martes, 5 de marzo de 2013

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, GOBIERNO DE PACOTILLA

El problema de fondo es la legitimidad, si no se está investido o electo para una función. Cuando no se cumplen los procedimientos constitucionales se está dando un salto al vacío, un abismo legal del que desconocemos sus consecuencias, hasta que toquemos fondo.
Entre las pocas cosas juiciosas que dijo Chávez antes de desaparecer, fue dejar instrucciones frente a su posible ausencia, señalado se cumpliera el mecanismo establecido en la Constitución. Disposiciones que han ignorado olímpicamente la banda de los cuatro, que coordinan la entrega de nuestra soberanía al gobierno de Castro.
Una autoridad sin bases de legalidad no es más que un gobiernito sin sustento jurídico, que puede paralizarse y estallar.
Ningún teatro de declaraciones contradictorias, ni los fotomontajes más burdos, que buscan probar que el Chávez que nadie ve está tomando decisiones, no son más que un pobre escenario de pacotilla, que cada día prueba ante el mundo que nos encontramos en manos de usurpadores.
Un gobierno ilegitimo no logra respetabilidad y solo le queda el camino de la intimidación, seleccionando victimas emblemáticas, para producir terror en la ciudadanía por aquello de “si eso es con personas conocidas, que me quedara a mí”.
La intimidación puede resultar eficaz, solo en la medida en que la sociedad se paralice frente al atropello y la humillación, ningún gobierno puede meter preso ni comprar a 6 millones de personas y menos uno que se encuentra al borde de la implosión.
Esta se producirá cuando la presión de la sociedad supere la resistencia interna del PSUVE, cuya permanencia mecánica se resiente ante el vacío de poder y ante sus propias divergencias entre anti y pro castristas. Si mantenemos la presión esta se producirá súbitamente proyectando los restos hacia su propio interior.
Permanecer impávidos esperando que las cosas sucedan, es en cierta forma aceptar lo que está pasando, la responsabilidad está en relación directa con lo que hagamos o dejemos de hacer.
Someterse como borregos a lo que decide Fidel y aceptar que avance la penetración cubana, que se sigan despilfarrando los recursos de todos los venezolanos, que se mantengan presos Simonovis o la jueza Afiuni sin reaccionar, es vender nuestra alma al diablo a cambio de nuestra tranquilidad provisional.
Muchos cierran los ojos ante el avance acelerado del proceso, que sabe muy bien que cuenta con poco tiempo antes que se destape la olla de corrupción, mentiras y de traición a la patria. Antes de que chavista y no chavistas descubramos, que todos fuimos engañados y que no bastaba con no meterse en política, para que no nos afectara el desastre gubernamental. La escasez de alimentos, la inflación, la delincuencia organizada no distingue entre amigos y opositores.
Y si en el futuro quisiéramos protestar, ya hemos visto como este gobierno trata a los estudiantes, a los trabajadores de Alcasa y Venalum a quienes no les reconoce su beneficios o a nuestros indios Pemones, con esa misma vara seremos medidos.
Es evidente que las armas y el apoyo de las fuerzas armadas, permiten imponer la sumisión, pero jamás la respetabilidad. Hoy los estudiantes se atreven a alzar la voz, podrán meter presos a la mitad de ellos pero el miedo no triunfará sobre el coraje, nuestra juventud lo ha demostrado una y otra vez.
Ya es hora que el ciudadano común, que el trabajador, que los creyentes, los políticos, artistas y profesionales, unidos en un gran proyecto nacional, digamos ¡basta! al atropello y al saqueo de Venezuela.
A un país no solo se le despoja de sus riquezas, se le roba también su soberanía, sus valores. Puedes reprimir sus derechos, desmoralizarlo, someterlo y humillarlo, generando la desesperanza entre sus ciudadanos.
Pero sus líderes, los verdaderos militares nacionalistas, los hombres y mujeres responsables de este país, no pueden ni deben rendirse, rechacemos continuar siendo espectadores sumisos ante un gobierno ilegitimo que solo tiene como argumentos la mentira, el engaño y las enormes vallas publicitarias para repetirlos.
Asumamos la respetabilidad de la lucha democrática, de la defensa de nuestra identidad, de acompañar nuestros jóvenes, comprometámonos con los presos políticos, con los que se ha ido luchando y con los que hoy en día dan la cara.
El Gobierno se está convirtiendo en una caricatura de lo que en el pasado describió como revolución, hablando de amor después de sembrar el odio y división, exigiendo respeto después de condenar inocentes y absolver los asesinos de Puente Laguno y de la Plaza Altamira. Hablando de acaparamiento cuando destruyó la producción agrícola y pecuaria de Venezuela.
Jurando querer salvar los dólares cuando los empleó comprando armas, creando milicias privadas, en maletas como regalos a sus amigos de otros países y comprando comida que dejó podrir en los famosos conteiners.
Una revolución que lleva 200 mil venezolanos asesinados, sembrando nuestra tierra con más de 60 cadáveres por día, donde los presos corren con suerte si salen vivos de las cárceles.
Donde falta la luz, el agua y quebraron las empresas de Guayana y a una PDVSA convertida en un portamonedas del proyecto de Fidel. Un país donde no han construido absolutamente nada y en el que subsistimos gracias a lo que construyó la denigrada Cuarta República.
Una revolución para la cual es más importante la Embajada de Cuba que sus propios estudiantes. En la cual se financia la campaña de Cristina Kirchner , de Evo Morales, de los sandinistas y los abogados del terrorista Carlos, antes que pagar los beneficios laborales de los empleados de la empresas de estado en Bolívar.
Una revolución que se entregó políticamente a una tiranía extranjera que nos tiene invadidos y económicamente al Gobierno de China.
Lo representantes de una ideología fracasada que acogió a dictadores, maleantes y delincuentes, que no dudaron en utilizar las riquezas del país para su beneficio personal y que terminaron abandonando a los suyos. Una banda que acabó con nuestras reservas, con el oro y nos deja una deuda incrementada en 161%, desde que resultó electo el militar.
Esa revolución con un líder de papel y de pancartas, que no habla, ni escribe, ni se le ve, tiene ahora una camarilla que se mantiene unida, por el miedo que se tienen entre ellos y que presagia la implosión de la que hablamos.
Quizás antes presenciemos la reacción social que se ve venir, la oposición está llamada a estar presente para canalizar toda esa ira que puede desatarse, frente a la estafa gubernamental.
Solo así lograremos evitar un camino de desolación, violencia y venganza.
Escojamos el camino civilizado para reconstruir un país donde cabemos todos, donde cada quien deberá asumir su parte para sacarlo adelante.
nelsoncastellano@hotmail.com

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