Sinopis:
En la entrega anterior decíamos que el
municipio es el centro de la actividad de un ciudadano y de ahí la frase “mi
municipio es mi país”. Que en relación a países europeos, la extensión
geográfica de los municipios en Venezuela (y en general en Latinoamérica)
cubren un área mucho mayor. Y que un municipio con autarquía (política de un
estado que intenta bastarse con sus propios recursos) es una condición
importante para llevar adelante el concepto de Estado Federal, tal como lo
propone el Artículo 4 de la Constitución.
La autarquía municipal sólo es posible
mediante la oportuna recaudación de impuestos. Desde el principio de los
tiempos, ese ha sido el método para obtener recursos que permitan realizar
obras que los individuos por si solos no podrían realizar. Los municipios
tienen la potencialidad de exigir varios tributos referidos a la propiedad, a
la actividad económica, a los espectáculos, a la publicidad y a los automóviles.
Con los recursos así obtenidos, el Alcalde (con su cuerpo de directores y
gerentes) lleva a cabo las obras y mejoras en vialidad, iluminación, ornato,
seguridad, etc. Desde luego, a mayor recaudación, más se devuelve al ciudadano
en infraestructura y servicios. Esta relación impuestos/servicios no es
percibida por la mayor parte de los ciudadanos para quienes pagar impuestos es
una obligación que se lleva a cabo con poco entusiasmo y sólo cuando es
estrictamente necesario. Nuestro ciudadano no está acostumbrado a tener en
cuenta que a mayores impuestos y a mejor recaudación, mejor calidad de vida. Un
sueco entiende perfectamente que al pagar impuestos tiene un mejor sistema de
correos, de vialidad, de seguridad, de escuelas, de parques, de entretenimiento.
No así un ciudadano venezolano (o latinoamericano, en general). Será preciso
educar a nuestra población; y al mismo tiempo, darnos políticos y directivos
honestos que manejen nuestros dineros con criterios de eficiencia y honradez.
Es decir, es preciso rescatar la noción de “servidor público”, lo que no es
fácil.
Veamos, por ejemplo, los renglones y montos
que según la memoria y cuenta que presenta una alcaldía en mi municipio
(Naguanagua), en 2011:
Descripción Monto en Bs
Impuesto sobre inmuebles urbanos 12.615.033,54
Impuestos sobre actividades económicas 61.365.183,84
Impuesto sobre propaganda y publicidad 5.168.676,16
Impuesto sobre espectáculos públicos 4.363.077,48
Impuestos sobre vehículos 777.832,41
Por ser este municipio la sede de varios
centros comerciales de gran tamaño, podemos ver que la recaudación sobre
actividades económicas fue cinco veces lo recaudado por impuestos sobre inmuebles
y 100 veces lo recaudado por impuestos a vehículos.
Se sabe que la fiscalización y cobro de los
impuestos sobre actividades económicas es bastante directo: o me pagas o te
multo y/o te cierro (tal vez esto se presente en forma un poco más “suave”,
pero en esencia es así). En cambio, no hay forma de cobrar el impuesto al
inmueble (¿me pagas o te expropio, por ejemplo? Impensable…) excepto cuando se
requiere una “solvencia” municipal bien sea para la venta o enajenación del
terreno o construcción. Creemos que ese el motivo por el cual el monto
percibido por impuesto inmobiliario está muy por debajo del impuesto a la
actividad económica, pues es de difícil cobro. Además, como dijimos en el
artículo anterior, la mayor parte de la población habita en casas construidas
sobre terrenos ejidos y por tanto no tienen la titularidad de la propiedad. Son
propietarios “no propietarios”. Sólo poseen “bienhechurías”, es decir,
construcción sobre tierra ajena. ¿Cómo cobrar impuestos a un sector marginal
que no es dueño de su propiedad? Imposible, no sólo por el hecho de que no son
dueños sino porque en su marco cultural el “pago de impuestos” no forma parte
de sus conceptos, especialmente gracias al asistencialismo que ha prevalecido
durante buena parte de los últimos 80 años de gobiernos.
El tema de la propiedad en las zonas
marginales debe debatirse y resolverse para que los ciudadanos, todos, tengan
la propiedad plena de sus habitats. De paso, esto significaría un
enriquecimiento inmediato de los ciudadanos en las zonas marginales (barrios),
por cuanto les permitiría valorar e hipotecar sus casas para obtener recursos
que pudieran destinar a mejorar sus viviendas o para otros fines (montar sus
propios negocios, por ejemplo). El ahorro real, tanto de ricos como de pobres,
es su casa. Pero a quienes con esfuerzo y mucho trabajo han construido sobre
terrenos ejidos, se les ha negado su propiedad.
En cuanto al impuesto a vehículos, que se
supone sirve para mejorar las vías, la señalización, etc., sólo se paga cuando
se va a vender el vehículo: se puede circular indefinidamente sin tener que
pagar un céntimo al municipio pues no hay mecanismos que obliguen al dueño a
pager el impuesto. De vez en cuando se producen “operativos” donde la policía
municipal detiene a los conductores y le exige el pago de los “trimestres” (el
pago al municipio, en teoría, es trimestral). Por lo general, esto conduce a
hechos de corrupción: se le paga al policía, éste se hace la vista gorda, y el
municipio, al final del día, no percibe ni un céntimo. El cobro del impuesto al
vehículo se convierte así en una especie de “corrupción autorizada” que le
genera un sobresueldo al policía. Adicionalmente, como hay municipios que
cobran menores cantidades que otros, cuando se requiere vender un vehículo, por
ejemplo, se “registra el pago” en el municipio que más convenga, aunque no sea
donde se habita. Y no hay ningún mecanismo que obligue a hacer el pago en el
municipio por el sólo hecho de que los ciudadanos de un municipio no están
registrados oficialmente en ninguna parte (el empadronamiento no existe, en
Venezuela).
En vista de que es competencia de las
autoridades municipales reforzar el cobro de los impuestos la autarquía estará
más cerca el día en que se comience a discutir abiertamente el tema de los
impuestos, su evasión y las consecuencias que ello trae. Lo que está sucediendo
actualmente es que los ciudadanos que pagamos –que somos los menos- estamos
financiando a los que no pagan –una inequidad que debe, de alguna manera,
resolverse con el consenso de todos.
Ahora bien, el ciudadano siempre será reacio
al pago de impuestos y tratará, al menos en nuestros países en Latinoamérica,
de evadirlos, pues no hay conciencia de que el pago se refleje en mejores
servicios o en otros beneficios.
Pero ese será el tema del próximo artículo.
autonomiaspoliticas@gmail.com
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