En la jerga popular venezolana, ha comenzado
a tomar cuerpo –y visos de credibilidad- la expresión de que la última
propuesta gubernamental en su rol difusor de soluciones milagrosas, no es otra
que la Misión Corriendo la Arruga. Y la cual, simple y llanamente, tiene que
ver con la especie postergadora de decisiones importantes y trascendentales, de
parte del equipo gubernamental que “asumió” responsabilidades de mando el
pasado 10 de enero.
Aquellos que se refieren al caso, no
encuentran respuestas ante sus interrogantes, acerca de si lo que se deja de
hacer es porque los “encargados” de gobernar, no se atreven a dar los pasos que
los venezolanos y el vecindario continental esperan con ansias. O si, por el
contrario, es que queriendo hacerlo, temen que lo que hagan pudiera ubicarse
mañana en el listado de las deudas administrativas, morales y éticas en las que
se incurre con la historia de los pueblos, cuando los liderazgos, por las
razones y motivos que imponen las circunstancias, muchas veces ceden ante las
subjetividades que engendran los momentos, e ignoran que la civilización no
resiste ni tolera semejantes destemplanzas monodireccionadas.
Lo cierto es que más allá de las bienvenidas
expectativas asomadas a medianoche, luego de que, desde Cuba, se viniera con un
fajo de órdenes, indicaciones, instrucciones, sugerencias, recomendaciones,
alertas, insinuaciones, para que, ya en marcha, distintos Ministros digan entre
anuncios en qué consiste la “continuidad” administrativa – y cuántos efectos
positivos tendrá en el sistema de vida de 30 millones de venezolanos-, lo que
hay hasta ahora es un rosario de promesas. Sólo eso. Nada más que eso. Y “no
hay derecho a que nos tengan a pan y agua”, dijo Samuel Antequera al referirse
a lo sucedido desde el 9 de diciembre del 2012, hasta el 24 de enero del 2013.
Pero hasta que lo dicho que sucederá suceda,
el vacío de decisiones continúa. La Arruga se sigue extendiendo, y la inquietud
ante lo que pudiera anunciarse no cesa de diversificarse, ya que lo que
Venezuela entera necesita –y con ella cada venezolano de trabajo añora- es que,
de una vez por todas, se liquide el uso y abuso de los recursos
distraccionistas de cada día, atendiendo, quizás, a la ingenua creencia de que
la población es más feliz en el medio del circo, cuando sus motivaciones están
centradas es en conseguir un kilogramo de harina precocida de maíz. Mejor
dicho, en lo que la simbología de semejante requerimiento es forma y componente
de la solución de cada uno de los gravísimos problemas sociales, económicos,
políticos y morales que agobia a cada habitante del país urgido de modernidad.
Esos problemas están ahí, dentro y fuera del
lugar donde se reside, o de la vía por donde se transita; en el agitado
espíritu de los que no cuentan con un empleo fijo y un salario decente; en la
angustiante condición de trabajador informal, después de haberse hecho
dignamente de un grado profesional, y ganado teóricamente la posibilidad de
vivir cada día mejor; en el desgano a pensar en un futuro de felicidad, cuando
a los hijos no se les puede garantizar más vida, porque la violencia y la
delincuencia se apoderaron hasta de la manera de soñar en un porvenir
iluminado; en la indignación que provoca sentirse enfermo y acudir a un centro
hospitalario público, para encontrarse a médicos y enfermeras sobreviviendo
entre la agresión del armado que también manda sin haber sido “encargado”,
porque no hay camas, suturas ni medicinas para ayudar a vivir con calidad.
¿Se percibe la crudeza de dicha realidad,
entre los “encargados” del ejercicio administrativo?. ¿Han dispuesto de tiempo
para interpretar la lección de casi 6.000 casos de conflictividad social en
todo el país con los que cerró el 2012?. ¿Han detectado la existencia de otro
mensaje de venezolanos que hoy siguen protestando, en vista de que están
cansados de seguir hacinados en refugios apadrinados por voceros públicos de
todos los días, además de “amparados” por una decisión presidencial que les
confiere derechos a ser refugiados “dignos”, hasta que pueden vivir mañana en
una vivienda verdadera?.
Los problemas de escasez de alimentos,
medicinas y equipos médicos; de agotamiento empresarial para la generación de
nuevos puestos de trabajo, ante el reinado que siguen ejerciendo la inseguridad
jurídica contra el ejercicio del derecho constitucional a la propiedad y al
emprendimiento; de la anarquía en el ámbito laboral formal, al anteponer
derechos clientelares por sobre responsabilidades productivas, todos ellos
también están ahí. ¿Y se les prestará atención, antes de que el corrimiento de
Arrugas sea convertido en política de Estado, de la misma manera que el
seguimiento a la eficiencia pública dio paso al nacimiento de un nuevo
Ministerio?.
El costo político a decidir, ciertamente,
configura capítulo aparte entre los papeles venidos de Cuba. Pero la
gobernabilidad no puede supeditarse a la sensación colectiva de que con la
ineficiencia, andan también como compañeros el miedo y la indiferencia. Mucho
menos a la recurrencia cansona y agotada, de la expresión despectiva contra
quienes ofrecen apoyo, sugieren soluciones, alertan sobre quietismo económico,
en el entendido de que es así como se emula al ausente desde hace ya casi dos
meses, cuando desde hace poco menos de sesenta días la inacción, por igual, ha
castigado a Gobierno y ciudadanía; a empresarios y consumidores; ha magnificado
la imagen dócil y complaciente con desafueros de la institucionalidad
gubernamental, cuando lo que el presente exige es firmeza y transparencia en la
interpretación de la norma rectora de la Venezuela civilizada: la Constitución
de la República.
El país está lleno de llamados al diálogo y
al entendimiento; al empleo de la inteligencia y de la racionalidad, antes que
la recurrencia a la arrogancia y a la altisonancia. Y si bien la diatriba
verbal hoy no está ayudando al nacimiento del acercamiento necesario e
impostergable, bien vale la pena la exhortación a aquellos que mañana pueden
ser voz y aporte favorable al reencuentro con la paz y la armonía, para que no
claudiquen en el medio de esta realidad que reclama perseverancia, constancia y
voluntad de construir más y mejor país.
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