9º)
Carencia del sentido de ciudadanía.
Ciudadanía
significa, como concepto, la pertenencia a una comunidad nacional, es decir, a
una Nación. Como voz, viene de la Grecia antigua. Entonces
se refería a la Ciudad y no a la totalidad del país. Pese a las
desigualdades que en toda Sociedad existen, ciudadanía como concepto refiere a
una profunda igualdad de base que parte de la existencia de una naturaleza, o
ser, que es común a todos los humanos en tanto tales. La ciudadanía impone
deberes para con el cuerpo social y sus correlativos derechos de cada persona:
No es que el Estado sea la fuente de los derechos humanos sino que,
simplemente, está obligado a garantizarlos; ello es parte muy importante de su
función en el seno de la Sociedad, de la cual es sólo una parte. Recordemos que
el hombre no es para el Estado sino que, éste, es para el hombre. El no saber
ni entender ese principio, tan fundamental, es la fuente que aprovechan las
tiranías de todo signo para sojuzgar y usar a la persona humana.
10º)
¿Qué es ciudadanía?
En
“La Alborada”, revista que fundara en 1909, escribió Don Rómulo Gallegos: “Nada
importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la
conciencia de un pueblo; el nuestro viola las suyas porque las ignora casi
siempre, y no porque estén en pugna con
su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está el respetarlas.” Ese
pensamiento perfectamente lo podemos aplicar a la ciudadanía como concepto que
es, y significa, hoy, la idea de plena pertenencia a una comunidad al margen de
todas las desigualdades que existan en ella, porque define, de hecho, una
igualdad que es –como antes expresado--
de base y más profunda, pues corresponde a la Voluntad del Creador y
supone una igualdad esencial entre todas los humanos, pero no existencial, pues
somos todos radicalmente diferentes y cada uno, para siempre, irrepetible en el
tiempo y en el espacio y por los siglos de los siglos.
En
las Sociedades modernas, la ciudadanía se entiende en las tres dimensiones de
ésta: a) civil, b) política y c) propiamente social.
a) Lo civil comprende
todas las relaciones que, entre ellos, tejen los ciudadanos, las cuales se
agrupan en dos bloques: las personales y las impersonales. Las personales
significan todas las relaciones que tenemos las personas con otras de nuestro
entorno: familia, amistades, conocidos y relacionados en diversos aspectos; la
segunda refiere aquellos muy frecuentes y diversos encuentros que realizamos
con personas no conocidas: en el
tráfico, el restaurant, la calle, el templo, el estadio, etc. b) La dimensión
política comprende la participación de los miembros de la Sociedad en actos que
tienen que ver con la orientación del Cuerpo Social hacia el alcance de su
finalidad, el Bien Común General, función propia del Estado, pero al ciudadano
le corresponde influir, directamente si ejerce funciones de gobierno, o
indirectamente si, de alguna manera, influye sobre dichos actos.
c) La
dimensión social, finalmente, reúne los actos por los cuales los ciudadanos
participan de los beneficios de la vida social que, como Bien Común General,
debe proporcionar logros para el desarrollo del potencial que cada persona
tiene, de manera que, para todos, exista una verdadera igualdad de
oportunidades en orden al conocimiento y a la participación de los servicios
que en distintos contextos debe proporcionar la Sociedad. Ejemplo de esto es la
Educación.
En
nuestra Patria, muy lamentablemente, las tres funciones escapan a la
disposición de los ciudadanos para participar o actuar, excepto cuando se trata
de las relaciones personales: Algunos ejemplos: a) Civil: Tomemos el tráfico en
las ciudades como ejemplo: irrespeto a todas las normas correspondientes.
Semáforos: casi todos son “comidos”; cruces de vías: son atravesados –con o sin
semáforos- de manera que la vía transversal quede cerrada; autopistas: se
trafica por los hombrillos, etc. Consecuencias: tráfico paralizado en la
ciudad. ¿Quiénes son las “victimas”? Los que manejan y van en los vehículos que
pueden chocar; y van a paralizarse en el siguiente cruce, si antes cerraron el
anterior y a llegar tarde a su destino todos los ciudadanos. ¿Por qué ocurre?
Porque no hay formación ciudadana ni sentido del Bien Común. Ese fenómeno se
reproduce bajo modalidades diversas en comercios, bancos, oficinas públicas,
etc. ¿Causa? El síndrome del “pájaro bravo” y del ego de cada uno, herencia,
como vimos, del lejano pasado. b) Política. ¿Participar en ello? ¡No! “La
política es sucia”; “los políticos son todos sinvergüenzas y ladrones”; ¿Votar?
¡No¡ de todas maneras perderemos, etc.. ¿Causas? Desarraigo de los 3
componentes del mestizaje, miedos, etc…
c) Social. No hay sentido de comunidad, ni hay conocimiento del Bien
Común. ¿Causa? Familia matricentrada; cerrados grupos del familismo amoral que
deja pensar en todos.
11º)
El miedo.
Lo
específicamente político nos conduce a confrontarnos con la conflictividad del pasado y del
presente, con su carga de negaciones de las que derivan miedos aún presentes y
ausencias de continuidad histórica; militarismo con su ficciones de
heroísmos y realidades fracasadas;
guerras y revueltas mal llamadas “revoluciones” con cargas de miseria y más
miedo; centralización que todo asfixia y todo separa. Y todo esto, y mucho más
que omitimos, se resume en carencia de ciudadanía, anomia y añoranza o preferencia
por lo extranjero. Esa historia plena en turbulencias y tragedias vividas por
la mayoría de todos los ciudadanos, dejó en sus almas unas ansias desesperadas
de paz tras de las cuales, oculto en las silenciosas conciencias, se escondía
el miedo. Recuerdo que una vez, en mi casa y siendo niño de cuatro años oí, en
una conversación entre adultos, que uno de los cuales dijo “hablen bajito
porque las paredes oyen”. Después, pregunté a mi padre qué significaba esa
expresión; su respuesta fue: “es que en el país hubo mucho miedo en tiempos de
Gómez, y la gente se cuida pues teme que alguien oiga lo que dicen”. Eso es perfectamente natural en situaciones
tales pues han sido vividas por generaciones a todo lo largo de nuestra
tormentosa historia. Es natural. El nuestro no es un pueblo de cobardes, pero
arrastra sus imborrables experiencias seculares, lo que lleva a cuidarse y
protegerse en las soledades reales.
12º)
Conclusión.
Llegamos
hasta aquí en esta reflexión sobre nuestro país realizada a vuelo de pájaro. No
se vaya a pensar que planteamos interpretaciones negativas sobre nuestro
pueblo. Todo lo contrario. El venezolano se caracteriza por su coraje, valentía
y desprendida entrega, generosidad, acogida, apertura, gracia y buen humor. Las
deformaciones que han influido exteriormente en su desarrollo provienen de
circunstancias externas como costumbres ancestrales de los primeros pobladores;
de determinaciones a partir de comportamientos generados de situaciones de
injusticia social; de siglos de opresión y subordinación; de formaciones
familiares que fragmentan y anulan lo positivo de esa importantísima
institución; del ethos de la subjetividad heroica tomado de los conquistadores;
de antecedentes que fueron nomadismos propios de la mayoría de nuestros pueblos
aborígenes o tantos otros factores y sus derivados.
Como
conclusión, sólo quedan preguntas envueltas en una muy general que reza: ¿Qué
hacer? Enfrentar esa pregunta involucraría dedicar mucho tiempo para consultar
voces que desde lejano pasado han tratado de dar respuestas pertinentes.
Hacerlo, exigiría años de estudios e investigaciones. Sin embargo, algunos
pensadores venezolanos de pasado no muy lejano, dedicaron buenos tiempos de su
vida en tratar de esclarecer condiciones y de abrir caminos orientadores.
Acudamos a uno de ellos: Don Mario Briceño Iragorry.
Sobre
el silencio, ese que cobija el miedo, escribió Don Mario: Hay un silencio
activo “lleno de imágenes que no hacen ruido, de un silencio alargado por la
gravidez que le transmiten las ideas… silencio de silencios, oro que vale sobre
la plata de las frases sonoras”… “El nuestro, en cambio, es un callar calculado
más que un silencio confundible con la actitud esperanzada de quienes meditan
para mejor obrar…es un silencio de disimulo, un silencio cómplice de la peor de
las indiferencias. No se puede callar por prudencia ni en momentos de
desarmonía social, cuando la palabra adquiere virtud de temeridad.”
Sobre
el disimulo: “Doctores del disimulo, con un pie en todas las causas, prestos
siempre a pactar con quienes garanticen mayores oportunidades a sus ansias de
permanencia en el disfrute de los réditos, antes se han hecho sordos a todo
patriotismo que pensar en la verdad y la justicia.” “ Pero no se advierte que
sólo por medio de una profunda saturación de idealidad podrá llegarse a una
afectiva transformación de nuestro pesado ambiente social” … “porque nos falta
fe, alegría, esperanza, desinterés, espíritu de verdad y de sacrificio social.”
Sobre
enseñar al pueblo y a las nuevas generaciones: “Enseñémosles que el sentido
social de la Patria no pide la labor aislada de escultores que cincelen figuras
por su cuenta para superar al artista del taller vecino, sino una obra metódica
y común, animada por un mismo espíritu creador, que tanto lucra con el genio de
los unos como cuanto experiencia da el fracaso de los otros.” Sobre el
Libertador: “creo que no debemos convenir en una segunda muerte de Bolívar. Esa
muerte a que ha sido condenado definitivamente por quienes lucran con la
evocación de su memoria, a menudo aplicada…a lo que es contrarío .. a sus
ideales.”
Sobre
la Caridad: “Para los que creemos en el espíritu, ella es fuerza que anima y
enrumba la marcha de la sociedad. Es la virtud antimarxista por excelencia. Es
el solo aglutinamiento social que puede evitar la crisis definitiva de la
civilización”…”Y la injustica es violencia contra la caridad” …”Y hay crisis de
caridad porque hay crisis de espiritualidad.”
Sobre
la democracia: “La democracia no es el asalto. La democracia no es lo que ahora
entendieron muchos capataces muchos capataces políticos: la posibilidad abierta
para el vivo… contra eso “va la jerarquía de los individuos en cuanto valen por
si mismos.” Es necesario crear “una
conciencia social de jerarquía de estímulo en la vida democrática.” “Para lo que si está dado y permitido romper
la mecánica del orden, es para ir de puntero al sacrificio por la sociedad.”
El
pueblo: “Ayudar al pueblo es por tanto nuestro deber presente. A un pueblo que
no está debajo de nosotros, en función de supedáneo para nuestro servicio, sino
del cual nosotros somos mínima parte y expresión veraz. Debemos ayudarle, no a
que grite, como aconsejan los demagogos; ni a que olvide sus desgracias, como
indican los conformistas del pesimismo, sino a que reflexione sobre sí mismo,
sobre su deber y su destino.” Hay que
enseñarle…
¿Enseñarle
qué? Enseñarle sobre las estructuras de nuestra sociedad; sus instituciones; la
realidad que somos en sus raíces y proyecciones hacia el devenir; las
tendencias que de ello se marcan; las prioridades de los cambios; los recursos,
las urgencias, las posibilidades e imposibilidades; en fin, la aprehensión de
nuestro ser nacional tomado en su totalidad: todo ello es lo que se debe
conocer y, a partir de tal saber, actuar para no improvisar. Desterrar de las
mentes tópicos que se repiten y terminan por presentarse como verdades, cuando
apenas tienen validez parcial y son desechables como fundamentos para
diagnósticos o acciones a realizar en nuestro acontecer nacional. Eso, por ejemplo, de que “somos un país
riquísimo”; o aquello de que “tenemos el mejor puente del mundo”, o “la mejor
red de autopistas”; o la moneda más fuerte, antes de que el bolívar se
precipitara en su descenso. La clave de nuestro histórico problema de país
--que es un problema de conciencia de pueblo-- es el desconocimiento por parte
de ese pueblo --entendido, no en la
expresión populista-demagógica del concepto, sino como el conjunto de todos los
miembros de la sociedad nacional-- de
sus verdaderos intereses y reales necesidades.
El
principal y fundamental interés es el que cada venezolano sepa hacer respetar
su eminente dignidad de persona humana. Enseñarle en qué consiste esa dignidad
y por qué y para qué la posee: cada venezolano debe entender, entonces, que la
persona humana --que él es-- no es
accidente fortuito ni resultado de casualidad alguna, sino de una causalidad
que es la voluntad del Creador que le hizo persona. Que al hacerlo le hizo
inteligente; le dio razón para pensar y actuar; libertad interior que le hace
dueño absoluto de sus actos humanos; le dio conocimiento natural que le
permite, aún en medio de su pobreza e ignorancia, distinguir entre lo que está
bien hacer y lo que está mal, esto es, entre el bien y el mal; y que aunque ese
conocimiento lo oriente hacia el bien que es el mismo Creador con su libertad
interior o libre albedrío, puede, sin embargo, optar por hacer el mal, pero que
es responsable de todos sus actos libres, sean buenos o malos; que por esa
responsabilidad --que no es sino el
responder por los propios actos-- habrá
de dar respuesta ante Él, su Creador, pero también ante las instancias
jurídicas de la tierra en la que nació
--su Nación— o de aquella tierra
que voluntariamente haya adoptado para allí vivir. Que el Creador le hizo para que desarrollara
un inmenso potencial que como persona tiene: capacidades de entender, de crear,
de analizar, de juzgar, de apreciar, para aplicarlas en todos los campos del
hacer y del saber humano; Que el humano es un ser sociable por naturaleza y no
por razón de pacto o contrato alguno; que en la Sociedad que constituya con
semejantes suyos debe encontrar condiciones indispensables para que le sea
posible desarrollar el potencial que ha recibido al ser creado y que no es sólo
para él, sino para los demás; que en esa
Sociedad hay otra forma de libertad que no es ya la interior o libre albedrío,
sino la externa o libertad de independencia consistente en ausencia de coacción
o coerción sobre sus actos, la que no le
vino como don o dato de su condición humana, sino que debe ser conquistada por
él y en unión con sus semejantes en el seno de esa, su propia Sociedad.
Inmediato
e inseparable del concepto de libertad está el de justicia, que significa que en las relaciones con los demás, cada
cual merece recibir lo que le corresponde; y, que cada cual debe respetar y
hacer respetar la justicia respecto a los demás y ante quienes tienen la
responsabilidad de dirigir la Sociedad como gobierno; después, debe saber que
todos los seres humanos somos iguales en dignidad, en tanto personas, y que esa
igualdad prevalece ante la ley y las instituciones; pero que si somos iguales
en tanto personas, cada uno es distinto como ser que existe de manera concreta:
somos existencialmente diferentes. Además, que hay otra forma de igualdad:
una igualdad de oportunidades, por la
cual, todos y cada uno, en la Sociedad, tienen derecho a que ésta garantice la
posibilidad de alcanzar el propio desarrollo personal, que procede del
potencial ya citado, pero, eso, cada cual ha de realizarlo de manera libre y
por tanto voluntaria.
Se
trata, entonces, de nociones básicas que, con algunas más, constituyen el
fundamento de sus intereses, sin lo cual una población no estará en capacidad
de reclamar y defender sus derechos; ni de cumplir sus deberes; y tampoco de
exigir la satisfacción de las fundamentales necesidades humanas.
ppaulbello@gmail.com
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