitario conocido como “Sistema Docente Socialista”,
integrado por universidades en las que las autoridades académicas son
nombradas por el presidente de la
República y la enseñanza es confesional. Es decir, basada en un pensamiento
único”. La suspicacia lleva a Jorge Armand a señalar que, “siendo políticas las
raíces del actual conflicto universitario, la pelea de los universitarios debe ser igualmente política. Los
universitarios estamos conscientes de nuestra misión histórica y de nuestro
poder. Los universitarios hemos liderado todas las grandes transformaciones
políticas en nuestro país desde hace casi un siglo. En este momento están dadas
todas las condiciones para que los universitarios lideremos acciones de masas
coordinadas con los diversos gremios de trabajadores a quienes el régimen
chavista igualmente les viene negando desde
hace años sus derechos laborales y humanos. Es más, nuestras acciones deben
incorporar a toda la sociedad, la cual está gravemente afectada en estos momentos por toda la crisis económica, social y
política derivada de 14 años de políticas absurdas. El objetivo es generar un
amplio movimiento nacional y eventualmente un paro cívico nacional”. Pareciera
entonces de que esta crisis es el resultado de una conspiración
anti-universitaria.
La Universidad no se reclama a partir de contradicciones o conjeturas. Sus realidades se instan en la congruencia entre sus objetivos y capacidades. Al construirla de esa forma, se consolida sin que nada ni nadie pueda derrumbarla pues se fortalecerá sobre la grandeza de una comunidad digna y estudiosa.
antoniomonagas@gmail.com
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