sábado, 4 de mayo de 2013

DARIO ACEVEDO, NO HAY IZQUIERDA SIN DERECHA Y VICEVERSA

Si la política, como dijera alguien, es dinámica, entonces hemos de aceptar que las nociones que la constituyen también son dinámicas. Uno de los temas más importantes en cualquier sistema, doctrina, corriente u organización pública moderna es el atinente a su ubicación en el espectro político.
Los franceses en plena agitación revolucionaria inauguraron un sistema clasificatorio que pervive hasta el presente. En la Asamblea Nacional los diputados más moderados se sentaban en el lado derecho del recinto parlamentario, eran los girondinos. A la izquierda se sentaban los más radicales, los jacobinos.
DOS ALAS PARA VOLAR
De ahí en adelante la díada izquierda-derecha ha sido enriquecida y envilecida. Todavía en algunos países se utiliza la designación para denigrar al adversario y para descalificarlo moralmente. La pregunta ¿cuándo una persona o movimiento político es de derecha o de izquierda? se sigue planteando desde inquietudes teóricas hasta para satisfacer pasiones y ánimos militantes.
La distinción se ha hecho cada más difícil de precisar. Los temas usados para aclarar qué significa ser de derecha y qué ser de izquierda han girado en torno por ejemplo a si se es partidario o no de la democracia, si se defiende la idea de libertad o no. Las nociones de democracia, libertad, orden, tradición, justicia e igualdad siempre han sido parte del debate.
El filósofo italiano Norberto Bobbio en el libro Derecha e Izquierda, que recomiendo ampliamente sobre todo a la respetable intelectualidad colombiana, se ocupa de mirar los problemas nada simples de aplicar esta díada de manera superflua y sectaria. Definir es acotar para llegar a algún consenso.
Bobbio concluye que hoy en día derecha e izquierda encuentran su punto nodal de diferencia en la manera como se asume el tema de la igualdad social. Los referentes arriba mencionados ya no sirven para establecer quiénes son de una u otra tendencia. Los ejemplos abundan en las democracias occidentales en las que movimientos de diferente estirpe y tradición defienden todos esos valores. Sólo en el énfasis e importancia que se le prodigue al problema de la igualdad social es donde todavía se encuentran diferencias claves para designar con algún nivel de acierto quién es de derecha y quién de izquierdas. Entre las reflexiones a destacar en el texto la siguiente es digna de tener en cuenta en el día a día de la política: “cuando se atribuye a la izquierda una mayor sensibilidad para disminuir las desigualdades no se quiere decir que ésta pretenda eliminar todas las desigualdades o que la derecha las quiera conservar todas, sino como mucho que la primera es más igualitaria y la segunda más desigualitaria.” Aclara y confunde, pero nos sitúa en un gran valor común a la mayoría de humanos, la búsqueda de la igualdad. Los numerosos matices que encontramos en su abordamiento surgen de inquietudes acerca del cómo, con qué recursos, a quiénes, con cuáles criterios, etc. se busca generar igualdad, pues resulta que, para poner un ejemplo manejado con maniqueísmo como propio de la derecha, el de la economía de libre mercado, hay casos exitosos de enriquecimiento y progreso de los países y otros en los que ha sido un desastre su implementación.
La moderación que la democracia moderna ha propiciado en las tendencias políticas contemporáneas es lo que nos permite entender que gobiernos considerados de izquierda y de derecha estén aplicando recetas de ortodoxia fiscal y recorte del gasto público -indicador de igualdad- para superar la actual crisis de la economía mundial, que gobiernos de izquierda estén sacando de la pobreza a millones de personas con la economía de libre mercado y que en otras épocas, gobiernos de derecha hayan propiciado políticas de mejoramiento que tendían hacia una mayor igualdad y bienestar colectivo como la educación y la salud.
Donde Bobbio encuentra que hay lugar a alarma en los espacios de lucha política es cuando aparecen tendencias extremistas. Lo que identifica a todos los extremistas, según Bobbio, es, en primera instancia, su rechazo a la democracia y a la libertad en nombre de la dominación absoluta de unos sobre otros en torno de causas supremas. Caben aquí los partidarios de todo tipo de dictaduras, que las hay y ha habido de extrema derecha como el régimen nazi, el fascista y el falangista, y de extrema izquierda como el régimen comunista soviético. La invocación del orden, la autoridad, la tradición, la disciplina, la moral, la religión, entre otros valores, ya no sirven como antes para ubicar políticamente. Pero, vale una precisión, el argumento moral desde el cual rechazamos cualquier tipo de dictadura, sea la de Pinochet o la de los Castro, es el relativo al de la ilegitimidad desde la que se generan esos poderes absolutos. Derecha e izquierda coinciden en los términos de condena.
Hay muchas izquierdas y muchas derechas, dice Bobbio, pero, lo que debe quedar claro es que ninguna es superior natural, ética y racionalmente a la otra. Incluso se acercan y hacen causa común. En Francia, por ejemplo, según el diario Le Figaro, una encuesta reciente revela el deseo del 79% de la población de que la crisis económica sea afrontada de forma común por una alianza entre izquierda y derecha.
La actitud favorable de algunos círculos críticos de las negociaciones de paz en La Habana demuestra que esas coincidencias suelen ocurrir aún en ambientes muy crispados. No todos los que aplauden ese intento son de izquierda. Por lo mismo, carece de lógica tildar a los críticos de derechistas o peor, de extremoderechistas, ya que las críticas no se formulan desde una negación de la libertad o la democracia ni de otros preciados valores de nuestra sociedad como la justicia y la búsqueda de la paz. La idea según la cual el Estado debe imponer las condiciones de la negociación, no para aplastar a quienes se fueron a las armas, sino para afianzar la democracia, la justicia y la libertad, es legítima y no tiene asomos totalitarios ni pretende el establecimiento de una dictadura de clase, raza, nación o religión. La paz así entendida no es de derecha ni de izquierda, es un ideal común a los demócratas de ambas tendencias.
En el campo de los extremos políticos nos topamos con una versión tipo lumpen. Movimientos y regímenes cuyo discurso ya no hacen énfasis en valores e ideales sino que sobresalen por el despliegue de la fuerza bruta, la arbitrariedad, las amenazas contra sus críticos, los insultos. Son discursos cuya pobreza ideológica se intenta solapar con el amedrentamiento, el trato soez, la violación flagrante de la legalidad democrática y de la que ellos mismos han establecido. Es lo que podríamos llamar el comunismo o el fascismo ordinario. La Haití de Duvalier, la Nicaragua de Somoza, la Cuba de los Castro, la Corea del Norte de los Kim, y no dudemos, la Venezuela de Maduro y Diosdado.
La díada derecha-izquierda está vigente, pero, es menester tener en cuenta el contexto histórico en que se estudia y se aplica para comprender el significado apropiado y evitar el maniqueísmo. Y para entender que hoy esa distinción ha pasado a segundo plano, en cuanto diversas tendencias y matices coinciden en la defensa de la democracia, la libertad, la justicia, aunque puedan tener diferencias de tono en relación con la igualdad.
Dario Acevedo 
rdaceved@gmail.com

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