La
desinformación por parte del gobierno es estratégica. No solamente la enfermedad
presidencial es objeto de secreto, sino todo cuanto atañe a la conducción de la
República.
El
poder legislativo opera con el otorgamiento poderes extraordinarios que la
constitución prevé como recurso excepcional para situaciones de emergencia que
la asamblea trastoca en una patente de corso para que el presidente legisle por
sorpresa, teniendo por objetivo que el país se despierte todos los días con una
novedad.
El
contenido de las leyes no importa, ni si se ajustan o no a la constitución y
menos aún si se cumplen o no. Las innúmeras reformas que todas ellas han
recibido y siguen recibiendo en cortos espacios de tiempo, imposibilitando su
aplicación real y por supuesto imposibilitando su arraigo institucional son
parte de la estrategia que tiene por objetivo la desinformación. El ciudadano
no puede llegar a conocer que dice la ley y cuál es la conducta que se espera de él. En buena
medida ni los abogados logran estar al día y la consecuencia es que los
ciudadanos están expuestos al capricho de los funcionarios. Es la dictadura de
la “nueva clase”, la burocracia, los miembros del partido.
A
nivel del poder judicial la situación es más patética. Basta con reseñar, a
nivel general, la revisión de la cosa juzgada. Comenzó con la sentencia que
declaró la existencia de un vacío de poder que desagradó al presidente y hoy es
la cotidianidad. A nivel personal, basta invocar el apellido de la juez Afiuni.
Cuando
se contempla la administración de los recursos del estado el secreto y la
desinformación alcanza niveles aterradores. La mitad de los ingresos del país
son una caja chica que ‘administra’ el jefe del estado sin control previo, ni a
posteriori.
El
poder electoral es la quintaesencia de la desinformación y debe ser así, porque
mientras se quiera mantener la apariencia de que vivimos en una democracia, ese
poder es el modo más directo de sujeción del ciudadano al funcionario, como ya
lo señalamos a propósito de la reforma de las leyes. En las elecciones que han
tenido lugar después del triunfo de Hugo Chávez en diciembre de 1998 y son
muchísimas, no ha habido una sola que no cuente con una modificación o reforma
de las reglas que regían en la precedente.
Este
constante cambio es el núcleo de la desinformación, es la negación del carácter
responsable que la constitución le impone al gobierno y por lo tanto el quiebre
de la democracia. No vivimos democracia, ni siquiera dictadura, es
totalitarismo puro.
Cuando
alguien no sabe dónde está se paraliza y esa parálisis nos acompaña como
oposición. Me pregunto y pregunto a todos los que están en esta situación
¿existe algún otro país donde los resultados anunciados por el llamado árbitro
– no digo que no se hayan aceptado – pero se han deglutido como aquí ha
ocurrido?
La
parálisis del no saber qué hacer, cómo y cuándo encuentra un camino fácil que
conduce al extravío, es la búsqueda del culpable para saciar nuestra
frustración. Allí están Carmona, Mendoza y Rosales en lo personal y en lo
colectivo la abstención del 2005 que ahora se repite. La arremetida contra quienes
se abstuvieron es insólita. Por no saber qué hacer para llamarlos a votar los
culpamos del resultado. ¿Existe alguna razón que autorice a decir que si los
opositores que se abstuvieron no lo hubieran hecho, en cambio los gobierneros
si se habrían abstenido?
Si
logramos definir qué hacer podremos dar a los abstencionistas una razón más
sólida. Confieso que yo tampoco sé cuál es, pero creo que pasa por destruir el
estado de desinformación que causa nuestra parálisis y eso supone retar a las
autoridades, en especial al CNE, para que cuando llamemos a votar, no sea en
actitud dócil sino de reto y cuestionamiento al árbitro, al fin y al cabo los
desinformadores del gobierno que esperan que acatemos sus amañados resultados
denunciaron fraude electoral por 40 años de 1958 hasta 1998, se alzaron en
armas desde 1960 hasta febrero y noviembre de 1992 y carecen de autoridad para invocar la voluntad del pueblo expresada
en comicios que solo son buenos si les son favorables. Cuando acometamos la
batalla contra la desinformación que genera parálisis estaremos haciendo el
mejor de los llamados a votar y a cobrar.
opaezpumar@menpa.com
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