Dijo Confucio: “Si los conceptos no son correctos, las palabras no son correctas; si las palabras no son correctas, los asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral ni el arte; si no prosperan la moral y el arte, la justicia no acierta; si la justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que importa”.
Es un lugar común afirmar que no existe
oposición frente al proyecto hegemónico del chavismo sin Chávez, donde la
decadente mitología chavista, perdió la potencia y fraseología del discurso del
vocero mayor, lo cual pretenden copiar, sin éxito alguno, los insoportables
recaderos del chavismo, adecuando el contenido a sus propios deseos de
monopolizar el poder, ellos no tienen capacidad para generar entusiasmo por el
futuro.
Frente a la simbología chavista, la oposición
es débil, no tiene peso, es volátil, no es enérgica, está aquejada de una
insoportable levedad, no se asume el riesgo de rescatar al país y se prefieren
decisiones escapistas, más fáciles, livianas, para terminar comprobando que esas
decisiones frágiles y huidizas se vuelven contra ellos. En ese contexto, ahora
todos están preocupados por conseguir uno que otro concejal y alcalde, en unas
elecciones signadas por la incertidumbre. Somos un país sin rumbo, a la deriva
y supeditado a la suerte de los insoportables recaderos del chavismo decadente,
constituidos en una asociación política para delinquir, dependiente de un
gobierno extranjero desprestigiado y terrorista.
El país vive uno de los periodos más sucios
de su historia reciente. El clima político se ha envenenado por completo, la
estabilidad social y económica se han
hecho pedazos, no hay gobierno legítimo ni legal, no se gobierna se manda
arbitrariamente y el fango surge libre por todas las alcantarillas. Nadie
pensaba que la etapa final de la controvertida aventura política del chavismo
terminara en el lodazal de la iniquidad. Lamentablemente el nivel de bajezas,
venenos, chantajes, amenazas e insultos es el más ínfimo y vulgar vivido en el
país. El chavismo tiene a Venezuela estancada en un ruidoso callejón sin
salida.
Si queremos derrotar al chavismo, el discurso
opositor debe tener un contenido trascendente de cara al futuro, atractivo, que
provoque el deseo de sentirse parte de una corriente política capaz de
aglutinar a la sociedad, incluyendo a los jóvenes emprendedores; Los operadores
políticos no tienen nada positivo que proponer para entusiasmar a la sociedad.
Por este camino no será posible derrotar al chavismo.
“Es a
la dirigencia política a la que corresponde dar el grito, poner al país ante sí
mismo, ante lo que está llegando a ser. Es a ella a la que corresponde impedir
que la colectividad, abrumada por los problemas de la vida cotidiana, se hunda
sin darse cuenta.” (D.B.Urbaneja-El Universal-07.02-13). En este sentido, el
único dirigente político que se ha manifestado es Antonio Ledezma.
Definitivamente: Hacen falta más que palabras para derrotar al chavismo.
ffacchinb@gmail.com
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