Hace unos días fue publicada en los diarios
nacionales la petición de 60 diputados federales para llevar a cabo un juicio
político en contra del gobernador, Guillermo Padrés. El motivo es un desorden
general en el estado, endeudamiento sin control, nuevos y draconianos
impuestos, los graves enfrentamientos del ejecutivo con la sociedad civil, y yo
me pregunto ¿Qué ha pasado con Sonora?
Mientras los vecinos estados de Sinaloa y
Baja California entran galantemente al siglo 21, Sonora permanece en la
trastienda del oxidado nacionalismo revolucionario.
Los sonorenses deberíamos repasar el camino
que hemos recorrido para arribar a la complicada situación en la cual nos
encontramos. Cómo es que tomamos la cuesta de bajada de ser un Estado de
hombres recios, audaces, conquistadores, vibrante y lleno de oportunidades,
para luego ganarnos el título hoy día de; El Patito Feo del Norte.
Recuerdo los gloriosos 50s cuando Don Nacho
Soto, siendo gobernador y enfrentado con el congreso, trasladó los poderes del ejecutivo al rancho
de mi abuelo. Sonora brillaba con el toque de los hombres que lo habían
dibujado, hombres formados en la gesta armada buscando la fisonomía diferente
para el país. Sonorenses que exhibían su material cuando, proclamando el Plan
de Agua Prieta, se lanzaban a la guerra para escribir el destino de México.
Había paz y, con el Desarrollo Estabilizador,
prosperidad. Hombres como Carlos Maldonado, Federico F. Valenzuela, Manuel P.
Torres, Jesús Elías, eran solo un puñado de las legiones de verdaderos
empresarios quienes, forjados en la lucha, sembraban el destino de Sonora. Aun
cuando el estado continuaba en la etapa de la Agricultura, ya desplazada por la
Industrial, era un ejemplo nacional de hombres con la cara ajada por al sol,
que orgullosos hablaban de sus explotaciones.
A “los viejos”, como cariñosamente se les
llamaba, les pisaban los talones la segunda generación en una coordinada
comunión de pase de estafeta. Surgían familias iniciando actividades en
conjunto; Los Mazón, Los Tapia, Los Bours, Los Valenzuela, Los Zaragoza, todos
ellos con un serio compromiso para consolidar lo iniciado por sus antecesores.
Álvaro Obregón, miembro de esa segunda generación, estaba a punto de entregar
las riendas del Estado en una de las primeras confrontaciones que se provocaran
ante el cambio, en esta ocasión favoreciendo a Luis Encinas.
Durante los años 60, la tercera de generación
de sonorenses invadíamos las Universidades preparándonos para lo que nos
aguardaba. A finales de esa década, en el Tec de Monterrey discutíamos el
nacimiento de lo que iniciara la entrega de Sonora al estatismo: CONASUPO.
Nunca logramos entender ese oligopolio enviando a nuestros agricultores a la
dependencia total y a una ignorancia de los mercados. Con la Reforma Agraria y
ahora CONASUPO, el estado cerraba la pinza de las cadenas para el hombre del
campo.
Al inicio de los años 70 emerge un orate
sexenal, Luis Echeverría, para arreciar la invasión gubernamental de un país
paralizado. A principios de esa década un suceso desapercibido por muchos,
marcaba ya el destino del Estado. La Unión Ganadera Regional de Sonora, el
orgullo de autonomía y herencia de “los viejos,” era arrancaba de los manos de
hombres miembros de la segunda generación—por una sociedad de ganaderos
estatistas para entregar su control al gobierno.
En 1973 la transición política era tranquila,
y el joven ungido por Echeverría con la candidatura, Carlos Armando Biebrich,
despertaba gran entusiasmo. En este prometedor panorama sólo había algo que
llamaba la atención, una publicación pagada por Norberto Corella que rezaba:
“Sonora con el que le pongan.” Norberto develaba lo que era una realidad; la
primera fase del entreguismo de los sonorenses. Ante los aplausos de los ya
declarados negociantes estatistas, Echeverría sacrifica a Biebrich para,
burlándose de Sonora, enviar la primera importación, Alejandro Carrillo.
A finales de los años 70 emergían los
primeros empresarios estatistas buscando rentas del gobierno en lugar de
ganancias en los mercados. A nivel federal el gobierno se proponía el desmonte
total del país y, a través de su Banco Rural, engendraba uno de los grandes
fraudes de su historia en sociedad con esos nuevos titanes (bandidos
tractorizados) del desmonte y nivelado. Hacia finales de los 70s el rentismo se
había arraigado en el estado y el recuerdo del carácter de “los viejos” era
substituido por “hay que estar en el presupuesto.”
La década de los 80s sería de una rendición y
entrega al gobierno que dura hasta la fecha. Pero también representaba un
cambio que los sonorenses no sospechaban; la apertura del fortess que se había
erigido aislando a México del resto del mundo. Las débiles señales de Miguel de
la Madrid a través de otro importado, Rodolfo Félix Valdez, nunca fueron
escuchadas. El cambio que abrazaba al mundo derribando fronteras, derribaba por
igual los cotos de los sordos sonorenses. A medida que avanzaba la apertura, el
recuerdo de los viejos y sus legados desaparecía para abrir paso a los nuevos
contratistas, en una simbiótica relación con los políticos arribando del sur.
En los años 80 abre cabeza de playa otro
fatal elemento que nos afectaría profundamente; el narcotráfico. Llegaría para
sustituir las teorías de Keynes incentivando la demanda que para esas fechas
era prácticamente nula. El dinero fácil, los contratistas pegados a la ubre
recibiendo rentas, la rampante corrupción, llegaban igual para aportar a la
confusión de los sonorenses destetados del gobierno. Al finalizar la década de
los años 90, Sonora era un patético recuerdo de aquello que los viejos habían
soñado y construido.
Durante los siguientes años—Sonora fue
cayendo en un remolino de antivalores en el cual se expresaba más admiración
por Hank Rhon que por un Eugenio Garza Sada. Los “empresarios”, en lugar de
montarse sobre la ola, buscaban sobrevivir colgados de las lianas del gobierno.
Se iniciaba algo nunca visto, una fusión de los negocios, la política y el
narcotráfico. Sociedad que continuaba atiborrando al FOBAPROA con sus pasivos
sin pagar, al tiempo que se hacían de nuevos negocios repartiendo jugosas
ganancias asistidas con las cartas marcadas repartidas por el gobierno.
Pero el 2009 finalmente llegaba el tan
ansiado cambio, debutaba el PAN prometiendo expulsar a los mercaderes. Pero
parece que llegaba solo para mostrar el cobre de Cananea. Yo no creo en los
partidos políticos. Yo creo en los líderes valientes.
Sonora requiere un líder que libere la
sociedad civil para reclamar su poder. El único de los sonantes que entiende
desarrollo económico, finanzas sanas, mercados libres, responsabilidad
individual, santidad del estado de derecho, el gobernar no atropellar,
dilapidar ni lucrar. El único con el machete afilado para tirar las ramas del
abuso y la corrupción, se llama Francisco Búrquez ¿En qué partido milita? No me
importa.
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