domingo, 28 de abril de 2013

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, UNA HISTORIA CONOCIDA

Decía en mi artículo anterior “Conteo Final”, que  la decisión del Consejo Nacional Electoral de efectuar la auditoría de ley a  la mayor parte de las cajas dejadas fuera del muestreo correspondiente  al día de las elecciones, era una muestra de voluntad política, que mejoraría seguramente, la percepción que el venezolano tiene de dicho organismo, no obstante su no imparcialidad, al estar integrado por miembros notoriamente alineados a los intereses del partido de gobierno.

CAMISAS NEGRAS DE MUSSOLINI
 Sin embargo, las declaraciones de las rectoras del CNE en los últimos días, han echado por tierra cualquier apreciación positiva al respecto; pues no solo han servido para contradecir a la Rectora Presidente de dicho ente, quien aseguró la semana pasada que se haría la auditoria a unas cuatrocientas cajas diarias durante un mes, sino que además constituyen una muestra del espíritu burlón que, al parecer, anima la decisión inicial y refleja la peor faceta de un funcionario público, cuando comprometiéndose a algo, con la ciudadanía, da luego indicios de no querer cumplir o lo que sería aún más despreciable, simplemente incumplir. Eso provoca que la cuerda se tense aún más y que los ánimos se caldeen al infinito.
CAMISAS PARDAS DE HITLER
Es de suponer que el señor Capriles ante esa circunstancia de incertidumbre, debe sentirse metido en un callejón sin salida. Atrapado en una situación apremiante que lo condena a quedar como un “tonto” si no hace nada o a tomar una acción más atrevida, casi desesperada. Afirmar como lo hizo, que le robaron las elecciones, marca un antes y un después en el vaivén político que sacude a Venezuela y abre un verdadero conflicto para el nuevo gobierno, que queda ahora irremediablemente señalado como un impostor, tanto nacional como internacionalmente. Ya no se trata de una “duda razonable” dada por la pequeña diferencia de votos anunciada por el CNE y las múltiples denuncias de irregularidades locales o particulares en determinadas mesas o centros de votación, sino de una acusación de fraude electoral hecho a conciencia.
CAMISAS ROJAS DE MADURO 
La pelota está ahora del lado del gobierno. Evadir la auditoria prometida públicamente y extremar aún más la violencia verbal contra los opositores, o lo que sería más grave, criminalizar el enfrentamiento tratando como delincuentes a Capriles y al resto de la dirigencia que lo acompaña, no solo sería un error político de garrafales consecuencias para el régimen y el chavismo en general, sino que signaría de manera indeleble y definitiva ante la comunidad internacional, el nuevo rostro del novel gobierno del señor Maduro, proclamado y juramentado como Presidente a toda prisa, casi de urgencia; precisamente en un país en que la juramentación del también recién electo presidente Chávez, tres meses atrás, fue considerada por el Tribunal Supremo de Justicia, una formalidad no esencial, que  podía esperar el tiempo que hiciese falta. Un nuevo rostro el de este gobierno, que además de la sombra de ilegitimidad que proyecta, ha mostrado su lado más despótico y arbitrario, persiguiendo a los trabajadores de la administración pública en busca de los votos perdidos. Que ha pretendido acallar a través del presidente de la Asamblea Nacional, a los parlamentarios opositores, prohibiéndoles con una rabieta infantil, el derecho de palabra, o que simplemente amenaza a todo aquel que se confiesa oponente del régimen.
Es la nueva cara del fascismo, que ya conocíamos en su anterior y más vieja versión chavista; la de las listas infames de Tascón; la del ministro Ramírez reconociendo que no le temblaría el pulso para volver a despedir a más gente de PDVSA, si no se apegaban a la revolución; la del brazo en alto, pero en nuestro caso golpeando con el puño la otra mano; la de la exaltación de la patria y del Estado que te lo da todo y al que todo le se le debe, como valores supremos; la de la preeminencia de los símbolos y vestimenta militares al más puro estilo “mussolinista” o “hitleriano”; la creación de organizaciones de choque, paralelas al ejército oficial, como las milicias o los círculos bolivarianos con franelas rojas, imitación de las “escuadras de acción” o “camisas negras” de Mussolini y de las “camisas pardas” de la Alemania nazi; así como también, de la sustitución del título de Führer,  Duce o Caudillo, por el de Comandante.
En fin, una historia harto conocida, que se cuenta en los libros de texto; pero en la cual nadie del oficialismo se ha querido reconocer hasta ahora, no obstante el  asombroso parecido.
Xlmlf1@gmail.com

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