sábado, 23 de febrero de 2013

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, LA VOZ RESPONSABLE

Todo comienza si hacemos la diferencia entre autoridad y responsabilidad. Una primera definición de autoridad consiste en el derecho de mandar y con el poder hacerse obedecer.
Pero también debemos diferenciar entre la autoridad otorgada por una instancia u organización a fin de ejercer una función de conducción, supervisión o dirección y lo que llamamos autoridad personal, entendida esta, como la capacidad para ejercer esa responsabilidad. Hablamos en ese caso de una autoridad conformada por la inteligencia, el saber, la capacidad moral, las aptitudes, la experiencia o la formación, como condición indispensable para ejercer la autoridad legal.
Personas que ejercen autoridad las encontramos entre los padres de familia, los líderes, los gerentes, los educadores, representantes, directores, coordinadores y tanto otros.
Estudiosos en la materia hacen una distinción entre el líder formal, que tiene la autoridad conferida por la organización y el líder informal que tiene la autoridad por su estatura, sus ideas, su formación, su labor, por lo que la gente lo escucha y apoya.
Un buen gerente o conductor es el que cuenta con habilidad técnica (métodos y medios necesarios), habilidad humana (capacidad para trabajar en grupos hacia el logro de objetivos comunes) y habilidad conceptual (capacidad para entender y leer el entorno, para diseñar nuevos modelos de organización y conducción).
Evidentemente tanto la autoridad legal como la autoridad personal, tienen como consecuencia lógica la responsabilidad, ya que mientras más alto llegas, mayores obligaciones se te crean y más cimientos necesitas.
La persona que ejerce la autoridad o que cumple una alta función en la sociedad, debe ser un ejemplo, es el maestro, el guía, la referencia para los que vienen después de él. Cuando se pierde ese norte, se está causando un daño terrible a la sociedad, la cual necesita de parámetros que le indiquen el camino correcto.
Henri Fayol, un ingeniero francés, pionero en la gestión de empresas decía con mucha razón: “Sin embargo, la responsabilidad es generalmente tan temida como la autoridad es codiciada.”
Fayol precisa el concepto de responsabilidad y su relación con el ejercicio de la autoridad:
“No se concibe la autoridad sin la responsabilidad, es decir, sin una sanción -recompensa o penalidad- que acompaña al ejercicio del poder. La responsabilidad es un corolario de la autoridad, su consecuencia natural, su contrapeso indispensable. En cualquier lugar donde se ejerza la autoridad, nace una responsabilidad. La necesidad de sanción, que tiene su fuente en el sentimiento de justicia en beneficio del interés general, es menester alentar las acciones útiles e impedir las que no tienen ese carácter”.
En Venezuela esos valores están trastocados, la autoridad está llena de soberbia y no quiere asumir la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Lo peor es que la gente pretenda justificarla, basados en el tamaño, alcance y valor de una obra.
Por consiguiente deberíamos soportar el uso y abuso del poder, porque el fin justifica los medios, o excusar, la traición, la cobardía o el “permanente acomodo” del que para conseguir sus fines, permanece silencioso ante las violaciones constitucionales o de derechos humanos que sufre el país.
Por eso nuestro rechazo a las juicios emitidos con la intención de prohibirnos criticar a personas encumbradas, sean estas el Presidente Chávez, la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, o al Maestro José Antonio Abreu.
Por muy loable que sea una causa, nada justifica el apoyo al déspota, al criminal, al ladrón o al mafioso, aunque en un momento dado puedan convertirse en grandes promotores o mecenas de valiosas causas. Mucho menos un premio o un galardón, “No os hagáis tesoros en la tierra donde se deterioran, más bien háganlo en las cosas del reino de Dios, donde nada puede deteriorarlos”, dijo un tal Jesús a sus discípulos.
Grandes hombres jamás obtuvieron el Nobel, nadie discute la inmensidad de la obra literaria de Jorge Luis Borges, pero su silencio ante los crímenes de la Junta Militar Argentina durante los años 70, le será siempre reclamado y lo alejaran irremediablemente de la ansiada recompensa.
Lo cierto es que en la búsqueda del éxito, muchos se pierden tras logros personales, inclusive por causas importantísimas pero que se han convertido en algo tan obsesivo, como para justificar pasar por encima de todo.
En ese estado, la gran obra no es más que una acción egoísta y personalista, olvidando que lo que debe orientar un hombre, es edificar su vida sobre fundamentos firmes que le permitan sostenerse en medio de la adversidad, el atropello, la persecución y el abuso de poder.
Tenemos que interrogarnos sobre los verdaderos valores, una obra trascendente, no puede estar edificada ignorando la falta de democracia, la traición de nuestra soberanía y el robo a la nación, por que será sobre esas mismas bases que estas construyendo la vida.
Escribir sobre estas temas conlleva un sentimiento de reclamo doloroso, de no poder entender la amnesia de ciertos conductores, de expresar claramente que no se necesita el favor de los poderosos de turno para que un proyecto sobreviva, sobre todo con un reconocimiento mundial, es una lástima tener que arrodillarse frente a quien no tienes por qué hacerlo.
Comencemos por ser humildes, sigamos el ejemplo del Papa Benedicto XVI, quien ha sorprendido a toda la comunidad católica este lunes 11 de febrero, al informar que pretende renunciar a su cargo el próximo 28 de febrero. Él ya tiene 85 años y alegó no tener más fuerzas para continuar.
El Papa renuncia a su cargo dando gracias a todos y pidiendo perdón por sus errores…No creo que por ello le den el Premio Nobel de la Paz, estoy seguro que tampoco lo está buscando.
Yo, también soy un ferviente admirador de esos hombre y mujeres que dedican su vida entera para realizar una obra, ojala tuviéramos mil más, existen pocos que lo hacen de manera desinteresada, estoy consciente que Venezuela necesita de esos grandes hombres de verdad, pero también estoy consciente, que de no advertir el peligro de la irresponsabilidad de algunas actitudes, corremos el riesgo de seguir deformando la formación de las generaciones por venir.
Lamento las descalificaciones que se producen por expresar nuestras opiniones, pero lo dije en mi artículo anterior cuando cite a Bertolt Brecht…”cuando se quiere luchar contra la mentira y la ignorancia se debe escribir la verdad… aunque se le desfigure por doquier”.
La suma de lo que hagas y digas cada día, es lo que hará de ti un buen hombre.
nelsoncastellano@hotmail.com

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