No
es fácil responder esta pregunta. Lo
normal en una sociedad democrática, como debería ser la venezolana, es que no
hubiera la menor duda en ese reconocimiento. La voluntad popular debería ser
respetada escrupulosamente. Dolorosamente, no es así. Las instituciones del
Estado han sufrido tal deterioro, en estos catorce años, que es imposible
garantizar su imparcialidad. Además, se ha sembrado en los sectores más
radicales del oficialismo, la certeza
del seguro triunfo de Maduro. Este complejo panorama, se complica aún
más ante el creciente fortalecimiento de la candidatura de Henrique Capriles.
Los últimos estudios de opinión señalan que la diferencia de votos entre los
dos candidatos es cada día más pequeña. En una situación tan enredada puede
ocurrir cualquier cosa.
El
desconocimiento de un resultado electoral no sólo ocurre el día de las
elecciones. Puede prepararse con mucha anticipación al establecerse unas
condiciones absolutamente inequitativas para regular el proceso electoral. En
nuestro caso se ha estructurado un sistema automatizado de votación que exige
aún mayor transparencia y control. Eso se logra a través de las auditorías que
hacen los distintos comandos de campaña. De todas maneras, aun funcionando
perfectamente bien las máquinas electorales, puede haber forma de influir en
los resultados mediante el abuso de poder. Eso ocurre actualmente. El
desbalance en la utilización de los medios públicos de comunicación y en el
empleo de los recursos del Estado hace casi imposible la competencia electoral.
Las
condiciones electorales son absolutamente inequitativas para Henrique Capriles.
De esto, no hay duda. Es una lucha contra un gobierno y un partido que utiliza,
sin escrúpulos, todo el poder del Estado el problema más grave que existe es la
absoluta falta de independencia de los poderes públicos, que obedecen sin
límite las instrucciones del Poder Ejecutivo. Eso permitió que, con la
complicidad de la Sala Constitucional, Maduro pudiera ser nombrado presidente
encargado para poder presidir las exequias de Chávez y evitar la inhabilitación
para ser candidato que producía el cargo de vicepresidente. Para colmo, el
Consejo Nacional Electoral no es imparcial. De cinco miembros, cuatro son
militantes del PSUV. De allí surgen las dudas sobre la transparencia electoral.
Lo sorprendente es que la candidatura de Henrique Capriles, en medio de condiciones tan adversas, ha continuado fortaleciéndose. Ya fue una sorpresa cuando logró los 6.800.000 votos en medio de todo el ventajismo que utilizó Hugo Chávez. Ahora ocurre lo mismo.
Nicolás Maduro abusa del poder y de todos
los recursos del Estado para ganar las elecciones, pero la candidatura de
Capriles continúa creciendo con gran rapidez. Es una lucha contra el tiempo. Lo
más delicado para el oficialismo es que Maduro definitivamente no logró
impactar a los militantes y simpatizantes del PSUV. La utilización desmedida
que se hace de la memoria de Hugo Chávez parece que ya no logra tener
efecto, sino que al contrario empieza a ser rechazado y mal visto por sus
propios partidarios.
En
este contexto surgen las permanentes e imprudentes declaraciones del almirante
Diego Molero Bellavia, ministro de la Defensa. En verdad, no son fáciles de
interpretar. En todas ellas se observa una tendencia a irrespetar el artículo
328 de la Constitución Nacional y a debilitar valores fundamentales de la ética
militar en el personal profesional de nuestra Fuerza Armada. Hasta aquí
pareciera ser un problema de falta de formación militar del ministro de la
Defensa, pero no logro explicarme lo repetitivo de esa posición pública. Las he
leído con mucho detenimiento llegando a la conclusión de que en ellas se
esconde una amenaza al régimen constitucional venezolano en caso de que nuestro
pueblo opte en las elecciones por un camino diferente al revolucionario.
Las
violentas declaraciones de Maduro al anunciar un supuesto sabotaje de la
oposición al sistema eléctrico nacional han confirmado en mí las dudas que
tengo sobre las imprudentes declaraciones del ministro de la Defensa. Amenazar
con enviar a los militantes del PSUV a la calle, junto a la Fuerza Armada, a
reprimir a los venezolanos en caso de ocurrir un apagón en todo el territorio
nacional, pareciera más una maniobra que busca suspender las elecciones ante la
certeza de su derrota. De todas maneras deseo recordar que no creo que la
Fuerza Armada se preste para reprimir a nuestro pueblo ni acepte una suspensión
de las elecciones. A los venezolanos nos queda un solo camino: votar
masivamente por Capriles. A la Fuerza Armada, respetar el resultado electoral.
fochoaantich@gmail.com
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