Después de los eventos electorales de 2012,
el chavismo de máscara democrática se consolida; pero a la vez perderá a su
máximo líder, insustituible y de imagen intransferible, por lo cual su
hegemonía quedará en jaque.
Si quisiera conservarla, deberá abrirse a un nuevo
tipo de relación con toda la sociedad, incluyendo la opositora desde luego,
pues no hay otro camino, al menos dentro de esta democracia imperfecta; la
cual, irónicamente, ha sido la única legitimadora de este proceso mal llamado
revolucionario.
El chavismo en lo inmediato podrá conservar
el poder en el 2013, incluso sin mayor esfuerzo y gracias a las debilidades de
la oposición; pero se le podría complicar de un momento a otro, mantener
estabilidad, gobernabilidad y gobernanza multinivel para los tiempos por venir,
porque, de presentarse una crisis de sostenibilidad del modelo rentista, deberá
tomar medidas que de alguna forma afectarán al reparto, de hecho el gran gurú
económico del régimen, el Ministro de Economía y Finanzas, Jorge Giordani, ya
anunció en el pasado mes de noviembre -en declaraciones que no levantaron mayor
revuelo en un país solo pendiente de la enfermedad presidencial y de la campaña
electoral- que “los servicios hay que pagarlos, porque aquí el gratis se acabó,
y el regalado se tiene que acabar…”
Eso faltaría más, no significará el fin del
estado populista-paternalista por un lado y clientelar-proteccionista por el
otro, pero si una moderación sensible en su ritmo de gasto y endeudamiento, el
cual no podrá seguir como en años anteriores y menos aun después de haber
demolido gran parte de la capacidad productiva del país, ahuyentado las
inversiones, debilitado el potencial de PDVSA, y agotadas también las
oportunidades de acceder a más préstamos como el conseguido con China, al
quedar también seriamente comprometidas, las posibles garantías.
Además, frente a sólidas perspectivas
regionales de incremento sostenido de la producción petrolera por parte de
países como EE.UU. y Brasil e incluso Colombia, no hace falta ser ningún experto
en la materia para concluir que Venezuela deberá rectificar el rumbo emprendido
en los últimos años, sino quiere ir al encuentro de inmensas dificultades en
todos los órdenes, con una economía que es de las menos competitivas de la
región por productividad, inflación, sobrevaluación, desinversión, contracción
de la capacidad instalada, calificación de la mano de obra, persecución fiscal,
burocratismo, corrupción, e informalidad de la población económicamente activa.
Factores todos actuantes al mismo tiempo
desde hace años y destinados a agravarse, especialmente de proseguir la
hostilidad del sector público hacia el aparato productivo privado.
Para hacer frente a dificultades crecientes
que no pueden subestimarse en cuanto a su magnitud y el tiempo que tardarán en
manifestarse, un chavismo sin Chávez en el poder, deberá enfrentar y superar
las múltiples fragmentaciones que lo amenazan, incluso más que el vacío de
liderazgo (y carisma) que inevitablemente dejará el comandante tras su eventual
deceso.
La apropiación personal y suprainstitucional
que Chávez hizo del rentismo, y la consecuente gestión bonapartista del
reparto, fue lo que hizo posible llegar a ese discurso de “Con hambre y sin
empleo con Chávez me resteo…”, a pesar de que repetidas promesas como aquella
de las 3R (revisión, rectificación y reimpulso de la Revolución Bolivariana)
quedaran una y otra vez incumplidas, y se reciclaran, con igual insistencia,
hasta llegar a la promesa postrera de “Eficiencia política y calidad
revolucionaria o la noche…” de la campaña de 2012.
Este vacío de liderazgo personalista, será
imposible de reemplazar, lo cual no es poco… Pero lo de la fragmentación
interna, también será una cuestión compleja y de difícil resolución.
Porque el chavismo políticamente, es un
archipiélago de bajísima coherencia y altísima propensión a la agresividad
intraespecífica, un engendro atemorizante que sólo Chávez con esa capacidad de
arbitraje ya descrita más arriba al aludir al bonapartismo, pudo mantener bajo
control.
Al mismo tiempo, el estado chavista también
se encuentra fragmentado/dividido, al haber sido colonizado y sometido cada uno
de sus compartimientos por voluntad hegemónica del mismo Chávez, el cual
terminó creando grupos de gestión particular y exclusiva al frente de cada
poder público, devenidos todos a su vez en parcelas subsidiarias del poder
central, en donde se enquistó una intensa y extensa “clientelización”.
Así que tanto el movimiento político chavista
como el estado chavista, entidades y estamentos que se alimentan y realimentan
en relación mutuamente dependiente, corren el riesgo de disgregarse al faltar
el aglutinante representado por el liderazgo mesiánico e irremplazable del
Presidente-Comandante.
A su vez, una oposición debilitada al extremo
y en gran parte carente de perspectiva, sin proyecto político real que la pueda
reconducir a reconquistar el poder a corto plazo, deberá plantearse una tarea
impostergable para los próximos años, la cual deberá pasar por sustentar la
gobernabilidad y promover una unidad verosímil -incluso propiciando un gran
acuerdo nacional- si desea sinceramente mantener las condiciones mínimas para
emprender con garantías de continuidad, el trabajo político indispensable sin
el cual nunca podrá volver a erigirse como modelo alternativo.
De hecho, una caída definitiva del régimen
chavista por colapso institucional, administrativo, económico, o una
combinación, implicaría la llegada de la solución pendular por estado de
necesidad, y por lo tanto la muy probable interrupción de las garantías
constitucionales en el plano político, algo que no puede convenir a ninguna
organización política sensata, sea del lado que sea, porque además, tanto la
modalidad como la duración en el tiempo de la suspensión del juego democrático,
incluso la animada por las mejores intenciones de transición y restitución,
podría volverse impredecible en muchos aspectos, sobre todo si no logra
restituir la paz ciudadana con eficacia incontrastable y en tiempos
plausiblemente cortos.
La única forma como la oposición podrá
capitalizar en forma afianzable, los descontentos que la sociedad acumule, es
retomando el trabajo político sistemático que abandonó hace décadas. Hoy en día en cualquier protesta, la
presencia de los políticos es rechazada y con razón, pues se interpreta como un
aprovechamiento indebido, abusivo, de la misma, de hecho rige el estigma de la
“politización” porque se confunde con oportunismo, esto es inevitable pues sólo
acompañando al pueblo en su lucha cotidiana, en forma sistemática, se podrá
lograr que la politización de las manifestaciones vuelva a tolerarse, además
porque si el trabajo político se hace adecuadamente, serán líderes realmente
involucrados con la comunidad, los que convoquen y dirijan el descontento.
Volver a comprender la importancia de esto, es crucial para el trabajo de
reconexión con las masas. Se requiere la política paciente, microsegmentada y
producto del enjambre de los actores políticos y sociales, en la comprensión de
que se trata de una relación interdependiente de interlocución e interacción
cotidiana.
Y la única forma de poder reconectar con la
gente, será con trabajo en la base popular y para ello se deberá asumir el reto
de ir al activismo político en el mismo terreno conquistado por el chavismo, de
allí la importancia del trabajo en las comunas para poner un ejemplo de
actualidad. Justamente porque las comunas podrían resultar ese híbrido entre lo
político y social que serviría de medio, de caldo de cultivo, para que prospere
el amalgamamiento político social imprescindible para recuperar el espacio
político, y lograr la adhesión necesaria para la superación del espejismo
democrático del régimen chavista.
El trabajo en las comunas a su vez podría
resultar insuperable para calibrar nuevas maquinarias de activismo, cuadros y
dirigentes, y representar una ocasión inmejorable para formular, por primera
vez en años, una política verdaderamente diferenciada del chavismo, al
incorporar visiones y propuestas de base realmente auténticas. Por lo tanto la
alternativa popular, verdaderamente popular, capaz de descollar sobre lo
establecido, sólo podrá aflorar desde la base, mientras no se reconstruya una
economía menos dependiente del estado, menos rentista y por lo tanto, menos
sumisa en sus ofertas al recetario populista.
Porque el chavismo aún en el caso negado (por
ahora) de ser desalojado del poder, no podrá ser desplazado como alternativa,
mientras la actual relación estado-nación no cambie; de hecho, si eso no llega
a ocurrir, al chavismo en las actuales circunstancias sólo lo podría sustituir
algún movimiento análogo y equivalente, como en cierta forma el mismo chavismo
fue un sucedáneo del bipartidismo puntofijista de la mal llamada “cuarta
república”, y esto es así porque en los hechos, el chavismo jamás sustituyó el
estado rentista creado en las postrimerías del gomecismo, y que alcanzó su
esplendor y decadencia en los 40 años desde 1958 hasta 1998.
Este chavismo nunca fue revolucionario,
porque nunca pretendió la sustitución del estado anterior (no hubo
desmantelamiento burgués alguno, más bien se crearon nuevos estratos
burgueses), en efecto lo único que hizo fue revalidarlo, pero exacerbando la
impronta improductiva incluso parasitaria del reparto, en otras palabras, los
vicios característicos de la práctica que tanto se condenó, desechando incluso
las virtudes mínimas de lo que ha debido ser un verdadero modelo de
transformación socio-política y económica del país, que se plantease desde la
descentralización, pasando por el antimilitarismo, y un genuino
antiimperialismo, hasta la creación de un parque industrial propio.
Pero nada parecido se hizo, y con el chavismo
se llegó a un extremo, un extremo patológico de reparto infecundo, que es tan
distorsionante y esterilizante, que hasta podría llevar a comprometer la
calidad de la permeabilidad social obtenida por sus programas sociales
(extensión, validez y sustentabilidad de la inclusión).
La clave de la sostenibilidad de la sociedad
venezolana en el largo plazo, estará en mantener la movilidad social sin que
ésta siga dependiendo tan directamente del estado central aún en la escala
local; pero esta tarea no podrá lograrse de la noche a la mañana, por lo tanto,
quedan años de mucho trabajo por delante, lo importante y esto considero necesario
repetirlo, es evitar la desestabilización que podría llevar a situaciones
indeseables como las que vivió Colombia con el fenómeno de las guerrillas, el
narcotráfico (y su convergencia estratégica) o la que se vive en el norte de
México con el fenómeno del “estado fallido”… y en Venezuela, el único garante
de gobernabilidad/estabilidad en los tiempos por venir, seguirá siendo la
unidad de las fuerzas armadas, por lo tanto, para evitar una militarización aún
más profunda y preocupante del poder, y eventualmente devolver el mismo a los
cauces institucionales perdidos, en los próximos años habrá que ir a un gran
acuerdo o alianza nacional de todos los factores de poder, pero sobre todo con
partidos y movimientos políticos debidamente renovados, tanto de un lado como
del otro.
No hay otra…
twitter: @FBoccanera
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