El problema de fondo es la legitimidad, si no
se está investido o electo para una función. Cuando no se cumplen los
procedimientos constitucionales se está dando un salto al vacío, un abismo
legal del que desconocemos sus consecuencias, hasta que toquemos fondo.
Entre las pocas cosas juiciosas que dijo
Chávez antes de desaparecer, fue dejar instrucciones frente a su posible
ausencia, señalado se cumpliera el mecanismo establecido en la Constitución.
Disposiciones que han ignorado olímpicamente la banda de los cuatro, que
coordinan la entrega de nuestra soberanía al gobierno de Castro.
Una autoridad sin bases de legalidad no es
más que un gobiernito sin sustento jurídico, que puede paralizarse y estallar.
Ningún teatro de declaraciones contradictorias,
ni los fotomontajes más burdos, que buscan probar que el Chávez que nadie ve
está tomando decisiones, no son más que un pobre escenario de pacotilla, que
cada día prueba ante el mundo que nos encontramos en manos de usurpadores.
Un gobierno ilegitimo no logra respetabilidad
y solo le queda el camino de la intimidación, seleccionando victimas
emblemáticas, para producir terror en la ciudadanía por aquello de “si eso es
con personas conocidas, que me quedara a mí”.
La intimidación puede resultar eficaz, solo
en la medida en que la sociedad se paralice frente al atropello y la
humillación, ningún gobierno puede meter preso ni comprar a 6 millones de
personas y menos uno que se encuentra al borde de la implosión.
Esta se producirá cuando la presión de la
sociedad supere la resistencia interna del PSUVE, cuya permanencia mecánica se
resiente ante el vacío de poder y ante sus propias divergencias entre anti y
pro castristas. Si mantenemos la presión esta se producirá súbitamente
proyectando los restos hacia su propio interior.
Permanecer impávidos esperando que las cosas
sucedan, es en cierta forma aceptar lo que está pasando, la responsabilidad
está en relación directa con lo que hagamos o dejemos de hacer.
Someterse como borregos a lo que decide Fidel
y aceptar que avance la penetración cubana, que se sigan despilfarrando los
recursos de todos los venezolanos, que se mantengan presos Simonovis o la jueza
Afiuni sin reaccionar, es vender nuestra alma al diablo a cambio de nuestra
tranquilidad provisional.
Muchos cierran los ojos ante el avance
acelerado del proceso, que sabe muy bien que cuenta con poco tiempo antes que
se destape la olla de corrupción, mentiras y de traición a la patria. Antes de
que chavista y no chavistas descubramos, que todos fuimos engañados y que no
bastaba con no meterse en política, para que no nos afectara el desastre
gubernamental. La escasez de alimentos, la inflación, la delincuencia
organizada no distingue entre amigos y opositores.
Y si en el futuro quisiéramos
protestar, ya hemos visto como este gobierno trata a los estudiantes, a los
trabajadores de Alcasa y Venalum a quienes no les reconoce su beneficios o a
nuestros indios Pemones, con esa misma vara seremos medidos.
Es evidente que las armas y el apoyo de las
fuerzas armadas, permiten imponer la sumisión, pero jamás la respetabilidad.
Hoy los estudiantes se atreven a alzar la voz, podrán meter presos a la mitad
de ellos pero el miedo no triunfará sobre el coraje, nuestra juventud lo ha
demostrado una y otra vez.
Ya es hora que el ciudadano común, que el
trabajador, que los creyentes, los políticos, artistas y profesionales, unidos
en un gran proyecto nacional, digamos ¡basta! al atropello y al saqueo de
Venezuela.
A un país no solo se le despoja de sus
riquezas, se le roba también su soberanía, sus valores. Puedes reprimir sus
derechos, desmoralizarlo, someterlo y humillarlo, generando la desesperanza
entre sus ciudadanos.
Pero sus líderes, los verdaderos militares
nacionalistas, los hombres y mujeres responsables de este país, no pueden ni
deben rendirse, rechacemos continuar siendo espectadores sumisos ante un
gobierno ilegitimo que solo tiene como argumentos la mentira, el engaño y las
enormes vallas publicitarias para repetirlos.
Asumamos la respetabilidad de la lucha
democrática, de la defensa de nuestra identidad, de acompañar nuestros jóvenes,
comprometámonos con los presos políticos, con los que se ha ido luchando y con
los que hoy en día dan la cara.
El Gobierno se está convirtiendo en una
caricatura de lo que en el pasado describió como revolución, hablando de amor
después de sembrar el odio y división, exigiendo respeto después de condenar
inocentes y absolver los asesinos de Puente Laguno y de la Plaza Altamira.
Hablando de acaparamiento cuando destruyó la producción agrícola y pecuaria de
Venezuela.
Jurando querer salvar los dólares cuando los
empleó comprando armas, creando milicias privadas, en maletas como regalos a
sus amigos de otros países y comprando comida que dejó podrir en los famosos
conteiners.
Una revolución que lleva 200 mil venezolanos
asesinados, sembrando nuestra tierra con más de 60 cadáveres por día, donde los
presos corren con suerte si salen vivos de las cárceles.
Donde falta la luz, el agua y quebraron las
empresas de Guayana y a una PDVSA convertida en un portamonedas del proyecto de
Fidel. Un país donde no han construido absolutamente nada y en el que
subsistimos gracias a lo que construyó la denigrada Cuarta República.
Una revolución para la cual es más importante
la Embajada de Cuba que sus propios estudiantes. En la cual se financia la
campaña de Cristina Kirchner , de Evo Morales, de los sandinistas y los
abogados del terrorista Carlos, antes que pagar los beneficios laborales de los
empleados de la empresas de estado en Bolívar.
Una revolución que se entregó políticamente a
una tiranía extranjera que nos tiene invadidos y económicamente al Gobierno de
China.
Lo representantes de una ideología fracasada
que acogió a dictadores, maleantes y delincuentes, que no dudaron en utilizar
las riquezas del país para su beneficio personal y que terminaron abandonando a
los suyos. Una banda que acabó con nuestras reservas, con el oro y nos deja una
deuda incrementada en 161%, desde que resultó electo el militar.
Esa revolución con un líder de papel y de
pancartas, que no habla, ni escribe, ni se le ve, tiene ahora una camarilla que
se mantiene unida, por el miedo que se tienen entre ellos y que presagia la
implosión de la que hablamos.
Quizás antes presenciemos la reacción social
que se ve venir, la oposición está llamada a estar presente para canalizar toda
esa ira que puede desatarse, frente a la estafa gubernamental.
Solo así lograremos evitar un camino de
desolación, violencia y venganza.
Escojamos el camino civilizado para
reconstruir un país donde cabemos todos, donde cada quien deberá asumir su
parte para sacarlo adelante.
nelsoncastellano@hotmail.com
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