Tomé el título “prestado” de esta nota, en
referencia a un impresionante libro de Vicente Massot publicado en el año 2001,
precisamente titulado “El poder de lo fáctico”, cuya tesis central, en extrema
síntesis, nos dice que los hechos se imponen por encima de las leyes escritas,
las modas, los discursos e incluso del deber ser. Lo fáctico se impone por su
peso específico, por su fuerza intrínseca y ante ello, todo lo demás se torna
secundario.
Esta introducción viene a comento, puesto que
durante varios años continuos, el incesante aparato de propaganda estatal
kirchnerista ha pretendido aplicar una suerte de “gramscismo criollo”,
intentando llevar adelante un forzado cambio cultural, estético y valórico en
el ciudadano medio, procurando modificarle el “sentido común”. Esta embestida
se viene llevando adelante por medio de insistentes ofertas televisivas,
radiales, gráficas y digitales que el régimen ha financiado con el concurso de
educadores, artistas, periodistas y académicos izquierdistas.
Resulta que tras tamaña inversión de tiempo,
dinero y sociología de bolsillo, la única esperanza que hoy le queda al
progresismo cultural para prolongar su proyecto político (es decir su negocio),
es apelar a que el ex ucedeísta Sergio Massa se digne a ser candidato por el
oficialismo (algo a estas alturas casi descartado), a los efectos de evitar la
catástrofe en la Provincia de Buenos Aires al menos, dado que en el resto de
los grandes distritos electorales el fracaso ya es irreversible.
De más está decir que este último “manotazo
de ahogado” con el que ha especulado el clan nacional y popular para no
terminar de extinguirse como tal, aparece en escena justamente porque el ex
ucedeísta Amado Boudou (oportunamente pensado para el año 2015 como candidato)
ya no goza del mejor prestigio como para ser un sucesor presentable (mal que le
pese a la stalinista Dina Conti quien acaba de proponerlo como heredero de
Cristina).
Parece una broma pero no lo es: primero en
Boudou y luego en Massa ansiaron recostarse los “pensadores” oficialistas para
prolongar el legado de los sueños revolucionario de la “maravillosa juventud de
los años 70”.
De más está decir que el perfil que ha
intentado vender el alicaído Amado Boudou en su tiempo o el que ofrece hoy el
taquillero Sergio Massa, no es justamente el del insurgente bolivariano que
predica en las aldeas proletarias al compás de las canciones de César Isella,
sino que se asemeja mucho más al arquetipo del joven exitoso y moderno, con
sentido práctico e impronta empresarial, que nos ofrece “buena onda”, mercado
libre y optimismo. Ante la ausencia de predicamento e influencia en la opinión
pública, los intelectuales kirchneristas tienen que abrevar en personajes con
el perfil antagónico al que han pretendido imponer desde la televisión estatal
y sus medios aliados a lo largo de todos estos años de propaganda.
¿Tanto ha fracasado la estrategia gramsciana?
Parece que sí: diez años después de adoctrinamiento psico-bolche, la gente
quiere seguridad, estabilidad económica, que le quiten el cepo al dólar y que
vuelva Marcelo Tinelli a la TV.
Además de las dos personas mencionadas
(Boudou y Massa), en el arco opositor los dos referentes más importantes
(Franciso de Narváez y Mauricio Macri) también tienen una traza muy similar a
la de los otros dos dirigentes citados, y
si sumamos al quinto hombre que también mide bien en las encuestas,
Daniel Scioli (al que nunca sabemos si ubicarlo en el oficialismo o en la
oposición), nos encontramos con que todas las perspectivas electorales con
posibilidades de aceptación en la gente está compuesta por hombres maduros pero
a la vez jóvenes, con espíritu deportivo, que suelen tener a su lado a una
mujer bonita y que intentan amalgamar cierto maquillaje farandulero con barniz
“eficientista”. Ninguno de estos cinco se interesa por saber qué dice un tal
Ricardo Forster, nadie lee a Galeano y ninguno oyó hablar jamás acerca de un
pedagogo llamado Pablo Freire.
Este artículo no pretende ensalzar la
frivolidad como virtud ni enaltecer al quinteto que hoy disputa la adhesión las
encuestas de opinión. Simplemente intenta poner de manifiesto que tras diez
años de incesante propaganda filo-cultural, los únicos referentes políticos con
alta adhesión tienen un perfil estético, mental e ideológico que se halla en
las antípodas de lo que la militancia mediática intentó imponer. Y si esto no
es cierto: ¿por qué razón el Frente para la Victoria intenta cooptarle las
listas a Daniel Scioli en vez de presentar una lista propia con el desaliñado
comunista Martín Sabatella como candidato? Pues porque a este último ya no lo
votan ni en Morón.
Tras una década pretendiendo modificar el
sentido común, la gente sigue sin querer cambiar el mundo y sí quiere cambiar
el auto.
Mientras hubo dólares de la soja, el hombre
medio hizo de cuenta que simpatizaba con el relato y votó por el gobierno. ¿No
hay más plata ahora?: entonces no hay más votos para esta pantomima
latinoamericanista.
Uno puede estar muchos años despotricando
contra la ley de gravedad, pero al tirar una manzana al cielo, la fruta
irremediablemente cae al piso, no porque así lo disponga la “mano negra de
Magnetto”, sino porque así lo determina el poder de lo fáctico.
Ocurre sencillamente que el sentido común no
adhiere a supersticiones ideológicas antinaturales, salvo que a la gente le
paguen para creer en ellas. Pero en todo caso, esto último ya no sería una
creencia sino una adhesión alquilada. La cual, como todo alquiler, durará
mientras dure la plata para pagarlo. Por lo pronto, todo indica que el contrato
de locación está llegando a su fin.
La Prensa Popular | Edición 202 | Jueves 23
de Mayo de 2013
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