Hemos recibido
desde Cuba, el presente artículo que ponemos a consideración de nuestros
lectores. Fue escrito por el periodista disidente cubano Darsi Ferrer Ramírez,
quien organizó protestas en la sede de la UNESCO en La Habana y ha publicado
acerca de la pobreza en su país. Fue arrestado y se enfrentaba a un máximo de 8
años de prisión. El 26 de febrero de 2010, Amnistía Internacional adoptó al Dr.
Darsi Ferrer Ramírez, como preso de conciencia en Cuba y pidió al presidente
Raúl Castro por su liberación inmediata e incondicional. Fue puesto en libertad
el 22 de junio de 2010.
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Darsi Ferrer Ramírez |
El campo de concentración
de Auschwitz tenía su propia lógica. En su diseño todo encajaba. Los cautivos
que no morían a la llegada sólo duraban un promedio de seis meses. Se
aprovechaban todas sus pertenencias, reciclándolas entre la población aria del
Tercer Reich. Además, les extraían las piezas dentales de oro y se recuperaban
las prótesis. Con la grasa humana se hacía jabón.
Algunas pieles tatuadas
terminaban en pantallas de lámparas y como petacas para tabaco. Los cabellos
eran utilizados en la fabricación de zapatillas especiales para las
tripulaciones de los submarinos. Las cenizas de los crematorios resultaban
abundante abono… En fin, todo era productivo, racional… hasta que los tanques
de guerra aliados abrieron aquella realidad al mundo exterior.
Una pertinaz visión
esquemática, también con su propia “lógica” sobre el futuro próximo de Cuba, ha
sentado sus reales tanto en ingenuos como defensores de la actual dictadura
militar desgastada en el poder. Hasta lo que da la vista, toda valoración
crítica a los asuntos nacionales marcha casi siempre a la saga y en la estela
de las intentonas del régimen por hacer sobrevivir y no cambiar, el sistema
imperante en la isla.
Se concede demasiado
crédito a un régimen totalitario que, de por sí mismo, es un absurdo. De un
sistema dictatorial como el que rige el destino de la nación cubana resulta
disparatado esperar sensatez. Así se aceptan las premisas de lo irrazonable. Si
la junta militar gobernante amaga en una u otra dirección se le ensalza o se le
critica, mas ambos criterios aceptan la “lógica” de los acontecimientos.
Denominadas
“actualizaciones” por el oficialismo, “reformas” por los optimistas y
"pasos insuficientes" por adversarios, se llega al extremo de valorar
esas medidas como promovidas por una sincera y pragmática voluntad de
transformación.
Y hasta cuentan con un
persistente optimismo alucinado y solidario de analistas y de diversa prensa
que otorga virtudes de progreso a lo que no es otra cosa que un desmontaje
totalitario de la responsabilidad, con el cínico objetivo de la brutal y más
que aburrida perpetuación de los Castro en el poder.
Aceptar sus designios
sobre cualquier asunto, el que sea, es un trastornado error de encantamiento
político, si no se trata de medidas que impliquen cambios estructurales que
modifiquen la esencia de su modelo totalitario, como podría ser el
reconocimiento a la libertad de expresión, reunión y asociación, el derecho de
huelga, la garantía del pleno ejercicio de la propiedad privada, y otros…
Sin embargo, para evaluar
un panorama que continúa su tránsito a la ruina, amigotes, simpatizantes y
cubanólogos de todas las vertientes, se aferran a lo gastado en el análisis.
Por malas o buenas razones, se excluye aceptar como método de escrutinio de la
sufrida realidad nacional las nuevas reglas de transformación política, social,
económica, cultural y de cuanto hay que se están imponiendo a diario en el
mundo.
De un modo u otro, se
evita proyectar la situación de la isla contra el telón de los recientes
acontecimientos mundiales. Es preocupante que el mensaje oficial de conceptuar
la Globalización como algo peligroso para el futuro, maquinado como una conjura
gigantesca desde los centros financieros mundiales, también parezca haber
calado entre los que proponen un paulatino establecimiento del Estado de
Derecho y la democracia en Cuba.
La Globalización es una
fase nueva de civilización y un aliado formidable para los pueblos oprimidos
bajo la bota represiva de cualquier índole. Todo el que ahora de alguna manera
acceda a un computador, un teléfono celular, reciba email, vea en DVD o
transporte en una memoria accesible a puerto USB cualquier información liberada
de la férrea censura del régimen, ya está navegando en la espuma de la
modernidad.
Para los fundamentalismos,
populismos, autoritarismos y regímenes totalitarios, así como las sociedades
conservadoras y con desconfianza del caos incontrolable y creativo que trae el
mundo, las tecnologías, sobre todo de comunicación, les están dando un
inesperado vuelco a sus viejos esquemas sociopolíticos y económicos.
Y para mayor estímulo de
posibilidades, hace que todos los fenómenos contemporáneos se liguen de una
manera increíble: la crisis financiera y económica de buena parte del Occidente
industrializado, el triunfo electoral del Partido Popular en España, la
situación de salud del gobernante Hugo Chávez, las limitaciones de la política
del Estado de Bienestar, el desarrollo del programa nuclear iraní, la Primavera
Árabe.
Influyen directamente en
la repentina transición hacia la democracia en Myanmar, la incipiente crisis
geopolítica de potencias emergentes como China, con una estructura de hegemonía
trasnochada, o de Brasil, con la futura gran zona de desarrollo mundial, la cuenca
del Pacífico, colocada justo a sus espaldas…
Todo lo conocido de
repente se vuelve convulso, buscando un nuevo acomodo, una nueva fase de
imparable desarrollo. Son irrupciones tan sorprendentes que aún están por
definir la amplitud que podrá alcanzar sus posibilidades, pero sin dudas en
estos mismos momentos prosiguen transformando, cada vez más acelerada y
totalmente, la realidad global y los patrones de análisis a futuro.
Permanecer encallado en el
mismo arrecife de clichés históricos de hace una década conduce a
conceptuaciones de un presente y futuro sin vínculo alguno con la realidad
contemporánea. Todos los casos recientes son trascendidos y mutados por eventos
asombrosos, revueltos por las fuerzas globalizadoras que se aceleran por día.
Han sido y serán
protagonizados por los que se identifiquen, entiendan y utilicen sus modernos
instrumentos, sin la presencia predominante de élites profesionales, líderes
carismáticos y personalidades políticas o morales que no se hayan actualizado
como protagonistas de esta transformadora visión.
Pese al esquema
consolidado del aislamiento geográfico, carente de libertades y en plena
práctica de un empecinado apuntalamiento, Cuba está incluida en esa vorágine.
El régimen, que tiene cada vez un espacio más reducido de maniobra, apuesta
porque la población no se percate de su protagonismo. Pero más allá del
arrollador movimiento invasivo de los medios de comunicación y las redes
sociales, imposible de detener sin tener la certeza de quedar fuera de conexión
con el mundo, el aumento de los intercambios interpersonales conforma profundos
cambios sociológicos y culturales en la población.
Gracias a la concatenación
con la ola liberadora que sacude al mundo los cubanos vuelven a redescubrir su
maltrecha y secuestrada pertenencia a la cultura occidental, abandonando los
gastados ropajes del pobretón y pusilánime Hombre Nuevo que aún se les intenta
hacer portar.
¿Podría alguien explicar
por qué en un país totalitario, donde se supone que todo está controlado al
dedillo, funciona el juego prohibido de la lotería a todo lo largo y ancho del
país? ¿Daría alguien una pista de cómo el mercado negro, esa paradójica área
clandestina de libertad económica y corrupción desenfrenada, sigue coleteando
ante las narices de un Estado prohibitivo y represor? ¿Cómo se conjugan estas
circunstancias con la supuesta particularidad del caso cubano?
El argumento de que el
pueblo cubano es cobarde, o que ha perdido el “órgano de la rebeldía” es de una
manoseada simplicidad que evita analizar los hechos. Confirma el poco o ningún
vínculo serio que se establece con las revueltas triunfantes en la antigua
Checoslovaquia, Rumanía, Polonia, Alemania, la desintegrada URSS, y
recientemente en Túnez, Egipto, Libia, Siria, y otros.
Todos esos pueblos, ya se
sabe hasta la saciedad, aguantaron atropellos e injusticias de todo tipo, sus
regímenes no eran más “suaves” que el cubano y parecían condenados a un
inmovilismo de por vida. Pero aceptar valorarlos diferentes al de la isla es
una forma de pensar enfermiza, circunscrita a los términos y límites impuestos
por un pensamiento retrógrado interesado en la auto-anulación. Es quedarse
voluntario en el razonamiento del platanal castrista.
En la medida que los
cubanos logren vincularse con la realidad global, con las nuevas corrientes
libertarias de la modernidad, el régimen se volverá menos creíble y más frágil.
Sus premisas de supervivencia como única solución se derrumbarán ante el
fárrago cambiante de un mundo que llega impetuoso a las fronteras del país. No es
algo que pueda ser detenido ni manipulado por estrechos intereses. Mucha razón
tenía el papa Juan Pablo II cuando proclamó “¡Que el mundo se abra a Cuba y
Cuba se abra al mundo!” Pues bien, esa premisa está llegando. Se debe
aprovechar en favor de la libertad y el progreso.
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