lunes, 15 de abril de 2013

CARLOS BLANCO, "UN DÍA AMANECERÁ Y EL MIEDO HABRÁ TENIDO MIEDO DE QUEDARSE. ALGÚN DÍA...", TIEMPO DE PALABRA

¡MAÑANA, AY MAÑANA!

El país que amanecerá mañana es radicalmente distinto al de hoy. Pase lo que pase, una época concluye y otra comienza. Si se quiere tomar la espuria clasificación de Chávez pudiera decirse que la VI República dará sus inciertos pasos iniciales. La ausencia del exPresidente nunca habrá sido tan radical como lo será desde mañana porque sin él tanto sus seguidores como sus adversarios están forzados a iniciar un nuevo camino.

Sin duda hay exigencia de nuevas políticas que permitan abatir la inflación, estimular la inversión y el empleo, así como impulsar la seguridad y la justicia. Sin embargo, lo que Venezuela requiere con más fuerza y decisión es el enaltecimiento de valores esenciales.

RESPETO.

La noción de respeto se ha deslizado por el plano inclinado del manoseo. No es que hay dos bandos, ni que cada bando está dividido -a su vez- en dos, sino que la división, el enfrentamiento, la polarización, se han convertido en modos de existencia. No solo ocurre en el plano político sino hasta en esa competencia mortal que es conducir en medio del tráfico urbano, en el cual impedir que otro vehículo avance y atravesarse a la brava son conductas habituales, sin descartar a los espontáneos que desde sus automóviles adornan calles con botellas.

En el fondo, "el otro" es un molesto apéndice que se aparece en el camino que me pertenece porque me da la gana. Esa carencia generalizada de respeto se expresa en quienes exigen "derechos" pero no aceptan de buen grado nada que huela a deberes. Esta actitud se puede encontrar en cualquier espacio y ha adquirido hasta una cierta faz de orgullosa dureza que no es mas que elemental falta de respeto, a veces acompañada de falta de educación y otras veces con diplomas y dinero.

La recuperación del respeto entre seres humanos, con sus variantes de amabilidad, consideración y simpatía, no constituyen programa de gobierno pero cómo hacen de bien en la relación humana.

LA LEY.

Las sociedades expresan en su sistema de normas el pacto que las constituye. Respetar la ley es un ingrediente básico de la civilidad. En el país se ha instalado la transgresión a la ley como factor básico de la existencia social. Nadie se siente obligado a respetar norma alguna -de la Constitución para abajo- si es lo que parece conveniente, útil o cómodo a quien la viola. En los años recientes se ha estimulado esa conducta con un barniz ideológico: la ley no es una forma civilizada de regular la conducta ciudadana sino la imposición arbitraria de "las clases dominantes" del pasado, en cuyo caso la ley se opone a la justicia y si la justicia ha de prevalecer, la violación de la norma parece lo pertinente.

Así se ha impuesto la idea de que saltarse toda norma, desde las que regulan la propiedad privada hasta las luces rojas en los semáforos, es parte de alguna forma de justicia popular, abusiva y ramplona. La ley se ha convertido en motivo de algazara generalizada que solo impera en casos en los cuales no hay atravesado algo que suene a reivindicación popular o revolucionaria.

Una sociedad en la que impere la ley, en la que las normas se conviertan en guías para la conducta de los ciudadanos y de las instituciones, en la que no tengan espacios los pájaros bravos, ni los que van a pie ni los que van en camionetas rústicas con guardaespaldas, puede ser un espacio existencial amable y deseable. Esa expresión que se oye en otras latitudes cuando alguien se queja de alguna norma y su interlocutor, sea autoridad o no, le responde: "pero es la ley", es garantía de convivencia y base jurídica del respeto. Algún día habrá un sistema judicial del cual no sentir vergüenza.

LA PROPIEDAD PRIVADA.

Si alguna violación sistemática ha ocurrido en Venezuela es la de la propiedad privada, tanto de medios de consumo como de producción. La inseguridad personal se ha traducido en que los ciudadanos parece que poseyeran aquello que los ladrones y atracadores todavía no le han puesto la vista. Hay un régimen de posesión precaria dado el ambiente de desmadre delictivo que vive el país. No se crea que es un fenómeno sorpresivo sino que está fundado en la idea de que la pobreza produce delincuentes que es la noción más reaccionaria; los que así piensan no pueden perseguir el delito porque se le ve como una forma (tal vez exagerada) de reivindicación de derechos. El fundamento es que si alguien tiene mucho es porque se lo robó al pobre y el delito solo es ejercicio de "justicia devolutiva".

La inseguridad jurídica sobre la propiedad productiva ha sido el resultado de una indigestión de marxismo tardío y rancio. De allí ha derivado un ataque persistente sobre empresas, establecimientos y todo aquello que produzca riqueza, visto como exacción del sudor del trabajador explotado.

En esos predicamentos, en los que solo permanecen en los norcoreanos, los rojos venezolanos, Evo Morales, y algunas sectas esotéricas medio clandestinas, se ha producido la masiva destrucción que Venezuela conoce.

Llegará el tiempo de reconocer la propiedad privada como componente necesario de la humanidad de los humanos; como ingrediente de una existencia que se supera a sí misma. Ser propietario será en algún momento futuro aspiración orgullosa reconocida por los líderes.

ECOEXISTENCIA.

La situación que vive el país no es solo de degradación política, institucional y cultural sino también ambiental. La inmundicia es parte del paisaje urbano que se degrada cada vez más. La basura carcome los espacios, los drenajes no funcionan, las aguas servidas se esparcen, y ciudadanos de todas las clases contribuyen al deterioro: sea que unos boten botellas en la vía, sea otros que gasolineen con sus lanchas y yates en zonas ecológicas frágiles o con sus rústicos en la Gran Sabana.

Un país que aspire a ingresar, aunque tarde, al siglo XXI, tendrá que asumir el tema ambiental con tanta fuerza y pasión como hoy se hace con el tema político.

LA RECONSTRUCCIÓN.

El deterioro descrito ha cristalizado en una brutal crisis institucional. Las instituciones como sistema de normas, valores, ideas-fuerza, han sido devastadas. La ruina se refiere a las más emblemáticas del Estado y también a las de los sectores privado y público no-estatal.

Vendrá otro tiempo. El de las instituciones respetables y respetadas, el del imperio de la ley, el de consideración al prójimo y al ambiente, el tiempo de la vieja hermandad venezolana, el de la confianza en la palabra, el de la cooperación desinteresada con el desvalido. Deberá suceder alguna vez un país amado y amable. Habrá una época con esta patria rebelada ante tanta humillación. Vendrá el momento de la ley y de la justicia.

Un día amanecerá y el miedo habrá tenido miedo de quedarse. Un día...

www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog

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