La desvergüenza volvió pusilánimes a quienes siguen adormitados justificando de esa manera su actitud muda, ciega y sorda frente al desmadre administrativo, impúdica e impunemente amparado por el régimen.
La historia política contemporánea
venezolana, se quedó corta al lado de las realidades trazadas en el curso del
proceso de descomposición gubernamental al que se ha llegado después de casi
quince años de inducir problemas de profunda penetración en el tejido social
del país y en el aparato público administrativo.
En principio, pareciera que no
hay punto de comparación a partir del cual es posible cotejar situaciones con
el único propósito de comprender el grado de depauperación logrado a
consecuencia de las bajas pasiones políticas que se desbordaron del cauce que,
aguas abajo, pudo haberse contenido con el esfuerzo de un sistema político que,
sin ser perfecto, pudo fijar algunos puntales de la estructura institucional
democrática.
Aunque el análisis político comparativo
permite atar los cabos sueltos que van arrojándose al paso del tiempo, las
secuelas de los recientes empellones que traicioneramente ha recibido el país
han dejando serias laceraciones no sólo en la piel de la sociedad. También, en
la forma de ejercer la política.
Razón por la cual el comportamiento de quienes
se encargaron de enrumbar la nación, se obnubilaron a tal velocidad que sus
efectos incidieron en crasos desarreglos que, incluso, no han podido
revertirse. Precisamente, por la actitud irresponsable y el hambre inquisidora
gubernamental para la cual no hay límites que moderen el impulso destructivo
que azotó la ética social y la moral ciudadana.
Los hechos hablan solos. Sin pretender ser
pesquisas políticos, es sobradamente sencillo advertir la dantesca realidad que
unge al país. Desde las situaciones de violencia e inseguridad por la que son
asesinados y golpeados a diario cientos de venezolanos, hasta entender que
Venezuela está dirigiéndose a un degolladero pintado, pero no de rojo por la
sangre derramada. Peor aún, por la encerrona de un régimen que pintó de color
rojo los barrotes y paredes de la celda dentro de la cual aprisionaron las
libertades y los derechos fundamentales del venezolano.
En medio de la gravedad que ha inundado al
país, luce absurdo vivir desapercibido de cara a un ingreso petrolero que
resulta dilapidado en manos de dirigentes corruptos. Y que son tan cínicos, que
se atreven a hablar de socialismo como “la manera de salir de esa especie de
atrofia que ha permitido que una gran mayoría viva en situaciones de
precariedad y pobreza donde la riqueza del rico significa la pobreza del
pobre”. Aunque también la desvergüenza volvió pusilánimes a quienes siguen
adormitados justificando de esa manera su actitud muda y ciega frente al
desmadre administrativo, impúdica e impunemente estimulado por el régimen.
El freno al desarrollo económico y social de
la nación, no tiene parangón. Se refleja en los indignos resultados de una
gestión de gobierno incapaz. Según los índices que reporta el World Economic
Forum y el Índice Global de Competitividad, Venezuela cayó al puesto 134 de 144
en capacidad de innovación. Al 144, en procura de equipos de alta tecnología.
Bajó al puesto 120 de 140, en calidad de enseñanza de matemática y ciencias.
Tiene el lugar 122 de 144, en calidad del sistema educativo. El 128 en calidad
de carreteras y 139 en infraestructura de puertos. Ocupa el último en
eficiencia de mercado. Es el peor en independencia judicial así como en el índice
de instituciones. Y encima de todo, Venezuela cayó al puesto 126 en el índice
de competitividad detrás de Uganda, Bangladesh, Etiopía, y demás países a los
cuales aventajaba considerablemente. Entonces ¿qué significa todo esto? Sin
duda, el caos rojo. La descomposición de la nación forjada a paso de
vencedores. La anomia (degradación político-gubernamental) en su máxima
expresión. Es decir, una apocalíptica crisis de gobernabilidad.
VENTANA DE PAPEL
¡ESO ES LO QUE HAY!
El esfuerzo por sacudirse todo lo que “huela”
a democracia, ha dado resultado. En ese obtuso afán, este régimen ha gastado
inmensos recursos que dejaron de invertirse en obras ciertamente sociales y en
redituarle créditos a la educación con el propósito de hacerla -de verdad-
excelente. Sin embargo el contrasentido gubernamental, se impuso por encima de
todos los reclamos, exigencias y luchas que ha dado la sociedad democrática
venezolana.
Podría decirse que el régimen tiene hoy día casi todas las vías
despejadas para poner en práctica sus desbarros. Faltaba por quitarse de encima
a Globovisión, la última ventana de quedaba para expresar las ideas y asomar
las expectativas que tuvieran como norte la inminente necesidad de disfrutar a
plenitud las libertades que la Constitución de la República reconoce y
determina como legítimos e inalienables derechos. Ya lo logró.
Ahora por donde cualquier venezolano con
conciencia meta la cabeza, se va de bruces hasta aporrearse pues habrá de
conseguirse con algún obstáculo que impida asomarse y contemplar lo que hay del
otro lado de la frontera del autoritarismo que se instaló en Venezuela. Sólo
falta que la parrilla de los canales internacionales, sea castigada por el
mordaz atropello de arbitrarias cadenas de las que se vale el Ejecutivo
Nacional para aburrir y molestar al televidente por cuanto las mismas son el
marco mediático para decir siempre las mismas estupideces, en tono cubanizado y
en rojo y negro, Ni siquiera a colores pues hasta de ello abusan.
Y al parecer, las emisoras de radio van apuntándole
al mismo camino. Se está a punto de tener que asentir con sobrada vergüenza y
pesar, que el régimen alcanzó a desbaratar al país? Sobre todo, si se advierte
que ya ni periodistas democráticos, canales de televisión y radios estarían
quedando. Aunque hay quienes aseguran que tan paradójico destino, tiene cerca
su final ya que, como dice la jerga popular, “no hay mal que dure cien años, ni
cuerpo que lo resista”. Ahora, menos que nunca, debe pensarse en decir: ¡eso es
lo que hay!
“LA VIDA POR LA EDUCACIÓN”
Ante un (des)gobierno sordo y ciego, no hay
de otra. Sólo queda la protesta como derecho constitucional que tiene todo
venezolano para incitar las respuestas que exige cada problema en cuestión. No
sólo se rebelan los afectos al régimen frente al quebrantamiento de la palabra
o el compromiso asumido por algún emisario o representante del alto gobierno.
Igualmente, reclaman quienes en la acera de enfrente viven con angustia los
mismos problemas pero acentuados o magnificados. En total, la situación coincide
con el caso que aplica el dicho criollo, “el mismo musiú con diferente
cachimbo”.
Esta vez repitió el reclamo universitario
toda vez que sus trabajadores docentes y administrativos, sufren el karma de
una remuneración que no compensa en nada los azotes pautados por la inflación
en el marco de una universidad zarandeada por un presupuesto injusto que sigue
siendo el mismo desde hace siete años. Y por tanto tan indigna situación, no
permite el desarrollo de las funciones académicas que establece la Ley de
Universidades y la Carta Magna cuando ordena su normativa según el principio de
justicia y de derecho que reza: “cada quien, de acuerdo a sus capacidades,
méritos, destrezas y responsabilidades”.
El ejemplo de la Universidad de Los Andes,
hace que sea tomado como referencia nacional para el comportamiento
contestatario de las demás Casas de Estudios Superiores. Particularmente en
Venezuela. Esta vez, la ULA desencadenó una protesta que alcanzó respetables
proporciones cuando algunos estudiantes y profesores deciden establecer una
huelga de hambre incitados por el orgullo que anima la dignidad universitaria.
Aunque la decisión tomada exhorta al profesor ministro de Educación Superior, a
sensibilizarse tanto como que sus actuaciones se enrumben por el canal de la
solidaridad y la tolerancia. De otra modo, será “la vida por la educación”.
Donde existe una universidad crítica y con
autonomía, no hay necesidad de que construir cuarteles.
Menos, si son para el autoritarismo.
Antonio José Monagas
@ajmonagas
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