¿Qué fue lo que nos alejó de las utopías sino la barbarie de quienes pretendieron llevarlas a la práctica? Jean Daniel
Al final de su viaje para conocer lo que
pensaba era la concreción -¡al fin!- de la utopía del paraíso socialista por la
que había luchado, Arthur Koestler, escritor húngaro, fue abatido por la más trágica decepción.
En su relato autobiográfico confiesa: ““Fui
hacia el comunismo como quien va hacia un manantial de agua fresca y dejé el
comunismo como quien se arrastra fuera de las aguas emponzoñadas de un río,
cubiertas por los restos y desechos de ciudades inundadas y por cadáveres de
ahogados”.
Dramática y desoladora metáfora. La puesta en
práctica de una utopía destructora no había escatimado esfuerzos en su tarea
absurda de instaurar la barbarie. Las cosas no marchaban como lo decía la
propaganda de su Partido Comunista alemán, sino todo lo contrario; y pensar que
él que se había imaginado la URSS como una gigantesca Manhattan con sus enormes
edificios.
En ese viaje realizado entre los años 1932 y
1933, la revolución bolchevique tenía instaurada casi 15 años, y las políticas
colectivistas ya habían causado enormes estragos a la economía, unos cuantos
millones de personas habían muerto de hambre y miles de harapientos deambulaban
por las ciudades luchando por obtener un mendrugo de pan a cambio de iconos
religiosos.
Uno de los aspectos que vale la pena traer a
colación de aquel relato dantesco, es el relativo a las consecuencias de
aquellas políticas desastrosas para los ciudadanos. Sobre todo, por lo que
hemos vivido en Venezuela en los últimos tiempos en materia de suministro de
alimentos e inflación, que de no ser corregido podríamos caer en situaciones
como las descritas por Koestler en su viaje hacia una amarga desilusión.
En un pasaje cuenta: “las tiendas de la
cooperativas, que, según era de suponer, tenían que suministrar a la población
los artículos de primera necesidad, estaban vacías (…) en ninguna parte podían
comprarse botas o vestidos, no había papel para escribir a máquina, ni papel
carbón, ni peines, ni cacerolas…(…) cuando se sabía que había llegado a una
tienda algún artículo de venta, la noticia se difundía, todo el mundo se
lanzaba a comprar cepillos de dientes, jabón, cigarrillos, sartenes….allí donde
la gente veía una cola, se precipitaba a formar en ella (…) cuando la cola era
tan larga, la gente del extremo que no tenía idea de lo que se estaba
vendiendo, se divertía tratando de adivinarlo o haciendo correr rumores”.
Cualquier parecido de esa situación con la
realidad que se empieza a asomar en nuestro país, no es pura coincidencia. No
son pocas las historias parecidas narradas por amas de casa venezolanas en
estos días. Es la misma lógica, la misma ideología demencial y destructora, la
misma ceguera y los mismos resultados nefastos.
Porque, mutatis mutandi, los controles
estatales establecidos nos han conducido a una demolición paulatina de la
industria nacional, a una escasez de productos
creciente, a una inflación descontrolada y a una caída estrepitosa de la
inversión nacional e internacional. Es ya insoportable la escasez de divisas
para la importación de materias primas y otros bienes necesarios para la
manufactura y el comercio.
El gobierno pretendió enfrentar estos asuntos
echando mano de las recetas fallidas de los gobiernos autoritarios
colectivistas, y no alcanza a percatarse de que por el camino que va nos
dirigimos al despeñadero.
Nicolás Maduro inicia su gobierno de
legalidad y legitimidad dudosas manteniendo en el gabinete ministerial a los
mismos personajes que nos trajeron a esta grave situación.
Ciertamente, no esperábamos algún cambio de
fondo, pero dadas la endeblez del piso político y la carencia de liderazgo que
muestra Maduro al interior del chavismo y de la fuerza quizás mayoritaria que
tiene la oposición democrática, a cuya cabeza está un líder indiscutible,
Henrique Capriles, se podía vislumbrar alguna modificación del talante de cara
al país y los graves problemas que deben enfrentarse. Y son los económicos los
que están estallando con más rapidez.
Así como es necesario, urgente y posible un
diálogo general sobre el país, las circunstancias lo exigen, es perentorio
concretar acuerdos sobre lo económico. Si este acercamiento no se da, está el
precipicio esperándonos a todos, repito: a todos, sin excepción.
Aunque la crispación política ha llegado a
cotas muy altas, y sobre todo, vemos a un gobierno reacio a sentarse a
conversar, reconocer y respetar a las fuerzas opositoras, por parte de esta
últimas deben agotarse los esfuerzos en tal sentido. Si el gobierno mantiene su
cerrazón a las posibilidades de encuentro civilizado y no termina de aceptar
que deben aclararse de una vez por todas los resultados electorales del 14-A,
no quisiera pensar en lo que pudiera pasar entre nosotros no sólo en el campo
de lo económico.
Puesto que no deseamos la instauración
definitiva de espantosas experiencias económicas totalitarias, como las
contadas por Koestler, es por lo que insistimos en la necesidad del reencuentro
del país con vistas a un cambio de rumbo.
“Venezuela somos todos”, repitió Capriles
hasta la saciedad en su campaña electoral. Los demócratas responsables estamos
abiertos a encontrar un camino de concordia y paz en beneficio del país. Allá
los que la violencia, la perversidad y la intolerancia son su razón de ser y
alimentan su alma. Si profundizan la deriva enloquecida hacia la que algunos
voceros del gobierno apuntan en estos días, el fondo del barranco nos estará
aguardando.
@ENouelV
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.