viernes, 22 de marzo de 2013

ALBERTO JIMÉNEZ URE, ANOTACIONES SOBRE EL POETA OCTAVIO PAZ

Una información importante en la vida de Octavio PAZ fue su ateísmo, que lo llevaría a expresar su deseo de ser incinerado luego de su muerte. Toda persona «atea» es -a mi juicio- suprarracional: lógica, consciente que todas sus acciones individuales sólo podrían ser posibles sin la intervención de la Providencia. Durante su larga vida, el fallecido escritor mexicano -autor de Libertad bajo palabra [1958], El laberinto de soledad [1950], El arco y la lira [1956] y La otra voz [1990], entre más de veinte libros- trasladaría su pensamiento desde cierta utopía «revolucionaria» hasta casi adherirse a ideas propias de la «extrema derecha».
PAZ tuvo propensión al análisis de la Cultura Mexicana, la mayoría de cuyos elementos le sirvieron de base para elaborar El laberinto de la soledad: un ensayo respecto al cual formularé ciertos comentarios (1)
«EL DOLOR DE SER PARA SER OTRO»
En El laberinto de la soledad [«Fondo de Cultura Económica», México, 1994], el escritor dilucida -rigurosamente- el comportamiento del sector de sus paisanos que «tiene conciencia de ser en tanto que mexicanos» (lo admite en su obra ya dos veces por mí citada). También cuanto precede a sus hábitos o costumbres y sus semejanzas con el hombre hispanoamericano, en general. Leámoslo: 

«Es natural que después de la fase explosiva de la Revolución, el mexicano se recoja en sí mismo y, por un momento, se contemple...» [cfr. p. 13]
Sobre el legendario machismo del mexicano, aberración más que exacerbación de la conducta humana, PAZ le halla su origen en la herencia Hispana. Antes, parcialmente, Hispanoárabe. Más atrás en el tiempo, Grecorromana.
Al cambio de las cosas, los mexicanos -similar a los venezolanos, colombianos, chilenos o argentinos- evolucionarían  culturalmente [o degenerarían, según el análisis de cada cual] para conformar esa «cosmogonía» de lo indefinible e insondable reflejada en el Multirracismo y Multiser. Hoy, previa petición de disculpa y sin ánimo de proferir agravios contra ninguno, se me ocurre calificar nuestras poblaciones como Multinadas. Ésa, materializada en la asimilación gregaria de estupideces, falsos valores, necesidades frívolas, resentimientos apócrifos e ideas  relacionadas con la anti-solidaridad y el anti-humanismo en boga:
«[…] Don Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con su voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo con su vacía y vocinglera presencia. Está en todas partes y en todos los sitios tiene amigos. Es banquero, embajador, hombre de empresa. Se pasea por todos los salones, lo condecoran en Jamaica, en Estocolmo y Londres. Don nadie es funcionario o influyente y tiene una agresiva y engreída manera de no ser...» [Idem., p. 49]
Estoy [abatido] persuadido: los hispanoamericanos de escasa cultura experimentan, permanentemente, dolor por Ser para Ser Otro Imposible e Incontaminado Racialmente. Cuando alguien [docto] «instruido» decide no padecer por causas de origen abstracto u ontológico,  será captado como una criatura extraña que ha elegido la condenación de su alma. El Ser Otro es la conversión en Cualquiera Ficcional, la negación de una entidad que -provista de la Razón Inmutable- debería afianzarse en el Universo mediante el desarrollo de su naturaleza individual: lo cual podría suceder sin que se perjudique a nadie.
El bienfamado poeta aseveró «que la vida es la máscara de la muerte» [Ibídem., p. 91]. Frente a esa sentencia, afirmo que PAZ tuvo una mente científica aun bajo sensibilidad poética: ello puesto que, irreductiblemente, la ocultación del verdadero rostro de un Ser o Cosa es un simulacro de sepultura de La Nada. Es antítesis presumir que vivimos tras la máscara de la Muerte. Existiríamos si no fuésemos la simulación del Ser, cuya materialidad dudamos. Por ello, el intelectual recordaría que «[…] el mexicano no quiere ser ni aborigen ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de La Nada...» (Supra., p. 96)
«EL POETA QUE NO TEMIÓ BOGAR POR LA POESÍA»
Octavio PAZ no se pareció a los poetas que lo son para procurarse una condición social u acomodo en organismos oficiales; no semejaba a esos que se califican de creadores y [de un momento a otro, ante la displicencia del político-funcionario que decide presupuestos culturales, o frente la ignorancia del empresario] se niegan. Defendió la Poesía como el científico a su disciplina. Con asombrosa lucidez, bogaría por ella:
«[…] Es extraordinario que las obras perduren y se transmitan de generación en generación. Las técnicas cambian, la letra impresa substituye a la manuscrita y la televisión tal vez acabará (lo dudo mucho) con el libro, pero las artes, cualesquiera que sean las técnicas y el estado de la sociedad, perduran. Los asuntos públicos y sus héroes pasan; los poemas, las pinturas y las sinfonías no pasan...» [La otra voz, «Seix Barral», España, 1990. p. 75].
Su amor por la acción escritural fue profundo y combativo. Por muy ignorante y tecnocrática que hubiere sido la comunidad de hombres en la cual se desenvolvió, logró convertirse en la suprema inteligencia de su país y ya sólo los imbéciles se atreverán a discutir la estirpe clásica (evoco la más pura acepción del término) de su pensamiento fundamentalmente filosófico. Así lo afirmo porque pienso que fue mejor ensayista que poeta, mejor filósofo que político. Nunca vi en sus versos la hondura de sus reflexiones. No sólo porque haya sido arrolladora y levantase innumerables polémicas, su prosa adquiriría una envidiable dimensión:
«[…] La poesía no busca la inmortalidad sino la resurrección» [ver Ob, cit., p. 86]
Al retomar a PAZ, me sobreviene el pensamiento de mi admirado amigo español [escritor y sacerdote helenista] Alfonso ORTEGA CARMONA: «[…] En la categoría de lo poético entran todas las posibilidades y cálculos del pensar humano, y en esto es ella congénere de la filosofía, mientras la Historia cuenta lo particular...» [Introducción a Homero, «Academia Nacional de la Historia», Caracas, República «Bolivariana» de Venezuela, 1996. p. 38]
«LA FASCINACIÓN  OCTAVIOPAZIANA POR UNA TIERRA SANTA»
Durante los años que precedieron a su muerte, nuestro celebrado escritor se sintió impelido a retomar o reescribir una temática «espiritualista» -supongo que parcialmente inédita- trabajada en el curso de su estada en la India en condición de embajador [1962-1968]. De ahí surgiría Vislumbres de la India [Edición de «Seix Barral», España, 1995]
Una vez más, Octavio PAZ se adentraría a lo más intrincado de la «condición humana» tras analizar las costumbres y religiones que persisten entre los pobladores de esa santa tierra:
«[…] Lo primero que me sorprendió de la India, como a todos, fue su diversidad hecha de violentos contrastes: modernidad y arcaísmo, lujo y pobreza, sensualidad y ascetismo, incuria y eficacia, mansedumbre y violencia, pluralidad de castas y de lenguas, dioses y ritos... Pero la peculiaridad más notable y la que marca a la India no es de índole económica o política sino religiosa: la coexistencia del Islam y el Hinduismo...» [Ob. Cit., p. 44]
En numerosos de sus ensayos, es perfectamente captable que Octavio PAZ tuvo provectísimas preocupaciones ontológicas y que ellas desvirtuaban su divulgado «ateísmo». Fue un intelectual preocupado por el Hombre: su relación con la Naturaleza, el Cosmos, sus vínculos con otros seres vivos y su pulsión metafísica. No se si es cierto que fue ateo: hace tiempo que ya -felizmente- partió hacia ningún mundo: hacia donde nada jamás será ni siquiera en el ámbito de la ilusión, rumbo a la No Eternidad Gozosa o Sufriente [2]
NOTAS.-
 (1) Cada vez que los deplorables sucesos políticos del ultimomundano país que habito me abaten, releo las incisivas reflexiones del genial Octavio PAZ (n. 1914 y «Premio Nobel» el año 1990) respecto al Ser Hispanoamericano.
(2) Un intelectual «ateo» –como se especuló sobre PAZ- no pudo sostener, como de hecho lo hizo, «[…] que con la conciencia del pecado nace la necesidad de redención y que ella engendra la del redentor» (p.p. 224-225 de El laberinto de la soledad)
(@jurescritor/jimenezure@hotmail.com/urescritor@hotmail.com)

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