Así como es aplicable a lo social el
principio de la incertidumbre es también posible gestionar esta incertidumbre.
Hemos explicado que la primera crisis a enfrentar es la de las herramientas de
visión, lo que implica o despojarla de los anteojos de suela que la fijan no
más que en el llanto, la queja inútil y la descarga de rabia en las redes
sociales, y en encontrar nuevas maneras de entender los significados.
Como el nombre mismo de incertidumbre indica
hay que gestionar lo existente y paralelamente lo inexistente, pues habrá que
moverse sobre las posibilidades que las acciones tendrán en el tiempo. Hay que
dotarse de una teoría de la penetración social. Esta teoría no es novedosa. Si
el cuerpo social está sembrado en un creciente individualismo que solo es
combatido por una de las partes con propuestas de organización comunitaria, la
conclusión será la de una profunda división con apariencia de insalvable. Las
propuestas organizativas de los partidos políticos no son sustitutas pues han
demostrado hasta el agotamiento no ser más que maquinarias de búsqueda del poder
y nunca organizaciones de expresión ciudadana.
Hay que marchar, entonces, a la recomposición
de un desarrollo relacional sobre la base de la ciudadanía, entendida como una
vocación colectiva de ejercicio del poder. El brote individualista será la primera
respuesta, seguida de inmediato por la ratificación de lealtad a los viejos
líderes que los mantienen atados al conflicto. Crear confianza en un
planteamiento que asegure no busca el poder sino el otorgamiento del mismo
requiere de un esfuerzo constante de interacción que permita llevar la
comunicación a su máximo grado.
Son estas tesis unas desarrolladas tiempo
atrás por la psicología social. Hay que lograr un proceso de autorevelación que
hemos denominado hasta el cansancio como conciencia. Hay que retomar el camino
de remachar una identidad social hoy perdida en el caso venezolano y,
obviamente una identidad cultural. Acostumbra decirse que los tiempos de crisis
son siempre buenos para quienes tienen el sentido de la oportunidad. En
términos sociales está más que demostrado que esos tiempos son buenos para el
brote de las decisiones aparentemente complejas salidas de los límites de una
rigidez impuesta, de un azar llamado incertidumbre y de una efervescencia
caótica. Edgar Morin la ha descrito muy bien al señalar que no se trata de que
una esencia sea compleja, sino que implica tanto unión como multiplicidad y el
encuentro final con lo indecible.
En otras palabras nada complejo se hará
único. En términos políticos, en una sociedad que medianamente ha comenzado a
pensar, la libertad toma el sitial clave y todo planteamiento reductivo a su
propia “verdad” no tendrá ninguna posibilidad de éxito o preeminencia.
Significa que hay q escapar del pensamiento reductor que no ve más que los
elementos y de su opuesto que no ve más que el todo. La incertidumbre no podrá
ser eliminada, sólo gestionada con un pensamiento cognoscitivo. Una clara conciencia político-social
permitirá, para seguir con los términos de Morin, una “traducción” adecuada del
mundo exterior que, señalamos nosotros,
agota a los participantes en un círculo vicioso.
El ejercicio de pensar es altamente peligroso
pues destruye viejas creencias y saca de antiguos encierros. Un paradigma
controla al discurso. El discurso sólo puede cambiar si se cambia el paradigma.
Todo nuevo paradigma es un planteamiento de incertidumbre, pues genera ideas
que deberán ser sometidas a prueba. Ninguna de ellas llegará para quedarse por
los tiempos.
“Gestionar
la incertidumbre” es una expresión grata al mundo económico-empresarial que se
plantea como afrontar los cambios sucesivos de las primeras décadas del siglo
XXI, pero es, al menos a mi modo de entender, una expresión útil en el campo
social, entre otras cosas porque en la especificidad de la política ya el liderazgo
no está vinculado a la capacidad para crear certidumbre sino más bien, y
precisamente, para gestionarla. Más aún, el líder verdadero es el que
suministra los insumos para acrecentarla, en el sentido de lograr que una
sociedad estancada en el pantano de una crisis rompa moldes y obtenga, mediante
la reflexión sobre las ideas, la luz necesaria para cambiar su presente.
Parece tenemos estructuras dirigidas a
generar mediocridad. Así nunca generaremos un cuerpo social “resiliente” capaz de inventar, de innovar, de gestionar
la incertidumbre.
tlopezmel@gmail.com
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