Una vez más operó la implacable y arrolladora
maquinaria de ventajismo oficialista. Esto no es ninguna sorpresa y se
presentía que esta vez esa maquinaria se multiplicaría por 23 para aplastar las
posibilidades electorales de la oposición en cada uno de los Estados que
integran el país.
Además, en el tiempo transcurrido desde el 7 de octubre
seguramente fue aceitada y entonada para aplastar las aspiraciones electorales
de la disidencia que en ningún momento ha podido disponer de recursos
suficientes para enfrentar la aplanadora oficial. Despliegue agresivo y abusivo
de propaganda (afiches, pancartas, volantes elaborados en los laboratorios del
Ministerio de Información con recursos del Estado y por supuesto de todos los
venezolanos; empleo también abusivo de los medios radiales y televisivos, oficiales
y privados para divulgar propaganda a favor de los candidatos del régimen;
abuso de poder, extorsión, amenazas, engaños; compra de conciencias y de votos
a cambio de lavadoras, neveras, televisores; promesas de entrega de viviendas;
movilización de funcionarios públicos bajo la amenaza de perder el empleo del
cual depende su supervivencia y la de su familia; empleo de la fuerza pública
para amenazar a eventuales electores indecisos.
Lo anterior no es sino una enumeración somera
de los recursos que emplea la maquinaria oficial para conseguir votos a favor
de los candidatos oficialistas en las gestas comiciales. Frente a ese colosal
despliegue de atropellos y despotismo la disidencia lucía (y luce todavía)
inerme, sin recursos materiales, como un enano desarmado enfrentando un gigante
armado hasta los dientes.
Ese fue, sin lugar a duda, el factor
fundamental que determinó el resultado de los comicios presidenciales del 7 de
octubre y los regionales del 16 de diciembre pasados, aunque también de todos
los anteriores.
Pero el 16 de diciembre hubo otro factor
también previsible y esperado pero no en la dimensión con la cual se manifestó
esta vez: la abstención, la desidia, la indiferencia, la indolencia, o como
quiera llamársela. Una grande e importante porción de compatriotas prefirió
dedicarse al solaz esparcimiento en las playas, en los parques o al turismo
recreativo, o simplemente quedarse en casa para observar desde la tranquilidad
del hogar lo que iba a ocurrir ese día, sin detenerse a pensar que esa vez, más
que nunca era indispensable que acudiera a las urnas.
A esto último hay que sumar que un componente
importante de la población se ha habituado a vivir de la caridad del régimen y
que lamentablemente este sector pareciera crecer exponencialmente como
resultado de las dádivas disfrazadas de programas de asistencia social y de
apoyo a las clases menos favorecidas, con el resultado de que el régimen viene
creando paulatinamente un conglomerado de parásitos.
No es mi intención machacar sobre lo que ya es
“clavo pasado”. Con aquello de las “tendencias irreversibles” el CNE contribuyó
a teñir el país de rojo rojito.De lo que se trata es tener presente que
desgraciadamente esas mismas condiciones regirán los eventos comiciales del
este próximo año: la elección de un nuevo Jefe de Estado, inminente por las
condiciones de salud del repitiente y las elecciones de alcaldes y concejales
municipales el 26 de mayo próximo. La primera debe tener lugar dentro de los
treinta días consecutivos contados a partir del 10 de enero próximo, fecha
inexorable establecida en la Constitución Nacional para el caso, que es muy
probable, de que el presidente electo el 7 de octubre pasado no pueda tomar
posesión en esa fecha.
Ya la presidenta del Tribunal Supremo de
justicia ha comenzado a cogitar argumentos seudo-legales para validar la muy
probable violación de la norma constitucional que fija, como fecha ineluctable
para el fin de un mandato presidencial y comienzo del nuevo, el 10 de enero
“del primer año del período constitucional”.
Frente a esto la oposición debe ser firme e
implacable en cuanto a exigir el absoluto respeto de la normas contenida en la
Carta Magna.
Además, la MUD, o lo que la remplace en esta
nueva etapa que se inicia con el nuevo año, debe comenzar, ¡desde ya!, a
ensamblar su propia maquinaria, un aparato que, manteniendo aglutinado el
universo de partidos políticos actualmente integrados en la unidad democrática,
pueda enfrentarse eficazmente, de quien a quien, a la aplanadora del
oficialismo. También hay que emprender una campaña intensa para recuperar los
votos de aquellos que se sienten defraudados y sin ánimo para votar y convencer
a los incrédulos de que el voto, aunque voluntario, es un deber ineludible,
consustancial a la condición de ciudadano.
adolfotaylhardat@gmail.com
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