Todo comienza si hacemos la diferencia entre
autoridad y responsabilidad. Una primera definición de autoridad consiste en el
derecho de mandar y con el poder hacerse obedecer.
Pero también debemos diferenciar entre la
autoridad otorgada por una instancia u organización a fin de ejercer una
función de conducción, supervisión o dirección y lo que llamamos autoridad
personal, entendida esta, como la capacidad para ejercer esa responsabilidad.
Hablamos en ese caso de una autoridad conformada por la inteligencia, el saber,
la capacidad moral, las aptitudes, la experiencia o la formación, como
condición indispensable para ejercer la autoridad legal.
Personas que ejercen autoridad las
encontramos entre los padres de familia, los líderes, los gerentes, los
educadores, representantes, directores, coordinadores y tanto otros.
Estudiosos en la materia hacen una distinción
entre el líder formal, que tiene la autoridad conferida por la organización y
el líder informal que tiene la autoridad por su estatura, sus ideas, su
formación, su labor, por lo que la gente lo escucha y apoya.
Un buen gerente o conductor es el que cuenta
con habilidad técnica (métodos y medios necesarios), habilidad humana
(capacidad para trabajar en grupos hacia el logro de objetivos comunes) y
habilidad conceptual (capacidad para entender y leer el entorno, para diseñar
nuevos modelos de organización y conducción).
Evidentemente tanto la autoridad legal como
la autoridad personal, tienen como consecuencia lógica la responsabilidad, ya
que mientras más alto llegas, mayores obligaciones se te crean y más cimientos
necesitas.
La persona que ejerce la autoridad o que
cumple una alta función en la sociedad, debe ser un ejemplo, es el maestro, el
guía, la referencia para los que vienen después de él. Cuando se pierde ese
norte, se está causando un daño terrible a la sociedad, la cual necesita de
parámetros que le indiquen el camino correcto.
Henri Fayol, un ingeniero francés, pionero en
la gestión de empresas decía con mucha razón: “Sin embargo, la responsabilidad
es generalmente tan temida como la autoridad es codiciada.”
Fayol precisa el concepto de responsabilidad
y su relación con el ejercicio de la autoridad:
“No se concibe la autoridad sin la
responsabilidad, es decir, sin una sanción -recompensa o penalidad- que
acompaña al ejercicio del poder. La responsabilidad es un corolario de la
autoridad, su consecuencia natural, su contrapeso indispensable. En cualquier
lugar donde se ejerza la autoridad, nace una responsabilidad. La necesidad de
sanción, que tiene su fuente en el sentimiento de justicia en beneficio del
interés general, es menester alentar las acciones útiles e impedir las que no
tienen ese carácter”.
En Venezuela esos valores están trastocados,
la autoridad está llena de soberbia y no quiere asumir la responsabilidad de
las consecuencias de sus actos. Lo peor es que la gente pretenda justificarla,
basados en el tamaño, alcance y valor de una obra.
Por consiguiente deberíamos soportar el uso y
abuso del poder, porque el fin justifica los medios, o excusar, la traición, la
cobardía o el “permanente acomodo” del que para conseguir sus fines, permanece
silencioso ante las violaciones constitucionales o de derechos humanos que
sufre el país.
Por eso nuestro rechazo a las juicios
emitidos con la intención de prohibirnos criticar a personas encumbradas, sean
estas el Presidente Chávez, la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, o
al Maestro José Antonio Abreu.
Por muy loable que sea una causa, nada
justifica el apoyo al déspota, al criminal, al ladrón o al mafioso, aunque en
un momento dado puedan convertirse en grandes promotores o mecenas de valiosas
causas. Mucho menos un premio o un galardón, “No os hagáis tesoros en la tierra
donde se deterioran, más bien háganlo en las cosas del reino de Dios, donde
nada puede deteriorarlos”, dijo un tal Jesús a sus discípulos.
Grandes hombres jamás obtuvieron el Nobel,
nadie discute la inmensidad de la obra literaria de Jorge Luis Borges, pero su
silencio ante los crímenes de la Junta Militar Argentina durante los años 70,
le será siempre reclamado y lo alejaran irremediablemente de la ansiada
recompensa.
Lo cierto es que en la búsqueda del éxito,
muchos se pierden tras logros personales, inclusive por causas importantísimas
pero que se han convertido en algo tan obsesivo, como para justificar pasar por
encima de todo.
En ese estado, la gran obra no es más que una
acción egoísta y personalista, olvidando que lo que debe orientar un hombre, es
edificar su vida sobre fundamentos firmes que le permitan sostenerse en medio
de la adversidad, el atropello, la persecución y el abuso de poder.
Tenemos que interrogarnos sobre los
verdaderos valores, una obra trascendente, no puede estar edificada ignorando
la falta de democracia, la traición de nuestra soberanía y el robo a la nación,
por que será sobre esas mismas bases que estas construyendo la vida.
Escribir sobre estas temas conlleva un
sentimiento de reclamo doloroso, de no poder entender la amnesia de ciertos
conductores, de expresar claramente que no se necesita el favor de los
poderosos de turno para que un proyecto sobreviva, sobre todo con un
reconocimiento mundial, es una lástima tener que arrodillarse frente a quien no
tienes por qué hacerlo.
Comencemos por ser humildes, sigamos el
ejemplo del Papa Benedicto XVI, quien ha sorprendido a toda la comunidad
católica este lunes 11 de febrero, al informar que pretende renunciar a su
cargo el próximo 28 de febrero. Él ya tiene 85 años y alegó no tener más
fuerzas para continuar.
El Papa renuncia a su cargo dando gracias a
todos y pidiendo perdón por sus errores…No creo que por ello le den el Premio
Nobel de la Paz, estoy seguro que tampoco lo está buscando.
Yo, también soy un ferviente admirador de
esos hombre y mujeres que dedican su vida entera para realizar una obra, ojala
tuviéramos mil más, existen pocos que lo hacen de manera desinteresada, estoy
consciente que Venezuela necesita de esos grandes hombres de verdad, pero
también estoy consciente, que de no advertir el peligro de la irresponsabilidad
de algunas actitudes, corremos el riesgo de seguir deformando la formación de
las generaciones por venir.
Lamento las descalificaciones que se producen
por expresar nuestras opiniones, pero lo dije en mi artículo anterior cuando
cite a Bertolt Brecht…”cuando se quiere luchar contra la mentira y la
ignorancia se debe escribir la verdad… aunque se le desfigure por doquier”.
La suma de lo que hagas y digas cada día, es
lo que hará de ti un buen hombre.
nelsoncastellano@hotmail.com
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