viernes, 17 de mayo de 2013

NELSON ACOSTA ESPINOZA, LOS TONTOS RACIONALES

A finales de la década de los ochenta tuve la oportunidad de asistir a un seminario en el cual se debatiría sobre el presente y futuro  de la democracia de aquellos años. En este taller se encontraban representadas las distintas parcialidades que hacían vida política en el país. Evento, desde luego,  que se daba en el marco de una situación conflictiva. Paros, inflación, fuertes demandas salariales y políticas. 
De hecho,  un escenario muy parecido al que estamos confrontando hoy en día. El tema predominante, en esa ocasión, era de carácter económico. Se pensaba que en la economía se encontraba la clave para poder desatar el nudo de la conflictividad social. Los actores en pugna, coincidían, desde sus respectivas perspectivas, que este era el campo donde debían desplegarse las posibles soluciones racionales a la crisis.
Traigo a colación este hecho, porque un sector importante de la dirigencia política de la época “pensaba” sus propuestas al interior de una marco cognitivo racionalista. La teoría de la elección racional era el instrumento utilizado para entender y, eventualmente, modificar el comportamiento social y económico del país. No voy a explicar o refutar esta opción teórica. El espacio no lo permite. Basta señalar que esta teoría ha sido disputada por muchos autores, como Amartya Sen quien en Los Tontos Racionales: Una crítica sobre los fundamentos conductistas de la teoría económica, sostiene que los principios de ese homo economicus, son los de un imbécil social, “un tonto sin sentimientos que es un ente ficticio sin moral, dignidad, inquietudes ni compromisos”. La estrategia diseñada dentro de esta óptica resultó equivocada y, porque no, desastrosa.
El punto que deseo resaltar que ayer, al igual que hoy, existe una tendencia en nuestra clase política de no admitir en sus análisis la dimensión emocional y apostar fuerte por los marcos racionalistas. En general, quienes así piensan, se encuentran anclados en una concepción desapasionada de  esta actividad. Visión subsidiaria de una relectura parcial y radicalizada del pensamiento ilustrado. Ello explica el interés por concitar “consensos racionales” o defender la representación de grupos o individuos desde la categoría de intereses, individuales y/o colectivos.
El socialismo del siglo XXI es un ejemplo de este racionalismo. Se pretende desde el estado organizar a la sociedad sobre bases lógicas y racionales que garanticen la llamada “vida buena”. Ya sabemos hacia donde conducen estas políticas. Los venezolanos ya están sufriendo sus consecuencias.
Por otra parte, en otro extremo del espectro político persiste un gran desconocimiento del “cerebro político”. Esta ausencia se expresa en un prejuicio: la idea que la política es razón. En consecuencia, se asume, que las emociones distraen o alteran el núcleo principal de su planteamiento, vale decir las ideas, ideologías y propuestas. Sin embargo, el desarrollo de las neurociencias apunta en dirección contraria. 
En forma breve, esta orientación cognitiva podríamos resumirla en esta frase: el cerebro piensa lo que siente. En consecuencia, la clave para llegar al cerebro es acceder al corazón. . Si no llegas al corazón, difícilmente llegarás al cerebro. Esto es lo que se conoce como política de las emociones.
Las implicaciones de este concepto para la actividad política práctica son múltiples. Por ejemplo, ya no es posible pensar que una condición objetiva (clase, ingreso, etc.) por si misma genere conductas electorales comunes  y previsibles. Compartir el mismo ingreso o posición en la cadena de producción no presupone compartir las mismas emociones y sentimientos. El “cerebro político” no funciona de esa manera. Insisto, pensamos lo que sentimos. En consecuencia, se hace indispensable emocionar para convencer. Aquí se encuentra la clave para superar la polarización y alcanzar el éxito político.
Volvamos al punto inicial. El país se encuentra sumido en una crisis política, social y económica. El dispositivo político, en su versión socialista, se ha agotado. Se requiere formular un nuevo modelo. El necesario acuerdo que requiere su implantación pasa por construir un piso emocional que lo sustente. La oposición, entonces, deberá gestionar apropiadamente la política de las emociones. Esta fórmula proporcionará el impulso que  lleva a la acción y a la construcción del nuevo pacto político.
En fin, cuidado con los tontos racionales
autonomiaspoliticas@gmail.com

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1 comentario:

  1. El desarrollo de habilidaes de pensamiento para comprender complejidad es en si mismo un proceso racional; el impulso o fuerza capaz de producirlo y sostenerlo es motivacional

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