sábado, 22 de diciembre de 2012

JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO), LA TERCERA ES LA VÍA

En las elecciones recientes quedó demostrado que la sociedad civil opositora no quiere ni se identifica con los partidos políticos de oposición que, tradicionalmente, han venido haciendo vida en el escenario nacional.
Sin embargo me pregunto: ¿hasta qué punto somos un Estado civil responsable? ¿Está la sociedad civil opositora venezolana lo suficientemente cohesionada, organizada y madura como para exigirle a quienes la representan, llámese partidos políticos de oposición, algo tan sencillo como la suspensión de las elecciones cuando la fecha no sea conveniente? Nadie alzó la voz para posponer las del 16-D: ni la oposición, ni los gremios, ni los intelectuales, ni las ONG. 
Estas elecciones no debieron realizarse por diferentes razones: la fecha, las condiciones adversas por las que pasamos el 7-O, la parcialidad evidente con la que se conduce el CNE, la incertidumbre que significa la enfermedad del Presidente...
¿Por qué los partidos políticos de oposición lo permitieron? ¿Por qué seguimos aceptando lo que el régimen nos impone en materia electoral? La oposición sigue anclada en la vieja fórmula de hacer política que a todas luces no funciona. La MUD, a mi modo de ver, ha cumplido un papel significativo e importante: logró presentar a la oposición, ante el país y el mundo, como sólida y  unificada. Pero ahora es imperativo que pase a una nueva etapa, que implica la actividad programática, con nuevas estrategias e ideas que iluminen la búsqueda de las salidas pacíficas y democráticas que necesitamos.
A propósito de estos resultados, he escuchado decir que los opositores no tenemos nada que celebrar porque apenas obtuvimos tres gobernaciones (de las cuales dos vienen de origen chavista) y que, por lo tanto, hubiese sido preferible que el mapa se pintase completamente de rojo para que, de una vez por todas, la clase política opositora predominante entendiera que hay un país que le está diciendo a gritos que no quiere nada con ella.
Aun cuando no podemos forzar la creación de una "Tercera Vía", es probable que en estos momentos en Venezuela existan los componentes necesarios para el surgimiento de ella. El país viene cambiando, sin prisa pero sin pausa, o a grandes zancadas, frente a nuestras narices. Y no nos damos cuenta, o no queremos aceptarlo; pero, otra vez quedó demostrado que las oposiciones no han logrado conectarse con las clases populares que son las que, definitivamente, están decidiendo el destino político del país.
Expertos señalan que más del 67% de la población desea un nuevo proyecto pero gerenciado por una clase política opositora distinta a la que tenemos. Se necesita "sangre nueva" y la hay; pero no consigue espacios de participación. Si no se concreta la "Tercera Vía", seguiremos de derrota en derrota. ¿Acaso las elecciones de alcaldes se van a diferenciar en algo de las elecciones del 16-D? No puede haber ánimo ni espíritu triunfalista cuando la oposición no nos garantiza triunfos.
Una posible "Tercera Vía" debería nacer con el principio de la generación de un sentido contributivo-compasivo frente al drama de la pobreza, porque si el país cambió, los pobres siguen siendo los mismos; y ahora, más que nunca, ayunos de criterio y de formación venezolanista.
De ser probable la "Tercera Vía" en Venezuela, tendrá que trascender los planos de los disminuidos porque hay un núcleo de gente preparada, buena y generosa, pero sin cauce en la actividad política. Eso sí, esa "Tercera Vía", no puede pretender emerger como lo hizo Chávez, por implosión, sino por inclusión. Y en eso tiene un peso específico el orden moral que, lamentablemente, los políticos de oposición no pueden usar como bandera. El espíritu de insurgencia, civil y democrático, debe fundamentarse en  una nueva venezolanidad.
Esa "Tercera Vía" tiene que saber explicarle al país los escollos que hicieron que el socialismo fracasara en el mundo entero. He allí el tuétano de la revolución verdadera porque se estarían concretando ideas y principios nuevos: no el socialismo trasnochado y maquillado, traído al presente. El drama de esta clase opositora es que ha sido incapaz de presentarle a Chávez y a su grupo de monigotes sin raciocinio, una alternativa contra su piche revolución. Y quizá esto sea producto del miedo intrínseco que tiene de enfrentársele a Chávez para no perder sintonía con la gente a quien necesita llegarle.
Mientras Chávez, con su capacidad histriónica, a punta de payasadas y menjurjes ideológicos, sigue metiendo el dedo en la llaga (la lucha de clases, la miseria, los excluidos); los grupos políticos tradicionales opositores se desgastan en pactos estratégicos oportunistas, ausentes de contenido e ideas, que nos conduzcan hacia la configuración del país deseado. ¡Esa sí sería la verdadera revolución!
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1

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