Ya
entendemos lo que hacía medio gobierno en La Habana, no tanto visitar al
enfermo, no tanto brindar con mojitos por su recuperación ni entregarle
cuentas. Más bien recibir instrucciones para blindar a este nuevo gobierno
instalado en el Consejo de Estado, a fin de pasar el Jordán sin mayores
contratiempos
El
gobierno –cubano- necesitaba plantear una alternativa al triple desafío del
momento, a saber, la enfermedad del presidente -una novela por capítulos sin
guionista convincente-, las elecciones encima –que con todo y CEN no dejan de
ser un panorama inquietante- y las lupas internacionales puestas sobre los
cantautores que han contado al mundo, cual astillas del mismo palo, lo que
todos acá sabíamos, que penosamente nos hemos convertido en un narco-Estado.
Ante la inminencia de una transición obligada, se adelantaron a crear la suya
propia, un Consejo de Estado que, bajo la apariencia de figuras de segundo
piso, pone al frente del gobierno al hombre que, junto a Rodríguez Araque y
fuera éste del juego, es el operador político más confiable que tiene La
Habana. Nada de eso permite pensar que se trate de una operación dirigida hacia
la conciliación.
Matan
varios pájaros de un tiro. Desenredan esa especie de nudo oscuro en que se
había convertido la sucesión. Alejan el peligro de poner la delicada coyuntura
–cada vez más explosiva- en manos tan incompetentes como las de los segundones
que permanecen al frente pero sin mando real alguno.
Por si alguna junta
militar o cívico-militar estuviera en ciernes, ya existe el Consejo de Estado,
la verdadera transición chavista, para bloquearle el paso y entretener los
ánimos con arrestos conciliadores. Crearon el andamiaje con el que la oposición
se verá obligada a negociar.
La ausencia del presidente –que puede ser
prolongada- se resuelve sin entregar al Vice ni mover piezas y todo continúa
sin alteraciones. Los intereses de Cuba siguen protegidos. Se mantiene la
impunidad interna, al menos durante un largo “por ahora”. Difunden la sensación
– ya comprada por algunos- de estar avanzando hacia una transición conducida
por “izquierdistas civilizados” y, para hábil remate, Rangel cumple su
sempiterna ambición de ser Presidente, aunque que sólo lo haya logrado por la
intervención del dedo extranjero. A fin de cuentas, para ellos, las elecciones
son extravagancias de la oposición.
Ya
entendemos lo que hacía medio gobierno en La Habana, no tanto visitar al
enfermo, no tanto brindar con mojitos por su recuperación ni entregarle
cuentas. Más bien recibir instrucciones para blindar a este nuevo gobierno
instalado en el Consejo de Estado, a fin de pasar el Jordán sin mayores
contratiempos.
¿Logrará La Habana seguir con la manguangua? ¿Cómo hasta ahora,
seguirá campeando la impunidad en este país? ¿Continuará la complicidad
internacional, a pesar de la información de que disponen, ahora avalada
públicamente por revolucionarios confesos? Por los momentos, estamos
entretenidos con un nuevo juguete, el Consejo de Estado, ocupados en imaginar
escenarios, medir consecuencias y, sobre todo dedicados a diseccionar los
curriculums, harto conocidos, de cada uno de sus integrantes…como si
ignoráramos quienes son, qué han hecho, cuánto deben y qué esperar de ellos.
La
conciliación se propicia, no se impone desde instancias a su vez impuestas.
La
conciliación será una realidad porque nunca ha dejado de ser un anhelo del
pueblo venezolano. Pero dudamos que discurra a través de ese Consejo de Estado.
No apartemos los ojos de las elecciones, de la defensa del voto y de los
mecanismos de presión de la sociedad civil, así nos pongan su mejor cara.
No
importa cuánta oposición reciba guiños de ojo y hasta los devuelva. Estamos en
momentos sumamente delicados para la República y, objetivamente, no hay nada
que haga pensar en que este paso facilitará las cosas.
Junto a esa designación,
Fidel Castro amenazaba con ríos de sangre en Venezuela, el muy enfermo Chávez
con salir de la CIDH y el gobierno nos agredía con dos leyes, la LOT y la
represiva (delincuencia y terrorismo), cuya gravedad aún no merece la atención
debida.-
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