domingo, 24 de febrero de 2013

NICOLÁS MÁRQUEZ, EL HEREDERO DE LA HOZ Y EL MARTILLO, DESDE ARGENTINA

Tras la implosión del socialismo soviético y tras la apertura al libre mercado del comunismo chino, la izquierda trasnacional parecía no tener herederos, hasta que irrumpió en escena el coronel golpista Hugo Chávez Frías en los años 90`.
Desde entonces, y gracias al boom de los commodities y al dinero del narcotráfico (del que el socialismo regional se vale para financiar tanto sus quimeras ideológicas como su aparato represivo), Chávez se consagró en una suerte de líder mundial heredando la antorcha del totalitarismo comunista clásico pero aggiornada y reconvertida en este actual despotismo populista, que fuera bautizado pomposamente como Socialismo del Siglo XXI.
Lo cierto es que esta nueva versión del colectivismo autoritario con sede en Caracas, además le permitió a la tiranía vitalicia de los ancianos Castro en Cuba valerse de los abundantes petrodólares venezolanos y de esta manera, poder oxigenar y prolongar un poco más la petrificada y descascarada revolución de 1959, brindándole como contraprestación a la nueva izquierda su propaganda legendaria y justiciera.
Sin embargo, tanto sea por causas políticas, biológicas o clínicas de público conocimiento, ni los represores Castro ni tampoco el dictador Hugo Chávez pueden seguir aspirando a liderar este proyecto imperial/regional en las Américas. Pero los liderazgos nunca quedan vacantes mucho tiempo y alguien tenía que ocupar ese lugar.
De los cuatro caciques restantes y supérstites de la cofradía izquierdista iberoamericana tenemos al mestizo Evo Morales, al ex guerrillero Daniel Ortega, a la abogada exitosa Cristina Kirchner y al histriónico economista Rafael Correa. Es más que evidente que los tres primeros no tienen cualidades intelectuales, ni académicas, ni discursivas suficientes como para pretender detentar o heredar un liderazgo continental de este tenor. Más aún, en el caso de Cristina Kirchner, la susodicha ni siquiera ha demostrando destreza suficiente como para comandar eficazmente su propio país ni tampoco para poder estirar su autocracia mas allá de lo que ordena la Constitución Nacional (que la viuda pretende reformar pero que las encuestas de opinión vienen confirmando la ausencia de consenso para consumar esta sórdida maniobra).
Rafael Correa, dictador del Ecuador y beneficiario del boom petrolero del que goza su país, acaba de ser reelecto una vez más con el 56% de los votos según resultados parciales de suyo irreversibles.
Portador de gran carisma, poder de convicción, recursos como polemista y sobre todo, detentador de cuantiosos dólares petroleros, Correa desde el año 2007 se dedicó a perseguir periodistas, empresarios, medios informativos, políticos opositores y a toda forma de manifestación disidente. Incluso, supo convertir traumas personales en políticas de Estado, tal el caso del episodio que padeció su padre (Rafael Correa Icaza) quien estuviera varios años preso en los Estados Unidos por narcotraficante, lo cual forjó en el vástago Rafael un especial encono para con el país del norte y una particular condescendencia para con el narcotráfico internacional: el masivo indulto a las “mulas”, el refugio que el Ecuador brinda a las FARC y la financiación que Correa ha recibido de esta última organización homicida confirman el idilio.
El Ecuador, a diferencias de Venezuela o Argentina, tiene una economía mucho más ordenada y márgenes de inflación muy modestos: ¿por qué razón?. Ecuador tiene  la economía dolarizada y no hay margen para emitir papel moneda alegremente. Correa es socialista pero no come vidrio. Además es economista educado en los Estados Unidos y sabe mejor de números que el barrabrava Guillermo Moreno.
Decía Víctor Hugo (nos referimos al autor de la novela “Los Miserables” y no al relator miserable) que “entre un gobernante que hace el mal y un pueblo que lo consiente existe cierta solidaridad vergonzosa”, y gran parte del Ecuador ha demostrado ser solidaria con la dictadura, pero la solidaridad no es tan gratuita ni espontánea. El 25% del padrón electoral de ese país depende del Estado y por ende Rafael Correa cuenta con una enorme muchedumbre mendicante cuyo voto está condicionado o maniatado por la prebenda gubernamental.

Pero como quiera que sea, una vez más, la historia ha demostrado que las masas conducidas y subsidiadas suelen elegir por el transitorio disfrute de corto plazo.
En países con cultura cívica precaria, las dictaduras populistas se financian con plata y mientras haya plata habrá dictadura.
Por ahora y mientras el petróleo siga en alza, Correa detentará el Palacio de Carondelet y en adelante, los latinoamericanos empezaremos a escuchar y a leer mucho más sobre este personaje, que está dejando de liderar solamente su país para ocuparse de reemplazar definitivamente a sus agonizantes colegas de Cuba y Venezuela, para erigirse de a poco en el heredero continental de la reacomodada y barnizada estampa de la hoz y el martillo.
@nickymarquez1
nickmarquez2001@yahoo.com.ar

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