lunes, 11 de marzo de 2013

PEDRO PAÚL BELLO, MÁS REFLEXIONES SOBRE EL PRESENTE.

Escribí en reciente artículo anterior a éste que, en Venezuela, estamos llegando a un “punto de quiebre”  que, decía en ese escrito, es político y  hay que superarlo diría ahora que con carácter de urgencia. 
Me refería allí a las acciones que, a mi manera de ver, deberían tomar los partidos democráticos para restablecer las instituciones que la dictadura con vocación totalitaria tiene bajo control --en los niveles de gobierno--  y que son prácticamente todas. Para tratar de abrir un camino de reflexión en ese sentido, me centré  --de manera asaz breve--  en algunas ideas del conocido Gene Sharp sobre la resistencia pacífica, que no pasiva.
Casi como remate conclusivo de ese escrito, sintéticamente recordé las cuatro principales orientaciones de Sharp: 
1.- Fortalecer la población ayudándole a confiar en sí misma, en su fuerza unida para luchar y en sus capacidades para resistir; 
2.- Fortalecer grupos sociales e instituciones de pueblo que sean independientes del gobierno; 
3.- Crear una fuerza interna de resistencia que sea poderosa 
4.- Establecer un plan estratégico global y realista, amplio en sus alcances, para ejecutarlo con inteligencia y destreza.
La situación actual de Venezuela que, repito, nos arrastra hacia “un punto de quiebre” y se caracteriza, también, por un cuarteto de aspectos que son de orden político, social, económico e histórico cultural. Sin embargo, a los efectos de una más clara coherencia, habremos de desarrollarlos a lo inverso, valga decir, comenzando por el último de los antes señalados y terminando con el primero.  Por supuesto, estos cuatro aspectos y otros que dejaremos al margen, se entremezclan y confunden entre ellos y, del todo así formado, devienen las conflictividades de este presente y del pasado reciente y del más remoto, hasta llegar al origen de este último.
Aspecto histórico-cultural.
La revisión de nuestro acontecer histórico da cuenta, en buena parte, de las causas raigales que explican realidades, como éstas que hoy día vivimos, que son propias de nuestro ser nacional.  Normalmente  --y con las excepciones del caso--  la vivencia de la ciudadanía no ha sido más que sentimiento no traducido en hechos concretos, en compromisos verdaderos y sostenibles asumidos con la Nación y la población a las que pertenecemos. Por encima de ello, con frecuencia, han prevalecido intereses personales o de cerrados grupos de cercanas afinidades.
Por otra parte, derivadas de las profundidades originarias de nuestra Nación, cuyas raíces se sembraron desde el Descubrimiento entre la persecución y el sometimiento a los conquistadores,  la conflictividad permanente de una sociedad separada estamentalmente  y el mestizaje que nació desde los inicios, fueron factores determinantes de futuros atrasos. La Guerra de Independencia, la mitad de cuyo tiempo fue de guerra civil en continuidad con los conflictos de clases, se interrumpió luego de liberada la después Colombia y, al separarnos del sueño bolivariano y desde 1830 hasta el 1º de marzo de 1847, el país se fue encaminando de manera organizada y en armonía pero, en ese marzo, asumió el poder José Tadeo Monagas y se abrió de nuevo la conflictividad que desembocó en la guerra civil, llamada federal. Después, fueron el caudillismo de estilo feudal y las tiranías (Guzmán, Crespo, Castro) hasta la de Gómez, quien fundó nuestro Estado Moderno. Por eso   normalmente  --y con las excepciones del caso--  la vivencia de la ciudadanía no ha sido más que sentimiento no traducido en hechos concretos, en compromisos verdaderos y sostenibles asumidos con la Nación y la población a las que pertenecemos. Por encima de ello, con frecuencia, han prevalecido intereses personales o de cerrados grupos de cercanas afinidades.
Después de Gómez vino la apertura democrática que, gradualmente, se desarrolló con López Contreras y vino lo que todos conocemos: Medina Angarita; el 18 de octubre; Pérez Jiménez y, luego, la etapa de verdadera democracia que, después de 15 años,  comenzó a debilitarse y se hizo posible la disfrazada llegada del comunismo que, en 1999, trajo Hugo Chávez. Pero los sectores llamados “populares”, con orígenes en los bajos y más numerosos estamentos coloniales, atosigados con el populismo nacido en 1945 y prolongado hasta 1999  --no siendo cierto que no hayan recibido apoyo educativo, vivienda, trabajo y oportunidades en la etapa democrática--  si padecieron desde la caída de los precios del petróleo en 1983 restricciones y menguas de su beneficios, trabajos, a veces, sin solidaridad por parte de quienes más pueden.
Antier, cientos de miles de venezolanos siguieron, llorosos en su mayoría, la larga ruta por la cual pasó el cadáver de Chávez. En el fondo verdadero, como lo escribió ayer Fernando Mires,  no lloraban por Chávez: “lloran, en fin, por la nostalgia de Dios que cada uno trae consigo.”
Aspecto económico.
Entre 1999 y 2012, Venezuela recibió más de 10 mil 700 millones de dólares, cifra nunca antes alcanzada. En 1997 el precio del barril fue de $ 7; desde el 2003 el preció superó, casi  de manera continua el de $ 100/b. Sin embargo, en el presente la economía del país está prácticamente en quiebra; no hay producción agrícola suficiente y tenemos que importar casi todo lo que se consume; la deuda externa es enorme: nos amenaza caer en default. La inflación, lejos de frenarse, es indetenible. ¿Dónde vamos a llegar y por qué? La insolente locura de regalar lo nuestro a muchos países, en la idea de crear un bloque contra el “Imperio”, el latrocinio insolente de funcionarios de alto nivel que han acumulado riquezas mal habidas, el no invertir en lo fundamental para el desarrollo y funcionamiento del país, con crisis en materias como electricidad, vialidad, asistencia hospitalaria, etc., muestran el rotundo fracaso del mal llamado “socialismo del siglo XXI”, que no es socialismo ni nada. Una nueva devaluación parece inminente. Así estamos en lo económico después de haber alcanzado, en los años 50 pasados, a que el bolívar llegara a valer más que el dólar.
Aspecto social.
En lo social, un tema problemático que es menester superar, se encuentra en la realidad de que un porcentaje del orden del 70% de nuestras familias es el de las llamadas “matricentradas”. Se trata de familias en las que hay ausencia de padre  y, sólo, presencia de la madre.  En este modelo, como lo expresa el P. Alejandro Moreno, “La familia…está constituida por una mujer-madre con sus hijos.” Sin embargo, como normalmente el hombre abandona a la mujer, otros que repiten la misma práctica van a sustituirlo de manera constante. Este tipo de familia es el modelo que, muy mayoritariamente, define el aspecto cultural, en Venezuela, de la familia popular, el cual, por cierto, también se presenta en otros sectores de distinto nivel y su menor incidencia la tiene en los Estados andinos.
Este fenómeno engendró otro que consiste en la reducción del interés de ese tipo de familia, entendido por las relaciones que se tejen a partir de los diversos padres de los hijos, sus padrinos y otros allegados, para limitar sus intereses a esos grupos primarios de pertenencia (algunos autores los han denominado “familismo amoral”), de manera que los logros de esfuerzos de sus integrantes sólo a éstos benefician y nada les interesa del país.
A estos cuadros anteriores es menester incorporar que la crisis económica ya antes esbozada, afecta a todos los venezolanos pero, fundamentalmente, a aquellos de menores recursos y muy limitadas posibilidades de sobrellevarla. Igual puede decirse respecto a la inseguridad que vivimos pues la proporción de los crímenes recae en los sectores populares en un 90% respecto de los demás.
Aspecto político
Sin dudas la muerte del Presidente Chávez afectará severamente al desarrollo de su proyecto político que él llamó “socialismo del siglo XXI”, y no solamente por la desaparición del gran mentor y actor del proyecto, lo que es cierto y muy importante dadas las limitadas capacidades de la mayoría de quienes lo acompañaron en su desarrollo, sino también por las antes referidas condiciones históricas, económicas y sociales que inciden seriamente en estos presentes o futuros momentos de la realidad política del país.
Ayer, el TSJ, organismo responsable por velar y garantizar el cumplimiento y el respeto a lo establecido en la Constitución de la República, una vez más incurrió en hacer lo contrario a su deber, como lo hiciera cuando lo obligaba la Constitución a propósito de las exigencias del pasado 10 de enero. En efecto, fundado en ello, el TSJ procedió a llenar la vacante absoluta por la muerte del Presidente, sino que ratificó al Vice-Presidente Maduro para llenar el vacío presidencial, pero no como Encargado de la Presidencia sino como Presidente Encargado, lo cual es muy diferente. Tanto, que en virtud de ello, el Sr. Maduro puede optar a ser candidato en la elección de un nuevo Presidente, como si el Sr. Maduro fuese Presidente en Ejercicio, no siéndolo.
Venezuela presenta cuatro factores que son sumamente peligrosos, cada uno, pero mucho más los son todos en conjunto: anomia, anarquía, división e ingobernabilidad. Fueron esos los cuatro factores que determinaron la explosión de la guerra civil española de los años 30 del siglo pasado. Sus antídotos son: integración, orden, unidad y gobernabilidad.
En tal situación se impone el diálogo sincero y abierto, la concertación sincera que imponga la paz y la gobernabilidad y asegurar la pureza electoral para que logremos levantar de nuevo esta Patria que es de todos y no de algunos.
ppaulbello@gmail.com

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