martes, 25 de diciembre de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, INDOLENTES DE VENEZUELA, UNÍOS, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

Resulta contraproducente, pretender hacer política sin una mínima cuota de sentido común. Sobre todo hoy día cuando por la complejidad que caracteriza las realidades políticas, luce inminente actuar con la sensatez necesaria a fin de compensar las amenazas que se ciernen en el camino. Por eso, la política no debe concebirse a desdén de la ecuanimidad a partir de la cual deben incitarse las actitudes y disposiciones de quienes se prestan al hecho magnánimo de conducir procesos sociales creativos que comprometen la presencia de la sociedad en toda su expresión y amplitud.
Lo ocurrido en el país con motivo de las elecciones de gobernadores y diputados regionales el pasado 16-D, dejaron ver todo un maremagno de decisiones cuyo protagonista fue la testarudez por parte de quienes, a sabiendas de los riesgos que podrían establecerse, se empeñaron en darle la espalda a la institucionalidad democrática. Aunque un aforismo popular dice que “la culpa no es del loco, sino de quien le da el garrote”, el problema sucedido tiene otra connotación que en poco o nada responsabiliza los factores políticos que asumieron la organización y dirección del proceso electoral en cuestión.
El problema revela variables que poco han sido considerados dada la marcada ausencia de una intelectualidad política cuya labor debió esta dirigida a escudriñar no sólo las razones que han animado el desmoronamiento de la unidad que en principio respondió a los principios que signaron el arreglo político entre los movimientos de apoyo al proceso de gobierno y sus intereses de participación en el mismo. Asimismo, las causas que han provocado una desbandada a lo interno de la MUD al extremo que puede hablase de la oposición en la oposición.
Pero las contrariedades parecieran no terminar ahí. Luce pertinente observar ciertas posturas que habrían surgido del perverso interés de conspicuos personajes del encumbrado oficialismo de confundir al país político aprovechándose de la crisis de salud del presidente de la República. De esta manera, se habrían permitido manipular un escenario en el cual se presumieran razones que estimularan cierto desapego a las líneas políticas pautadas por el partido de gobierno para así justificar la fractura interna que terminó motivando la apatía que se vivió el día de las elecciones.
Las quejas y reproches de una población que no salió a votar, dejó ver una actitud que de alguna forma se corresponde con la teoría arriba esgrimida. Ese círculo vicioso en el cual ha caído ese país que prefirió asumir una actitud de testarudez, de obstinación, torció el rumbo de una ciudadanía que apostó a resistirse a la postración que habrá de venir con la imposición del Estado comunal. Más, cuando los nuevos gobernadores afectos al gobierno central, han declarado su perruna subordinación al dictamen que pudiera dictarse desde Miraflores en la dirección de la mal llamada “nueva geometría del poder”.
Por eso cuesta comprender el indolente proceder de quienes prefirieron abstenerse de declarar su rechazo al régimen por la vía del voto entendido como deber ciudadano. Fue un día en el que dejo verse la condición de renuentes de quienes, sin sentido del momento que representaba tan importante proceso electoral, se comportaron con la más grosera indiferencia. Había que exhortar su testarudez política llamándolos a reunirse contra Venezuela. Así que Indolentes de Venezuela, Uníos.
VENTANA DE PAPEL
EN BANDEJA DE PLATA
En medio de la crisis política nacional, no resulta contradictorio felicitar a los abstencionistas por la irresponsabilidad ciudadana demostrada el pasado 16-D. Como dice Tamara Díaz Pisani, en un artículo que intitula “Así lo han querido” explica que “ahora no vengan a quejarse, ni a lamentarse y mucho menos rasgarse el pecho (…)”.
Tan crasa actitud, ha representado la casi absoluta entrega del país a quienes habrán de descomponer su institucionalidad a través del desquiciado Estado comunal, para no llamarlo Estado comunista. A pesar de que el país ha involucionado en lo económico y en lo social, Diaz Pisani continúa señalando que el régimen supo impulsar “la anarquía. Logró enriquecer el lenguaje con la dignidad de las groserías. Avanzó con un cuerpo de violentos armados en un pueblo sin Ley. Desarrolló un arduo trabajo para premiar los peores comportamientos. Brindó loas al mal gusto, al ruido, al escándalo, al tuteo, a la vulgaridad y la chabacanería”.
Termina manifestando que “lo cierto de la realidad actual es que el venezolano tiene precio y carece de principios. Se vende al mejor postor porque no posee autoestima ni memoria. Se deja manipular con cualquier brillo, labia o envidia por su falta de educación”. La conducta política del 16-D frustró esperanzas al entregarle el país a este régimen.
Dios cuide a Venezuela de lo que los oficialistas hagan con él toda vez que lo recibieron en bandeja de plata.
¿LA CONSTITUCIÓN EN EL BOLSILLO?
No es igual tener una Constitución de bolsillo que meterse la Constitución en el bolsillo. Esto hay que decirlo, a propósito del problema que pareciera estar construyéndose en los predios del alto gobierno ante la posible ausencia del reelecto presidente de la República el 10-E por causa de la crisis de salud que lamentablemente padece.
El hecho de pretender que el vicepresidente tome la conducción del país, en nombre del titular, porque él así lo pretende, constituye una grave falta a la Constitución. Es hacer papilla la Carta Magna. La elección de un funcionario por el voto popular, no es transferible a otro. Si así fuese, entonces podrían traspasarse condiciones, delegaciones, títulos profesionales y credenciales. Es decir, podrían heredarse posiciones y posturas públicas, oficios, compromisos y, desde luego, escaños, funciones civiles y hasta jerarquías militares.
Si el próximo 10-E, la persona elegida para desempeñar el cargo de Presidente de la República no toma posesión del cargo ni ante la Asamblea Nacional ni ante el Tribunal Supremo, quien se desempeñe en el cargo de presidente de la Asamblea Nacional se encargará de la presidencia de la República por falta absoluta del elegido y deberá llamar a elecciones dentro de los siguientes 30 días consecutivos. Es así como lo estipula la Constitución. Otra decisión, estaría fuera del ámbito legal-constitucional. Si el país político deja pasar este “bola”, entonces se habrá perdido la República y quedará por entregarle el país a los cubanos.
¿O será que quienes presumen de demócratas dejarán que le introduzcan la Constitución en el bolsillo?
¿SERÁ PURA COINCIDENCIA?
La vulgarización de la política, gracias al descarnado populacherismo que ha venido imponiéndose a través de la descomposición de valores morales y del provocado desarreglo de la historia contemporánea, dio al traste con el concepto de “patria”. Como valor, ha sido objeto de múltiples transgresiones con el perverso propósito de hacerla parecer obsoleta de cara al postmodernismo que viene aupándose. Sin embargo, este concepto tan pujante desde la Revolución Francesa que exaltó el idealismo romántico, adquirió otra connotación que poco o nada exalta la moralidad y el patrimonio afectivo y cultural de una nación.
Es una connotación que ha podido desplazar estamentos que exaltaban todo un abanico de relaciones políticas entre instituciones, idearios democráticos y responsabilidades gubernamentales. Hablar ahora de “patria” o “patria nueva”, es referirse a un colectivismo que encubre un populismo aberrante que en su gestión olvidó las más mínimas pautas de acción sobre las cuales se edifica algún posible futuro.
En este colectivismo que consiguió alzarse con  el nombre de “patria”, el gobierno manipula condiciones a partir de las cuales se atenta contra la naturaleza humana y su dignidad pues dentro de sistemas colectivistas la persona individual deja de tener dignidad en sí misma. Sólo puede tenerla en cuanto forma parte de un grupo al que se considere superior.
Por eso el régimen justifica la creación del Estado comunal pues desde sus entrañas puede considerar que el ser humano individual tiene un valor inferior al de un colectivo. Así luce obvio hablar de socialismo, corporativismo, nacionalismo o comunismo. La tendencia al autoritarismo, facilita la erección del gobierno como la entidad frente a la cual ninguna persona tiene protección.
¿O acaso esto será pura coincidencia?
antoniomonagas@gmail.com

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