Tras la implosión del socialismo soviético y
tras la apertura al libre mercado del comunismo chino, la izquierda
trasnacional parecía no tener herederos, hasta que irrumpió en escena el
coronel golpista Hugo Chávez Frías en los años 90`.
Desde entonces, y gracias al boom de los
commodities y al dinero del narcotráfico (del que el socialismo regional se
vale para financiar tanto sus quimeras ideológicas como su aparato represivo),
Chávez se consagró en una suerte de líder mundial heredando la antorcha del
totalitarismo comunista clásico pero aggiornada y reconvertida en este actual
despotismo populista, que fuera bautizado pomposamente como Socialismo del
Siglo XXI.
Lo cierto es que esta nueva versión del
colectivismo autoritario con sede en Caracas, además le permitió a la tiranía
vitalicia de los ancianos Castro en Cuba valerse de los abundantes petrodólares
venezolanos y de esta manera, poder oxigenar y prolongar un poco más la
petrificada y descascarada revolución de 1959, brindándole como
contraprestación a la nueva izquierda su propaganda legendaria y justiciera.
Sin embargo, tanto sea por causas políticas,
biológicas o clínicas de público conocimiento, ni los represores Castro ni
tampoco el dictador Hugo Chávez pueden seguir aspirando a liderar este proyecto
imperial/regional en las Américas. Pero los liderazgos nunca quedan vacantes
mucho tiempo y alguien tenía que ocupar ese lugar.
De los cuatro caciques restantes y
supérstites de la cofradía izquierdista iberoamericana tenemos al mestizo Evo
Morales, al ex guerrillero Daniel Ortega, a la abogada exitosa Cristina
Kirchner y al histriónico economista Rafael Correa. Es más que evidente que los
tres primeros no tienen cualidades intelectuales, ni académicas, ni discursivas
suficientes como para pretender detentar o heredar un liderazgo continental de
este tenor. Más aún, en el caso de Cristina Kirchner, la susodicha ni siquiera
ha demostrando destreza suficiente como para comandar eficazmente su propio
país ni tampoco para poder estirar su autocracia mas allá de lo que ordena la
Constitución Nacional (que la viuda pretende reformar pero que las encuestas de
opinión vienen confirmando la ausencia de consenso para consumar esta sórdida
maniobra).
Rafael Correa, dictador del Ecuador y
beneficiario del boom petrolero del que goza su país, acaba de ser reelecto una
vez más con el 56% de los votos según resultados parciales de suyo
irreversibles.
Portador de gran carisma, poder de
convicción, recursos como polemista y sobre todo, detentador de cuantiosos
dólares petroleros, Correa desde el año 2007 se dedicó a perseguir periodistas,
empresarios, medios informativos, políticos opositores y a toda forma de
manifestación disidente. Incluso, supo convertir traumas personales en
políticas de Estado, tal el caso del episodio que padeció su padre (Rafael
Correa Icaza) quien estuviera varios años preso en los Estados Unidos por
narcotraficante, lo cual forjó en el vástago Rafael un especial encono para con
el país del norte y una particular condescendencia para con el narcotráfico
internacional: el masivo indulto a las “mulas”, el refugio que el Ecuador
brinda a las FARC y la financiación que Correa ha recibido de esta última
organización homicida confirman el idilio.
El Ecuador, a diferencias de Venezuela o
Argentina, tiene una economía mucho más ordenada y márgenes de inflación muy
modestos: ¿por qué razón?. Ecuador tiene
la economía dolarizada y no hay margen para emitir papel moneda
alegremente. Correa es socialista pero no come vidrio. Además es economista
educado en los Estados Unidos y sabe mejor de números que el barrabrava
Guillermo Moreno.
Decía Víctor Hugo (nos referimos al autor de
la novela “Los Miserables” y no al relator miserable) que “entre un gobernante
que hace el mal y un pueblo que lo consiente existe cierta solidaridad
vergonzosa”, y gran parte del Ecuador ha demostrado ser solidaria con la
dictadura, pero la solidaridad no es tan gratuita ni espontánea. El 25% del
padrón electoral de ese país depende del Estado y por ende Rafael Correa cuenta
con una enorme muchedumbre mendicante cuyo voto está condicionado o maniatado
por la prebenda gubernamental.
Pero como quiera que sea, una vez más, la
historia ha demostrado que las masas conducidas y subsidiadas suelen elegir por
el transitorio disfrute de corto plazo.
En países con cultura cívica precaria, las
dictaduras populistas se financian con plata y mientras haya plata habrá
dictadura.
Por ahora y mientras el petróleo siga en
alza, Correa detentará el Palacio de Carondelet y en adelante, los
latinoamericanos empezaremos a escuchar y a leer mucho más sobre este
personaje, que está dejando de liderar solamente su país para ocuparse de reemplazar
definitivamente a sus agonizantes colegas de Cuba y Venezuela, para erigirse de
a poco en el heredero continental de la reacomodada y barnizada estampa de la
hoz y el martillo.
@nickymarquez1
nickmarquez2001@yahoo.com.ar
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