Ser liberal significa defender normas que
organicen los poderes de manera justa, racional y equilibrada para evitar los
abusos y las arbitrariedades
La actitud de Depardieu contra el Gobierno
francés a raíz de los impuestos que debe pagar el actor ha sido celebrada
-medio en broma y medio en serio- por ciertos ambientes de la derecha española
a los cuales gusta ir de liberales. He leído y escuchado que el artista tiene
todo el derecho del mundo a trasladar su residencia a Bélgica para eludir la
presión fiscal y que no pasa nada si acepta dejarse querer por un gobernante
como Putin, que le ha ofrecido la nacionalidad rusa.
Decidir dejar de ser
francés para convertirse en belga o ruso para salvaguardar los intereses
individuales es una opción aplaudida por estos supuestos liberales españoles,
que no tienen problema alguno en anteponer las razones materiales a cualquier
otra consideración. Perfecto. Pero su internacionalismo liberal dura poco rato,
porque estos mismos personajes no aceptan la posibilidad de que miles de
catalanes -también por motivos económicos y sociales- tengan derecho a decidir
poder dejar de ser ciudadanos del Estado español para serlo de un futuro Estado
catalán.
Si el rebelde es un actor francés, despierta simpatía. Si la rebelión
proviene de una parte de la sociedad catalana, despierta el ataque furibundo y
el afán de prohibir y meter a gente en prisión. ¿Liberales? Nada de eso.
Algunas cosas que pasan hoy en día en las
Españas tendrían otro cariz si el liberalismo hubiera triunfado cuando tocaba
en este trozo de mundo. Cuando escribo "el liberalismo" quiero decir
dos cosas que, en las sociedades profundamente democráticas, acostumbran a ir
juntas: el conjunto de ideas y valores propios del liberalismo político clásico
-por ejemplo lo que expuso un pensador como John Stuart Mill- y el arraigo de
lo que entendemos como actitudes verdaderamente liberales: respeto por el otro,
no prohibir ningún debate, revisar críticamente siempre las propias ideas,
admitir que el adversario tiene una posición tan legítima como la propia, y
aceptar la voluntad popular expresada democráticamente. Esta es la fortaleza
del liberalismo como método, que puede parecer debilidad si se compara con la
mecánica heredera de las tradiciones totalitarias. El liberal tiene
convicciones pero está obligado a dudar para evitar traicionarse a sí mismo, es
una garantía que intenta evitar el dogmatismo. Por eso resulta tan ridículo y
tan inquietante ver que, sobre todo en Madrid, aparecen unos autodenominados
liberales que actúan como grandes inquisidores.
Las ideas liberales no arraigaron en las
Españas mientras lo hacían en otros lugares y, por mucho que se conmemore la
Constitución de 1812, la cultura política oficial es la que es. Los liberales
clásicos nos enseñan que hay que fundamentar la convivencia en la ley nacida
del pacto y, por lo tanto, ser liberal significa defender normas que organicen
los poderes de manera justa, racional y equilibrada para evitar los abusos y
las arbitrariedades. Antes que servidor fanático de unas leyes inamovibles y
sagradas, el liberal es un constructor inteligente de la política que las hace
posibles. Quiero decir que el liberalismo no confunde la prelación y, por lo
tanto, asume que la ley siempre es un instrumento forzosamente contingente y
flexible al servicio de la política, que es el arte de tomar decisiones en
comunidad, establecer el interés general y resolver los conflictos
civilizadamente. La transición democrática fue, entre otras cosas, una
operación histórica que alcanzó sus objetivos porque retorció las leyes que
existían en 1975 como un alambre, sin manías, al servicio de una política
nueva.
Ha pasado el tiempo y hoy demasiada gente ha
olvidado la gran lección de aquella época, cuando la política -y no las leyes
mitificadas o momificadas- era el centro del debate. Ahora, diariamente, hay
quien se viste con la toga sacerdotal del vigilante de las santas escrituras para
decirnos si esto o aquello cabe en la Constitución de 1978, y también aparecen
los que van repartiendo en abundancia etiquetas de ilegalidad sobre palabras,
proyectos y personas, con un sentido de exclusión tan acusado y hostil que
cualquier liberal clásico vería que la joven democracia española corre el
peligro de desfigurarse a sí misma muy fácilmente. Mientras, fijémonos que el
acuerdo al cual han llegado los gobiernos británico y escocés para celebrar un
referéndum en Escocia el 2014 responde a una tradición liberal que adapta de
modo excepcional la norma para dar una salida a una demanda política formulada
democráticamente. Es como si Cameron sí hubiera tenido en cuenta la regla que
dominó la transición: las leyes se hacen y deshacen según cada contexto
histórico para garantizar el ejercicio de la política.
Hay poco liberalismo en los dos grandes
partidos españoles y en la cultura política de las grandes mayorías que
articulan la España de matriz castellana. Una prueba la tenemos en cómo salen
de la política determinados altos dirigentes populares y socialistas después de
años de ejercer responsabilidades públicas.
Es poco liberal y poco ejemplar en
tiempos tan duros como estos -aunque sea perfectamente legal- que figuras que
han hecho carrera en el Gobierno y en organismos internacionales acaben
destinadas mágicamente a lugares de privilegio como grandes ejecutivos de
compañías multinacionales que -casualmente- fueron privatizadas o favorecidas
por decisiones oficiales.
Privatizar -lo que se ha hecho sistemáticamente en
España desde hace algunas décadas- no es lo mismo que liberalizar.
Desgraciadamente, los usuarios de muchos servicios podemos dar fe que dejar de
depender de una empresa pública no ha representado siempre entrar en la
excelencia. Quien sabe si, en el futuro, todo esto habrá cambiado.
De momento,
el liberalismo todavía es una remota posibilidad en España y, cuando parece que
finalmente llega, acostumbra a ser otra cosa. Incluso la caricatura de una
nostalgia o la coartada para perpetrar algunos bailes de máscaras.
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20130117/54360935325/francesc-marc-alvaro-liberales-de-plastico.html
@fmarcalvaro
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